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mikel labastida
Miércoles, 28 de enero 2015, 20:44
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No hay personaje que se quede pequeño si quien lo representa es Ricardo Darín. Lo demostró en El baile de la Victoria, donde interpreta el papel de reparto de un famoso ladrón de bancos, o en Una pistola en cada mano, en la que dio vida a un hombre que se lamenta, ante un desconocido en un parque, de la situación con su mujer en una de las historias cortas de las que se compone el filme. En Relatos Salvajes vuelve a suceder gracias a Bombita, rol con el que venga, aunque sea a través de la ficción, a todos los que alguna vez nos hemos visto arrastrados por un sistema que nos oprime, que instrumentaliza nuestras vidas y que nos ningunea cuando intentamos plantarle cara.
Todos somos Bombita. Todos hemos observado con impotencia las grúas que se llevan nuestros coches, la indiferencia del que atiende las ventanillas de reclamaciones, el desdén de quienes se supone que pagamos para que nos ayuden, el rechazo de todos los que se han rendido a una sociedad con cada vez más cerebro y menos corazón, una sociedad que obliga a reprimir nuestra ira y a almacenarla donde no moleste. Pero se queda ahí y cuando menos lo esperas se apodera de nuevo de ti y estalla. Todo eso lo provoca Bombita. Y Darín, con la naturalidad y verdad que le caracteriza, lo transmite de maravilla en un trabajo donde los actores están soberbios y con un director ante el que sólo queda rendirse al pasar por su lado. Y gritarle olés por haber peleado para sacar adelante este proyecto, producido por Almodóvar.
La naturalidad de Darín es una de las grandes bazas de un filme bastante coral y en el que es complicado escoger un personaje protagonista. Y he ahí las dudas que despierta que el actor argentino opte a esa categoría en los Goya, que le queda un poco grande a su personaje. Al menos en cuanto a la proporción de metraje en la que aparece en la película.
Darín es un experto en premios prácticamente desde que hizo su primera aparición en la pantalla grande. Nacido en Buenos Aires alcanzó cierta fama en espacios televisivos como Alta comedia y en algunas telenovelas, labor que combinó con el teatro, que ha sido el lugar en el que se forjó profesionalmente.
Cuando interpreta en el cine Perdido por perdido, de Alberto Lechi, hay quien lo descubre y aplaude con entusiasmo, aunque ya había participado en títulos como Los éxitos del amor, El desquite o La Rosales. La popularidad, sobre todo en España, le llega con El hijo de la novia, exitoso filme que permitió que después se revisasen cintas anteriores como El mismo amor, la misma lluvia o Nueve reinas. Fuera de Argentina directores como José Luis Cuerda o Trueba cuentan con él. Mientras que en su tierra natal los suyos no le olvidan y le siguen regalando joyas, como la que le otorgó Campanella, al escribirle el protagonista de El secreto de sus ojos, que luego ganaría el Oscar.
El actor, que ya fue candidato al Goya por El baile de la Victoria y por El secreto de sus ojos, regresa a la gala en clara desventaja frente a Luis Bermejo (que compite por Magical girl) o los inmensos Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo, de La isla mínima. Mucho ojo con Bombita no vaya a reventar la ceremonia si se siente contrariado.
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