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El escritor colombiano Gabriel García Márquez en 2014.
'Cien años de soledad', medio siglo de magia

'Cien años de soledad', medio siglo de magia

García Márquez refundó la novela en Macondo con una fábula que ha encandilando a 50 millones lectores de todas las culturas

Miguel Lorenci

Lunes, 29 de mayo 2017, 01:21

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Si Miguel de Cervantes fundó la novela en el territorio de la Mancha hace cinco siglos, Gabriel García Márquez la refundó en Macondo hace cinco décadas. Las que cumple 'Cien años de soledad', la novela que cubrió de magia el realismo, situó ante el espejo a América Latina e hizo estallar el 'boom'. Hito literario del siglo XX, no pierde vigor en el XXI y sigue encandilando al millones de lectores de todas las culturas. Se terminó de imprimir el treinta de mayo de 1967 y el cinco de junio estaba en manos de los lectores.

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo» son las primeras palabras de «la novela más hermosa de la lengua española» según Dasso Saldívar, biógrafo de García Márquez (Aracataca, 1927-Ciudad de México, 2014). Traducida a medio centenar de idiomas, ha vendido más de 50 millones de copias legales. Las ilegales ni se sabe.

Paco Porrúa editó en el sello Sudamericana de Buenos Aires los 8.000 ejemplares de la primera edición que, sin ningún apoyo publicitario, se agotó en quince días. Hoy esas copias de 351 páginas se venden por 2.000 euros, más de 20.000 si llevan la rúbrica de Gabo. Su portada no es la original, diseñada por el hispano-mexicano Vicente Rojo. No llegó a tiempo y hubo que improvisar otra de Iris Pagano. Recuperada para la primera reimpresión de 10.000 copias, la portada de Rojo -la que cubre la cabeza de Gabo en la foto de Colita- acabaría siendo tan legendaria como el libro.

Dos décadas después de publicar su primer cuento, 'La tercera resignación' (1947) Gabo no sospechaba que la saga de la familia Buendía y su mágico territorio de Macondo le otorgaría un lugar de privilegio en los anales de la literatura. El escritor colombiano atravesaba una deplorable situación económica y una crisis creativa de cinco años que superó escribiendo la hoy legendaria saga. Había perdido varios empleos como periodista cuando en 1965 se encerró en una habitación de México DF durante 18 meses para narrar la epopeya de los Buendía.

Revelación

Tuvo una «revelación» en enero de aquel año, mientras conducía entre México y Acapulco. «¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo!», le dijo a Mercedes Barcha, su mujer.

En el verano de 1966 la concluía. Las atosigantes deudas familiares superaban los 10.000 dólares. Para poder paga el envío el original por correo Gabo tuvo que dividir el original en dos paquetes y empeñar una batidora, un secador de pelo y una estufa. «Solo falta que la novela sea mala», clamó escéptica la esposa del escritor. Porrúa envió un anticipo de 500 dólares a Gabo que, a sus 39 años, había publicado ya 'La hojarasca' -donde cita Macondo por primera vez-, 'La mala hierba' y 'El coronel no tiene quien le escriba'. El colombiano destruyó el primer mecanoscrito, plagado de correcciones, «para que nadie descubriera la carpintería».

Quince años después, en 1982, los académicos suecos concedían el Nobel a García Márquez. Lo recibirá ataviado con la típica guayabera blanca del Caribe y portando una rosa amarilla, símbolo de Colombia y amuleto que no faltó ningún día en su escritorio. Lo agradeció con un dolorido canto de amor a América Latina y el deseo de «una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra».

En 2007, cuarenta años después de la aparición de su novela, con ochenta cumplidos y acosado por los primeros embates de la desmemoria, Gabo era reconocido en su amada Cartagena de Indias como el más grande fabulador de la literatura en español de su tiempo. Fue en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, en el que las 22 academias bendijeron la edición conmemorativa que situó a la novela a la altura de 'El Quijote' y equiparó dos territorios míticos: Macondo y La Mancha.

En la portada de aquella histórica edición de 756 páginas un ramo de laurel amarillo simboliza la inmortalidad y evoca al tiempo las mariposas amarillas que revoloteaban alrededor de Mauricio Babilonia, el personaje aprendiz de mecánico en los talleres de la compañía bananera de un Macondo tan relevante ya como La Mancha.

Incluía un glosario de 55 páginas con los términos más peculiares de los habitantes de Macondo elaborado por la academia colombiana de la lengua. También un árbol genealógico con la extensa saga de los Buendía, algo que muchos de su lectores trataron de elaborar con enorme dificultad, e 'Historia de un deicidio', el extenso ensayo que Mario Vargas Llosa escribió antes del puñetazo que trocó en enconada enemistad una profunda amistad. Una complicidad fraguada en los años de Barcelona, cuando los futuros premios Nobel vivían a una manzana de distancia en el barrio de Sarriá y estaban bajo la tutela de la 'superagente' Carmen Balcells, crucial guardiana de sus talentos y sus carreras.

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