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El diestro Manuel Escribano da un pase de muleta a su primer toro. :: efe
Una faena muy distinguida de Manuel Escribano cierra la Semana Grande

Una faena muy distinguida de Manuel Escribano cierra la Semana Grande

Una estocada caída y dos descabellos dejan sin premio la lidia del sevillano en una corrida notable y distinta de Victorino

BARQUERITO

Lunes, 31 de agosto 2015, 12:47

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Los seis toros de Victorino galoparon de salida. Lo seis fueron saludados con fuertes aplausos. No solo por el galope casi felino del toro de sangre Saltillo, tan estimulante que parece llenar la escena, también porque, no siendo corrida pareja, sí lo fue de buenas y serias hechuras. Más ofensivos los tres últimos que los tres primeros. Todos salvo el tercero, aplaudidos en el arrastre.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros. Seis de Victorino Martín.

  • uToreros. Rafael Rubio 'Rafaelillo', que sustituyó a Antonio Ferrera, saludos en los dos. Manuel Escribano, saludos en los dos. Paco Ureña, una oreja en cada toro.

  • uPlaza. Bilbao. 9ª de las Corridas Generales. Casi media plaza. Dos horas y media de función. Herido menos grave por el quinto el banderillero Juan José Domínguez.

Con fuerza los dos primeros, que sirvieron el espectáculo que siempre se espera de un victorino legítimo: correa, listeza, combatividad y fiereza. La palma se la llevó el quinto, que fue el toro de la corrida, el que de verdad apretó en la primera vara, el de mejor salida del caballo, el son descolgado de los victorinos de calidad, y también el más complejo. El galope en la ganadería de Victorino es síntoma de bravura. La condición mutante, una peculiaridad de la casa.

A ella se atuvo ese quinto toro que sorprendió a Juan José Domínguez cuando trataba de abrirlo antes de que Escribano lo citara para un segundo par de banderillas. Con la sorpresa, una cogida que se saldó con una cornada más aparatosa que grave y una tremenda paliza. Los toros bravos cogen de otra manera y, si se encelan con la víctima, no la sueltan sin más. Atentos al quite, Antonio Punta y Jaime Padilla evitaron males mayores. Obró todo el mundo con diligencia.

Todavía antes de abrir faena Manuel Escribano, el toro estuvo a punto de llevarse por delante al propio Punta y lo desarmó casi en el mismo estribo de la barrera, un punto con fama de fatídico. Todos esos antecedentes encarecieron el trabajo que enseguida vino, una faena muy buena de Escribano. Buena por su rigor, ajuste, calma y dominio. Una de las tres mejores faenas de la semana.

Como conviene con los victorinos prontos y agresivos, Escribano se salió de las rayas sin demora y en dos primeras tandas casi en los medios le perdió al toro pasos pero en muletazos encadenados. Notable sosiego. El quinto sentido de la bravura percibe justamente eso. En la tercera tanda ya estaba el toro embistiendo por derecho y Escribano toreando con mayúscula autoridad. Y entonces pareció que gobernar tan bien y tan pronto un toro de tanto carácter era coser y cantar. La mutación, de agresivo a noble, tan rara de ver. Un desplante frontal de rodillas en señal de autoridad precisamente.

Un exceso de teatralidad en los paseos, pero primó lo profundo de la faena. Antes de montar la espada, cinco o seis muletazos de lógica y rica composición. Escribano es muy seguro con la espada, pero se le fue la mano en esta baza. Una estocada demasiado caída y sin muerte. Dos descabellos. Magro premio. Escribano solo salió a saludar hasta las rayas y entre la nube de areneros que este año se han encargado de ponerles a todos los festejos un cuarto de hora de propina.

La espada fue filtro y catalizador de los premios. Sendas orejas para Ureña por dos estocadas. La primera soltando el engaño, la segunda muy de ley al sexto tras una faena meritoria pero de grandes altibajos. A ese último toro de la semana lo toreó de capa el torero de Lorca con estupendo son. El tercero fue el de peor nota, revoltoso, sin golpe de riñón, claudicante, medios viajes arrepentidos. No fue toro listo, sin embargo. Un trabajito monótono del torero de Lorca.

Con la baja por lesión de Ferrera, entró de sustituto en el cartel Rafaelillo. Es probable que nunca hayan coincidido dos matadores murcianos en Bilbao en una misma terna. Rafaelillo no tuvo la fortuna de matar como Ureña, un pinchazo, una entera a capón y atravesada y dos descabellos en el primero, una estocada traserísima y un descabello en el cuarto, pero justificó su papel de torero de remplazo, pues el toro que partió plaza fue, con el segundo, el que más tuvo que torear. Pelea hubo y la acabó ganado Rafaelillo al descubrir que el pitón izquierdo del toro era un filoncito, hasta que se indispuso el toro y soltó un trallazo. Hubo muletazos a cámara lenta, que son especialidad de este Rafaelillo refrescado con las ganaderías duras. Y hubo, además, cabeza para medir faenas e improvisar sobre la marcha.

También el segundo fue toro celoso y por eso Escribano decidiría muletear más en línea que hacia dentro. Pero hacerlo con guante de seda. La misma manteca que gastó con el quinto. Serio trabajo, faena bien resuelta, de torero con sitio y fe. Está echando un verano extraordinario y eso se dejó notar. Una estocada trasera al segundo intento y rueda de peones.

No hubo faena, salvo la última, que no pasara de los diez minutos. Ni ninguna, salvo la del tercer toro, que no tuviera compañía de la música, que a veces se come faenas y adormila a la gente. Sin música, la faena de Rafaelillo al cuarto, cadenciosa, descarada, segura en el arranque, calentó al público. Cuando atacó la banda, se apagó el efecto. Salvo en un adorno de abanico y desplante. El único abanico de una semana de tanto calor.

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