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El escritor Félix de Azúa, ayer, en la RAE.
Elogio a la serendipia en la docta casa

Elogio a la serendipia en la docta casa

Féliz de Azúa ensalza la casualidades que le han llevado al sillón 'H' de la RAE, ocupado antes por Martín de Riquer

DANIEL ROLDÁN

Lunes, 14 de marzo 2016, 09:26

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madrid. El cuento y las nuevas palabras fueron las herramientas que eligió Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es su discurso de entrada en la Real Academia Española para ocupar el sillón 'H'. Una excusa perfecta, a la vez para glosar también la figura del anterior inquilino de ese lugar tan ilustre, Martín de Riquer, fallecido en septiembre de 2013. Un amante de las palabras y un recuperador de palabras que el paso del tiempo les había colocado una patina de polvo por su desuso. «Era un hombre pequeñito, enérgico y con una oratoria inflamada. Lo más conspicuo era que le faltaba un brazo, pero daba la impresión de que lo movía blandiendo uno de los espadones de sus caballeros renacentistas. Hablaba de armamento antiguo, pero se le adivinaban unas ganas tremendas de participar en las batallas que describía», apuntaba el escritor durante su discurso, titulado 'Un neologismo y la Hache'.

El autor de ensayos como 'La paradoja del primitivo' o 'El aprendizaje de la decepción' contaba de esta manera la primera vez que vio a uno de los grandes mediavelistas españoles. Fue el 4 de noviembre de 1970 y fue una serendipia para el nuevo académico. Acudiendo al Diccionario de la RAE, una serendipia es un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. Grandes cosas a lo largo de la historia se pueden encajonar en esta palabra, como el descubrimiento de América, «y cosas más humildes de cierta utilidad para algunos pacientes, como la viagra, que apareció cuando los científicos buscaban un fármaco contra la angina de pecho». Así, de chiripa, conoció el nuevo académico a su antecesor hace cuatro décadas en una conferencia sobre el lenguaje guerrero de los siglos XI al XV. Y descubrió el meticuloso trabajo de Riquer para saber que «términos como bocla, asbergo, gambax o el yelmo cónico con nasal datan con certeza un texto».

De Azúa desgranó que otra serendipia provocó que Carlos Barrall y Mario Vargas Llosa -que dio la contestación al nuevo académico- se encontraron a Riquer cuando perseguían las huellas de Joanot Martorell, autor de 'Tirante el Blanco'. Y ese trío azuzó, de alguna manera, para que en los años setenta Félix de Azúa decidiera escribir una novela histórica que «eran consideradas entretenimientos infantiles como el cómic del Capitán Trueno o bien productos comerciales para señoras románticas». El académico barcelonés, contó en la docta casa, veía en los caballeros de centurias atrás las revueltas estudiantiles de los dos lados del Atlántico. Se alumbraba un mundo nuevo, pero «desde luego no sería comunista, como nosotros pensábamos entonces». En el nuevo mundo, explicó a los académicos e invitados, «tendrá mucha mayor influencia sobre el ámbito laboral la acción de la píldora anticonceptiva que las obras completas de Marx».

Reconoció el ensayista que en aquellos años, cuando el franquismo estaba exhalando sus últimos suspiros, se sentía como aquellos cruzados de la séptima aventura por recuperar Tierra Santa que «no ganaron una sola batalla, que fueron hechos prisioneros casi desde que pusieron pie en tierra, que sufrieron la lepra, la humillación a cambio de nada y por permanecer fieles a una ideología». De Azúa consideraba esperanzador el ideario comunista, «cuando en realidad ya habían fracasado en todas partes con enormes carnicerías que podían compararse con las del Tercer Reich».

Paz y ensayo

El nuevo académico, elegido el 18 de junio de 2015 a propuesta de Carmen Iglesias, Javier Marías y Santiago Muñoz Machado, aseguró que fue «traído» a ese sillón hace cuatro décadas. Un tiempo en el que demostrado «su independencia, originalidad e insolencia», en palabras de Vargas Llosa. El Nobel peruano aseguró que, después de la muerte de Octavio Paz, no existe en «nuestra lengua» un ensayista «más personal, cosmopolita e ilustrado». Ensayos, reseñas de libros, blogs y novelas que, «aunque cuenten una historia y tengan personajes, le sirven sobre todo para defender sus ideas, expresar sus fobias y pasiones».

Vargas Llosa alabó la capacidad del nuevo académico de probar que «el pensamiento más elevado y culto no está reñido con la claridad expositiva y que un escritor de talento puede llegar a los lectores», Y su valentía, que le ha llevado a enfrentarse «al nacionalismo catalán, al terrorismo etarra y a cualquier medida que signifique una marcha atrás en las libertades, la legalidad y los derechos humanos que trajo consigo la Transición española».

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