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Una mujer observa algunas de las obras que componen la exposición 'Expresionismo Abstracto'.
Estallido expresionista en el Guggenheim

Estallido expresionista en el Guggenheim

El museo bilbaíno revisa el liberador movimiento que iluminó la modernidad

Miguel Lorenci

Jueves, 2 de febrero 2017, 12:57

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Willem de Kooning tenía que optar por comprar comida o tabaco y robaba la electricidad a sus vecinos. Vender un cuadro era un insólito milagro para el primer Jackson Pollock. Mark Rohtko vivía a mediados del siglo XX de un mísero sueldo, los 150 dólares que le daba Peggy Guggenheim. Malvendía sus cuadros por menos de 200 dólares. Siete décadas después, las obras de estos pintores se acercan a los cien millones de euros en las subastas. Son tres de los pilares del expresionismo abstracto norteamericano. Una corriente poderosa, iconoclasta, fugaz, radical, iluminadora y muy influyente que el museo Guggenheim revisa y reivindica en una muestra histórica que celebra el liberador estallido que cambió la historia del arte.

Reúne un centenar largo de piezas de los grandes expresionistas americanos que sin escuelas ni manifiestos 'asesinaron' el cubismo y el surrealismo a golpe de energía y emoción. Y de paso a París como capital mundial del arte, para erigir la nueva Meca artística en Nueva York y ceder luego el testigo al pop y al minimalismo.

Con patrocinio de la fundación BBVA y organizada junto a la Royal Academy de Londres en el vigésimo aniversario del museo bilbaíno, Expresionismo abstracto da cuenta de la potencia transformadora de aquel fenómeno poliédrico y fluido que aportó osadía, diversidad y una desconocida libertad expresiva a la pintura y al creador. Lo hace con un puñado de piezas y lienzos icónicos, de escala colosal en muchos casos, firmados por genios como Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem de Kooning, Robert Motherwell, Arshile Gorky o Clyfford Still.

Muchas de las 130 obras que han logrado reunir las comisarias Lucía Aguirre y Edith Devaney no se habían visto antes a este lado del Atlántico. Es además la primera muestra que se dedica en Europa en el ultimo medio siglo a este movimiento crucial, un caleidoscopio de artistas dispersos que reformularon la naturaleza de la pintura y abrieron nuevos caminos primando el gesto y la emoción.

Expresividad, intensidad, espontaneidad y libertad plena son las características comunes de la mayoría de estos creadores que otorgaron además al espectador un protagonismo insólito. Ellos expresan sus emociones y transmiten su presencia a través de su obra, de su gesto, pero es la percepción del observador la que la concluye y da sentido al proceso creativo.

«La pintura abstracta es abstracta. Se enfrenta a ti» afirmó en 1950 Jackson Pollock, uno de los popes de un grupo incomprendido y ninguneado en sus orígenes. Casi todos hoy en el Olimpo del arte y con cotizaciones de infarto en las subastas, los fundadores del expresionismo abstractos tardaron lo suyo en encontrar el respaldo de la crítica, de los marchantes y de unos museos y coleccionistas que hoy se disputan las carísimas telas de unos artistas de vidas difíciles y de trágico final en muchos casos. Del Pollock borracho que se mató al volante de un automóvil, o del Rothko que se suicidó en su estudio, aislado, alcohólico y enfermo.

En la selección del Guggenheim están todos los artistas que propiciaron y protagonizaron un giro radical en el arte del sigo XX. Jackson Pollock, el adalid del movimiento, con su gigantesco 'Mural' creado a golpe de salpicaduras en 1943 para la casa Peggy Guggenheim en Nueva York, y otras siete telas de gran formato y la misma y osada técnica: los laberínticos goteos que describe como «energía y movimiento hechos visibles. También Mark Rothko, con ocho de su enigmáticos y enormes rectángulos de color yuxtapuestos, «emociones puras» y expresión de «tragedia, éxtasis y fatalidad», según él. Willem de Kooning, dominador del gesto y el color explosivo y emocionante; Robert Motherwell, con sus más de 200 'Elegías de la II Republica española' de las que se exhibe una gigantesca.

A ellos se suman David Smith, con sus originales esculturas; Barnett Newman con sus sintéticas 'cremalleras' o el 'outsider' Clyfford Still, a quien el Guggenheim ha reservado la espectacular sala 208 en la que reúne trece de obras de gran formato, nueve de las cuales no habían salido jamás de Denver.

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