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Los museólogos hiperbólicos

La calidad del binomio enseñanza-aprendizaje de cualquier disciplina, científica o humanista, no depende en absoluto de museos grandilocuentes ni pomposos por muy didácticos que se construyan, adecuen y doten de objetos espectaculares e interactivos

Santiago Corchete Gonzalo

Domingo, 3 de diciembre 2017

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Recuerdo una fulgurante y chispeante crónica que, en los años 50 del pasado siglo, firmaba para ABC el genial Julio Camba. La tesis del artículo en cuestión quedaba resumida en la siguiente afirmación: «Los taurófilos hiperbólicos se ponen majaderos». A buen seguro que ustedes se imaginan la consiguiente rechifla que acompañaba a tales palabras. Y es que a veces los extremos, y los extremeños, se tocan y hasta enfrentan por un simple quítame allá esas pajas. Así nos luce el pelo, el pelo de la dehesa, naturalmente. Museo de la Ciencia y la Tecnología de Badajoz, ¿sí o no? Hala, venga, todo el mundo a tomar posiciones y, una vez cada quién en su trinchera, a ‘sostenella y no enmendalla’, pues no se trata de defender el uso de la razón y lo razonable…, sino que consideramos que está en juego algo así como el honor y el brillor, amén del porvenir de Badajoz, vale decir de Extremadura. No, a nuestro modesto juicio, así no se llega a ninguna parte. Porque el papel es tan sufrido que aguanta el peso no solo de la razón de los argumentos concienzudos, sino también la sinrazón de los seudoargumentos, medias verdades, posverdades, falacias y demás palabrería hueca e indocumentada que le echen. Ahora bien, señoras y señores, no todo el monte es orégano.

La calidad del binomio enseñanza-aprendizaje de cualquier disciplina, científica o humanista, no depende en absoluto de museos grandilocuentes ni pomposos por muy didácticos que se construyan, adecuen y doten de objetos espectaculares e interactivos, sino que prioritariamente depende de muchos otros aspectos hasta cierto punto incontrolables: profesorado idóneo, metodologías activas y motivadoras, planificaciones con objetivos correctos y alcanzables, manejo proporcionado de estímulos, evaluaciones participativas, controles de asertividad y un largo etcétera. Es decir, que los museos pretenciosos vienen a constituir algo así como piezas decorativas, ni siquiera herramientas didácticas enteramente eficaces, situadas prácticamente al nivel del excursionismo recreativo más o menos entretenido y hasta curioso, pero muy escasamente edificante. Debo confesar que en el ejercicio de mis muchos años de docencia, directa e indirecta, reglada o no, formal e informal, jamás eché en falta la proximidad de algún hipermuseo rimbombante para poder cubrir la centralidad de los objetivos curriculares. Las vocaciones del alumnado se afirman con la ejemplaridad diaria del profesorado, el contacto y contagio con alumnos destacados y de la influencia ejercida por las propias familias. Las emociones íntimas percibidas de forma directa y fraternal: ojo con ojo, mano con mano, palabra viva con palabra viva, gesto con gesto, todo ese lenguaje semioculto constituye la llave maestra que abre las puertas de la emoción verdadera y de la vocación definitiva de cada persona. ¿Qué pueden aportar a semejante entramado psicológico los grandes museos sean públicos o privados? Francamente muy poco. Tales espacios están bendecidos por la moda consumista que nos asorda, para satisfacer otro tipo de necesidades artificialmente creadas, más que discutibles y espurias. Por mucho que la pregonen y hasta alardeen de ella en sus panfletos publicitarios, la verdadera didáctica les trae completamente sin cuidado. Solo la ofrecen al público para vender y vender su mercadería. Estoy hablando, como es lógico, en términos generales.

Pues bien, en estos momentos la RSEEAP de Badajoz nos quiere vender la moto museístico-científica y tecnológica para instalarla en la ciudad de Badajoz. Varios años atrás, quizá décadas, cierto integrante de la actual RSEEAP consiguió que en el Programa electoral del PSOE ya figurase dicho proyecto, al que la sensatez política de entonces volvió la espalda más de una vez (véanse hemerotecas). Y ahora, encubierto dicho personaje tras la pantalla de una curiosísima «Comisión de la RSEEAP para la promoción del Museo de Ciencia y Tecnología de Badajoz», museo financiado en gran parte con dinero público en lo relativo a construcción, mantenimiento, personal, etc., están dispuestos y decididísimos a llevar a efecto semejante despropósito, ignorando que muchos centros escolares extremeños ya disponen de modestos pero muy creativos y eficaces museos locales propios, olvidando la fecunda trayectoria del de Llerena (véase HOY), así como a la Asociación para la Difusión de la Ciencia y la tecnología, cuya fundadora y profesora de la UEx lleva años siendo «defensora de una ciencia para todos, sacando la ciencia de las aulas y los salones de actos». Así es como nace el amor a la ciencia y a todo: desde lo sencillo y humilde, es decir, como apostilla el conocido dicho anglosajón: ‘The small is beautifull’, esto es, «lo pequeño es maravilloso». Mas no, la RSEEAP es amante de los macro proyectos, de los proyectos faraónicos capaces de inmortalizar su gesta e inscribirla en el gran Libro de las Vanidades mundanas. Habrá que recordarles aquellos versos ripiosos pero certeros: «Tantas idas y venidas / tantas vueltas y revueltas / quiero amiga que me diga / ¿son de alguna utilidad?».

Para finalizar esta croniquilla quizá un pelín chismosa, añadiré que somos legión de votantes quienes suscribimos la bien temperada y prudente tesis de don Javier Marcos Arévalo que originó este saludable contraste de pareceres. Como estrambote final recomendamos a los badajocenses que, de llevarse a cabo ese tal Museo de la Ciencia y Tecnología de Badajoz, y ya que a la RSEEAP le chiflan los proyectos faraónicos, acaso el próximo mega proyecto que se les ocurra sea el intento de trasladar una de las Pirámides de Egipto a Badajoz. De esa manera no solo atraerá clientela turística la ciencia a Badajoz, sino también la Historia Universal. Ojo, señoras y señores, por si acaso, váyanse preparando para el susto.

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