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Giorgio de Chirico, el enigma infinito

Su «visionario» viaje de la pintura metafísica al retorno al clasicismo, recreado en su mayor retrospectiva española. Saqueado por los surrealistas, el pintor italiano fue uno de los creadores más originales e influyentes del siglo XX

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Miércoles, 22 de noviembre 2017, 19:21

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Misteriosa, enigmática, existencial y visionaria. Así es la pintura de Giorgio de Chirico (Volos, Grecia, 1888 - Roma, 1978), creador de la pintura metafísica, 'padre' del surrealismo, y uno de los creadores más originales e influyentes del siglo XX. Un pintor filósofo de ojo metafísico. Un singularísmo poeta de la pintura cuyos solitarios e inquietantes paisajes y naturalezas muertas son perdurables e imitados iconos del inconsciente colectivo. Su pintura es un enigma infinito, un profundo misterio que fascina hoy al espectador como a los surrealistas que la saquearon sin cuento.

Lo evidencia 'El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad', la gran retrospectiva que CaixaForum Madrid dedica a este cosmopolita creador nacido en Grecia, formado en Alemania y consagrado en Francia, Italia y Estados Unidos.

Recorre la variada y larga trayectoria del artista italiano más notable del siglo pasado. En 143 obras entre óleos, dibujos, litografías y esculturas, datadas entre 1913 y 1976, revisa todas sus fases y claves creativas, desde sus inicios nihilistas, su etapa en el retrato clasicista, las épocas de las metafísicas plazas italianas y los maniquíes que le singularizaron, su criticado retorno al mundo clásico y su madurez neometafísica. Un largo y «visionario» viaje en el que realizó 4.000 pinturas y 2.000 dibujos, sin desmayo de los diez a los noventa años.

Hijo de un ingeniero ferroviario, creció De Chirico entre Grecia, Italia y Alemania. En Múnich devoraba los textos de Nietzsche y de Schopenhauer y su pintura se impregnó de nihilismo. En 1910, en Florencia, da carta de naturaleza a esa pintura metafísica que según él mismo aclara «revela un mundo existente fuera de la cosas conocidas por el espíritu humano». Tenia 22 años cuando una «revelación» en la Plaza de la Santa Cruz le mostró el camino que inició con 'El enigma de un tarde de otoño', su primera y legendaria pintura metafísica y gran ausente en la exhaustiva muestra.

«Su innovación radica en la indagación del mudo de la psique, algo que nadie había hecho», dice Fabio Benzi, miembro del consejo científico la Fudación Giorgio e Isa De Chirico. «Es un genio itinerante, un artista siempre a contracorriente, nacido cosmopolita como Picasso o Kandisnky, pero que no necesitó a sus amigos vanguardistas para su aventura», resume Benzi. Su influencia «va mucho más allá del mundo del arte y con su invención de la pintura metafísica protagoniza una de las revoluciones más importantes en el arte y el pensamiento del siglo XX» agrega.

«Indaga en sentido de la existencia y del universo, que cobra forma en el arte metafísco» corroboran las comisarias de la muestra, la historiadora del arte Mariastella Margozzi, y Katherine Robinson, de la fundación De Chirico. «La reflexión sobre el subconsciente y las manifestaciones del sueño que ocuparon una parte significativa del arte del siglo XX tiene sus raíces en el mundo visionario de De Chirico», apuntan. Amigo de Picasso y un referente para Dalí, su enigmática visión de la realidad conectada con el sueño y la memoria, fue determinante para el surrealismo, que saqueó su imaginario. Como el realismo mágico, el arte pop, el conceptual y la publicidad.

Mirada transformadora

«Tengo una gran riqueza de experiencias psíquicas, y la verdad es que me asaltan las visiones. Buceo en la verdad y puede que sea una visionario» reconoce el propio artista en un vídeo. «Muchos creen que la fantasía es el don de imaginar cosas no vistas, pero para un pintor es el poder de transformar lo que ve» agrega De Chirico a los pies del Partenón.

La muestra abre una ventana a ese mundo metafísico e imaginario «para descubrir y conocer a un gran maestro del arte visual, de la escritura y de la reflexión crítica y teórica», según sus organizadores. Un gran innovador «que cambió el destino del arte moderno y cuyas resonancias e inspiraciones vibran en el contemporáneo». Reúne esculturas, dibujos y litografías. Algunas obras apenas vistas, como el puñado de esculturas realizadas a partir de 1940 en terracota, y en bronce entre 1968 y 1970, siempre en tiradas limitadas. El grueso de las 143 obras procede de la fundación Giorgio e Isa de Chirico, aunque hay préstamos de más de una veintena de museos y colecciones privadas. Destaca la decena de pinturas cedidas por la Galleria Nazionale d'Arte Moderna de Roma.

Dividida en seis ámbitos desplegado en torno a una de su metafíscas 'piazzas', se inicia con una colección de retratos y autorretratos que se interrogan sobre el yo y los otros. Pasa a los interiores metafísicos, ligados a su estancia en Ferrara y el descubrimiento de la arquitectura renacentista, junto a la ciudad industrial y sus fábricas. El tercer apartado se centra en la plaza de Italia de Roma y en la presencia del maniquí que culmina el enigma metafísico. Las tres últimas secciones -Baños misteriosos, Historia y naturaleza, Mundo clásico y gladiadores- describen un viaje a las raíces de la cultura europea: la búsqueda de la intimidad, el tiempo, la tensión entre realidad, ficción y teatro.

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