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La actriz Carmen Machi, fotografiada el pasado 29 de agosto en Barcelona. :: efe
«Tiene que haber otros caminos para hacer cine, no solo el de las televisiones»

«Tiene que haber otros caminos para hacer cine, no solo el de las televisiones»

La popular intérprete encarna a una prostituta amargada en 'La puerta abierta', una cinta independiente recién estrenada en los cines

MÓNICA BERGÓS

Jueves, 8 de septiembre 2016, 13:47

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La primera incursión en el largometraje de la realizadora argentina Marina Sereresky se encuentra a medio camino entre el drama y la comedia negra. 'La puerta abierta' cuenta con el gran atractivo de un intenso duelo actoral entre una brillantísima Terele Pávez, quien encarna a una anciana lenguaraz y chispeante que malvive en una humilde corrala madrileña, y una soberbia Carmen Machi, en la piel de su atormentada hija, una prostituta cargada de amargura.

Al festín interpretativo se suma Asier Etxeandia, cuyo irresistible personaje, una encantadora travestí que lleva por nombre Lupita, es un reconocible guiño almodovariano que dialoga con la inolvidable Agrado de 'Todo sobre mi madre'. Machi atiende a HOY en una sala del cine Boliche, en Barcelona.

La película tiene su germen en la obra de teatro 'Agosto', de Tracy Letts, que también ofrece un viaje a las cloacas de una familia.

Además de realizadora, Marina es actriz. Era compañera en la obra, cuando la representábamos en el Valle Inclán. Amparo Baró era mi madre, yo hacía de hija. Viéndonos trabajar con estos roles empezó a escribir el guion. Quería ver esa relación imposible entre madre e hija. En el proceso de pruebas y vestuario, Amparo comienza a enfermar y fallece, pero antes de su muerte decide que sea Terele Pávez quien haga su papel.

El resultado es una película con mucha carga teatral.

Sí, completamente. La película tiene una temperatura muy argentina en cuanto al tempo. No apretar, las cosas tienen que ir ocurriendo. La palabra escrita es la que tiene el peso.

La relación que recrea junto a Terele Pávez entre madre e hija está envenenada.

Es una relación imposible. Yo personalmente tengo buena relación con mi madre. Me cuesta llevar esta descarga de hastío. El personaje de Terele lo vomita todo. El de la hija alguna vez estalla, la mayor parte lo lleva en silencio. Hay un reproche tan grave... No se quieren ni una ni la otra. No se hablan, se berrean, ni siquiera se miran. No existe ninguna concesión para esta relación. Carece de amor. Esto tenemos que evitar que nos pase en la vida.

¿Cómo ha preparado un personaje tan contenido, que expresa a través de silencios?

Me dejé llevar por lo que Marina quería: la más absoluta economía. Tú estás y la cámara te filma, en vez de buscar tú a la cámara. La localización es una corrala real. Es una casa de 60 metros cuadrados. Todo el equipo metido ahí, durante doce horas. Era muy asfixiante. La corrala en la que rodamos, en Chueca, es maravillosa, pero esa cosa asfixiante le dio aroma a la película. Y mi personaje, Rosa, es muy gris, amargo, desolador. La verdad es que me compadezco de ella. Se niega a la felicidad. Cuando el rodaje finalizó, necesité irme una semana a Cádiz a desconectar y a buscar un poco de luz.

Tras trabajar en grandes producciones como 'Ocho apellidos vascos' y su secuela, ¿qué ofrece a su dilatada carrera como actriz participar en películas de bajo presupuesto como 'La puerta abierta'?

Para un actor es fundamental compaginar trabajos de distinta naturaleza. Estos proyectos pequeños te equilibran, te ponen en la tierra. Te hacen ser muy consciente de que hacer una película es un milagro. Ya es difícil con financiación, imagínate sin ella. Y esta película se ha hecho sin apenas financiación. Marina y el productor, su marido Álvaro Lavín, son los dueños absolutos del producto. Nadie ha metido mano. Hay algo más artesanal. Esto me parece muy bueno. Tiene que haber otros caminos para hacer cine, no sólo el de las televisiones. Lo que no quiere decir que no sienta el mismo respeto por 'Ocho apellidos catalanes'. El trabajo es el mismo. El equipo se empeña de la misma manera.

¿Cómo vive ponerse en manos de directores noveles?

Me gusta muchísimo. Recientemente también he trabajado con Manuela Moreno en 'Rumbos'. Comparten la mirada del director, que tiene puesta el alma, la necesidad más absoluta, casi enfermiza, de sacar su proyecto adelante. Normalmente lo tienen muy claro. Te enseñan muchísimo. Qué vas a ponerte tú a discutir. Trabajar con Emilio Martínez Lázaro y con un director novel para mí es lo mismo. Todos muestran la necesidad imperiosa de sacar adelante su historia. Acabo de hacer 'Pieles' con Eduardo Casanova, una persona que yo he criado en mis pechos, ya que era compañero de reparto en 'Aída', y me encanta. Son una generación de directores que son el presente y el futuro del cine en este país.

¿Le ha resultado difícil desvincularse de la sombra de 'Aída'?

No lo vivo como una carga. La serie y el personaje fueron una bendición en mi vida. Si estamos hablando aquí tú y yo seguramente es gracias a eso. Me fue muy constructivo. No sé por qué se ha dicho que me machacó. No, todo lo contrario. Es cierto que duró mucho, pero creo que es una de las mejores series que se han hecho en televisión.

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