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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
El extremeño Ginés Marín no obtuvo triunfo por sus dos faenas en La Maestranza de Sevilla. :: raúl doblado
Convincente debut del novillero Álvaro Lorenzo en La Maestranza

Convincente debut del novillero Álvaro Lorenzo en La Maestranza

Deslucida novillada de El Parralejo. El toledano firma dos faenas de rigor, valor y temple, muy meritorias. Soberbias verónicas del pacense Ginés Marín. Entrega de Pablo Aguado

BARQUERITO

Lunes, 2 de mayo 2016, 10:07

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sevilla. Era la presentación en Sevilla de Álvaro Lorenzo y la despedida de Ginés Marín. La alternativa de uno y otro, dentro de dos semanas en Nimes. Álvaro, el día 14; al día siguiente Ginés. Y un tercer hombre en el cartel: Pablo Aguado, torero del país, tardío, valiente, algo de diamante en bruto, capaz y atrevido. Puede ser.

FICHA DEL FESTEJO

  • Toros.

  • Seis novillos de El Parralejo (José Moya)

  • uToreros. Álvaro Lorenzo, oreja y saludos tras un aviso. Ginés Marín, vuelta y saludos tras un aviso. Pablo Aguado, palmas y ovación. Buena brega Puchi y Rafael González con cuarto y tercero respectivamente. Pares notables de Candela hijo y Jesús Fini.

  • uPlaza. 17ª de abono. 5.500 almas. Primaveral, soleado, bastante ventoso. Dos horas y media de función.

Son y han sido dentro de su escalafón Lorenzo y Marín. Ginés, con su sello inconfundible de virtuoso. Lorenzo, con la etiqueta del temple, el seco garbo. La primera novillada de las seis del abono de Sevilla. El mejor cartel de las seis. El puente del Primero de Mayo había dejado Sevilla casi desierta. Y, en fin, novillos de El Parralejo, procedencia directa Jandilla vía Fuente Ymbro. Un chasco.

Dos primeros de muy lindas hechuras que, sin ser de tocar campanas, acabaron siendo los mejores del envío; un tercero rajadito e inocuo; un cuarto mansito, apagado, desganado, perezoso empuje; un quinto sin fijeza, renegado, huido, a la defensiva y hasta en arreones por manso y no por pérfido; y un sexto sin aristas, entrega ni relieve. Poca fuerza, sinónimo de poca gana. Con eso no se contaba. La sorpresa ingrata de esta que se anunciaba como fiesta mayor.

Hubo cosas de interés, mérito y carácter. Las dos faenas de Álvaro Lorenzo, de firmeza y ciencia la primera de ellas, de torero largo, paciente y templado la segunda, de valor de verdad las dos; una estocada extraordinaria del propio Álvaro para rematar a lo grande la primera faena, encarecida por el aire incierto del toro; toreo de capa clásico de altos vuelos, la verónica encajada, embraguetada, de manos bajas y despaciosa de Ginés Marín en el recibo espléndido del segundo de la tarde, la verónica a compás de Álvaro para fijar al cuarto en el saludo, y las dos series fueron de hasta siete lances cosidos el uno con el otro, de ir ganado terreno y de rematar bien fuera de las rayas con sendas medias; la maravillosa temeridad de Pablo Aguado para dejar su firma en la corrida con seis faroles de rodillas en los medios nada más soltarse el sexto toro.

La aparición de los tres de terna en quites de vario color, logradísimas dos verónicas de Lorenzo al tercero, las dos en la media altura y a suerte cargada; un punto convencional el quite por chicuelinas despatarradas y frontales de Ginés al cuarto; otro quite precioso del propio Ginés por esas tafalleras revoladas y onduladas que Morante acaba de rescatar del baúl de los recuerdos y el túnel del tiempo.

Hubo, además, la versión de novilleros enrabietados, presa de ataques de amor propio: la tenacidad de Ginés para buscar la manera de pegarle al manso quinto tres muletazos seguidos, y no fue posible; la entrega de Aguado en dos faenas de firmeza y verticalidad conmovedoras, y apuntes de toreo en semicírculo y a cámara lenta, ajustadísimo.

Y hubo aciertos y errores. Ginés pecó de precipitación al abrir faena con el segundo de largo y de rodillas, una tanda que violentó al novillo, pero supo dibujar segundas mitades de muletazo por todo excelentes, ligar en el sitio y dibujar a pulso. Hasta que se vino abajo el toro. Y, en cambio, la lúcida sabiduría y el valor de ley del toledano Lorenzo para tragar en los dos turnos de muleta los parones, las miradas, los reniegos y hasta las pruebas de los dos novillos. Los dos se fueron al desolladero bien toreados.

Lo que pasó es que la fiesta se fue a las dos horas y media, los avisos no fueron gratuitos y la gente acabó cansada.

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