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Autor: Julio Llamazares. Relatos. Editorial: Alfaguara. 104 páginas. Madrid, 2014. Precio: 16 euros
Julio Llamazares o poética de la desubicación
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Julio Llamazares o poética de la desubicación

La editorial Alfaguara rescata ahora este título del autor leonés que había quedado desubicado en su obra igual que los propios personajes

IÑAKI EZKERRA

Viernes, 2 de mayo 2014, 18:50

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En mitad de ninguna parte es un libro en el que Julio Llamazares reunió en su día siete magníficos relatos que quedaron un tanto olvidados, como marcados por ese sugerente título más de lo que cabía esperarse tratándose de un autor conocido. A ello contribuyeron las clásicas desventajas comerciales que tiene este género literario frente a la novela así como la desaparición de la exquisita y casi artesanal editorial Ollero & Ramos, que lo publicó hace diecinueve años.

La contradicción que alberga dicha desubicación es que no habrá un libro mas llamazariano que éste, más imbricado en el estilo, en los intereses argumentales y en las claves temáticas del escritor hasta el punto de que sus historias ejemplifican de una manera que no podía ser más explícita su poética narrativa, que no es otra (la paradoja aquí es doble) que la de la condición desubicada del ser humano. Precisamente porque todos los personajes de estos cuentos se hallan domiciliados en una fecunda tierra de nadie, responden al canon literario, psicológico, vital y moral de un narrador que ha insistido en plasmar en toda su obra, incluso en los mismos textos periodísticos, una marginalidad y una precariedad casi ontológicas; en hablar de seres que están «donde no debían estar», en las afueras de la realidad o de la Historia, En Babia (1991) o en donde Nadie escucha (1995); en el exilio del recuerdo, de la contemplación, de la inmigración o de la expropiación; en Vegamián, el pueblo donde él nació y que pereció bajo las aguas de un pantano o, como es ahora el caso, En mitad de ninguna parte.

Desubicación que, en el relato que abre el volumen, titulado Un cadáver de pavo en la nevera, presenta en principio un carácter conyugal y doméstico que se refleja ya en las primeras líneas «La Nochebuena de 1971, los señores volvieron a reñir» pero acaba convirtiéndose en una desubicación espacial cuando el marido, harto de la esposa tiránica, opta por el suicidio colgándose de una lámpara en compañía del pavo de la cena navideña. No será menos física, además de social y legal, la desubicación del bienintencionado protagonista del segundo cuento, Piloto suicida, al que detienen y acusan tanto de conducción temeraria como de robo por tratar de quitar de en medio de una calle un camión que obstruye el tráfico. Tampoco será éste el único personaje del libro que tiene problemas con la Ley. El de Nocturnidad, se topará con la denuncia que le pone una chica a la que se niega a servir una última copa en el bar que él regenta.

El hombre es condenado por «desacato a la autoridad», pero resulta obvio que el verdadero «delito» que al juez que lo juzga le parece aborrecible es el de «nocturnidad», o sea el de su costumbre de trasnochar. Otra vez nos encontramos con un caso de desubicación que en esta ocasión es temporal, o sea de naturaleza horaria, y que será de género literario en el cuento anterior a éste, La novela incorrupta, en el que el héroe es un poeta que, después de dedicarse durante toda su vida a escribir versos, decide pasarse a la novela cuando desentierran a su bisabuela, o sea cuando también cambian de lugar a ésta, y se puede comprobar que el cuerpo ha permanecido extrañamente intacto mientras dormía bajo tierra, hecho que, tras una hilarante serie de lucubraciones, conduce a la inevitable tesis de la santidad de la difunta.

Quizá el personaje más emblemático de estas prosas sea el que protagoniza Paso a nivel sin barreras, un jefe de estación que, tras ser despedido por el cierre de la línea ferroviaria que vigilaba y que atravesaba una zona minera, se obstina en seguir paralizando el tráfico de la carretera para un tren fantasmal que no volverá a pasar nunca. A esa historia le sigue El padre, el único relato que no tiene por escenario las tierras leonesas sino una pequeña localidad sueca en la que una niña supera la ausencia de la figura paterna atribuyendo a la madre los rasgos heroicos y fantásticos de una leyenda que solía contar su abuelo.

El broche final del libro lo pone No se mueve ni una hoja, un cuento en el que dos ancianos viudos miran los árboles y las estrellas mientras mantienen un diálogo sin palabras que es un claro antecedente de la última novela de Llamazares, del padre y el hijo miran Las lágrimas de San Lorenzo, a la vez que un homenaje a la amistad y la contemplación, dos formas de luchar contra la desubicación que representa la caducidad de la existencia.

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