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COLPISA / AFP
Jueves, 21 de mayo 2015, 16:49
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Inmigración ilegal, trata de blancas, desempleo, delincuencia juvenil. El festival de Cannes se vuelve a convertir en caja de resonancia de los problemas de nuestra sociedad.
El último ejemplo es 'Deephan', drama del cineasta francés Jacques Audiard ('De óxido y hueso') que aspira a la Palma de Oro, se ha proyectado este jueves en el Palacio de Festivales de la Croisette.
Deephan es un combatiente de los Tigres tamiles que huye de Sri Lanka tras una matanza del Ejército y se refugia en Francia con una mujer y una niña a las que hace pasar por miembros de su familia. Recala como portero de un edificio en una violenta 'cité', los guetos franceses de la inmigración, donde tiene que convivir con otra guerra, la del tráfico de drogas y la exclusión.
La película de Audiard es uno de los numerosos dramas sociales presentados este año tanto en la competición oficial como en la Quincena de Realizadores o en Una Cierta Mirada.
Contrariamente a lo habitual, un drama social, 'La tête en haut', sobre el esfuerzo de una jueza (Catherine Deneuve) para rescatar a un menor del mundo de la delincuencia, de la realizadora francesa Emmanuelle Bercot, abrió este año la mayor cita cinematográfica del mundo. El director artístico del festival, Thierry Frémaux, lo justificó por la "realidad social francesa, que es un poco mundial". Al igual que ocurrió en su día con la guerra de Vietnam, que inspiró algunos de los mejores filmes de guerra de la historia, recordó. Otro filme francés sobre los estragos de la globalización y el capitalismo salvaje, 'La loi du marché', aspira a hacerse con algún premio el domingo.
Sensibilización de la sociedad
El chino Jia Zhang-Ke ha llevado por su parte a Cannes 'Mountains may depart', un retrato del acelerado proceso de desarrollo y desigualdades de la sociedad china, que también compite en la sección oficial.
"Ningún filme puede cambiar la realidad", reconoce el cineasta filipino Brillante Mendoza, presente en Cannes con la tragedia de los supervivientes del devastador tifón 'Haiyán' en 'Taklub'. Pero puede llegar a sensibilizar.
Eso es al menos lo que espera el colombiano José Luis Rugeles con su película 'Alias María', un retrato desde el interior de la guerrilla. Espera que la película ayude a sus compatriotas a entender cómo es la guerra.
Al igual que en otras partes del mundo, el pujante cine latinoamericano, a menudo realizado con actores desconocidos y modestos presupuestos, es espejo de una realidad social desigual y violenta como pocas. Desde el argentino Santiago Mitre, con su drama 'La Patota' sobre el compromiso político con los más desfavorecidos, pasando por el mexicano David Pablos, con 'Las elegidas', sobre la trata de blancas para la prostitución, o 'La tierra y la sombra', ópera prima introspectiva del colombiano César Acevedo, que retrata el duro universo de una plantación de caña de azúcar. "El cine, el arte, se alimentan de la realidad", justifica el mexicano David Pablos.
Sin embargo, la mayoría de los filmes latinoamericanos están fuera de la lucha por la Palma de Oro, en la que sólo participa el mexicano Michel Franco con 'Chronic', que ha optado por el inglés para contar una historia sobre un enfermero que asiste a pacientes en estado terminal.
Cannes, que huye de las grandes producciones hollywoodienses y del cine de acción -sólo 'Sicario', del canadiense Denis Villeneuve que concursa en la sección oficial responde a esta categoría- es la plataforma ideal para el cine de autor, que no siempre es el preferido del público en las salas comerciales, y menos en América Latina, donde la industria cinematográfica estadounidense sigue marcando el paso.
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