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Una turista. :: martin parr
¿Realmente le gusta Benidorm a Martin Parr?

¿Realmente le gusta Benidorm a Martin Parr?

Parr, uno de los más célebres fotógrafos del planeta, ha sido criticado por vestir con ebullición de colores una mirada agria hacia los pobladores de las villas turísticas o los objetos cotidianos del consumo popular

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Martes, 9 de febrero 2016, 09:20

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Sería tentador acuñar una imagen sardónica del fotógrafo Martin Parr si él no lo hubiese hecho ya. Está en la colección de retratos a los que se lleva sometiendo en las tres últimas décadas, en los lugares que visita, para documentar cómo se retrata a las personas en el mundo. La serie ocupa la primera sala de su nueva exposición, en la Hepworth Gallery de Wakefield. Hay allí, junto a fotos en las que posa vestido de policía americano o es estampita pintada en Corea del Norte, una en blanco y negro de un más joven Parr que podría encajar en la antigua orla de una universidad española: cabeza ladeada y mirando al objetivo, chaqueta, seriedad solemne, agudeza aguileña de la mirada y la línea tan delgada de los labios. Solo los efectos de la sardonia estimularían en tal rostro la simulación de una sonrisa.

Parr, uno de los más célebres fotógrafos del planeta, ha sido criticado por vestir con ebullición de colores una mirada agria hacia los pobladores de las villas turísticas o los objetos cotidianos del consumo popular. Pero mientras describía su trayectoria por las salas de la exposición, en el museo que lleva el nombre de la escultora Barbara Hepworth, parecía un hombre relajado.

En el elegante y austero edificio diseñado por David Chipperfield, se presenta el último trabajo de Parr, que ha documentado los procesos y el personal en las últimas granjas dedicadas al cultivo del ruibarbo en la oscuridad, una técnica tradicional en un triángulo trazado entre localidades de Yorkshire.

Enojado por las críticas de 'The Last Resort' (la última playa), sorprendido por su éxito en la sociedad thatcherista cuando a él no le gustaba Thatcher, dedicó los años siguientes a retratar a la clase media. Y la mirada, en 'El coste de la vida', fue sardónica, tal vez sarcástica.

Tras ver esta anatología de su obra, no parece haber duda de que a Parr no le gustan ni el turismo populoso ni el consumismo, temas persistentes en su carrera, ni las personas que los practican. Pero el encuentro con el fotógrafo desconcierta: «Me encanta Benidorm», decía esta semana.« Regresé hace unos dos años y volveré ahora. Me gusta mucho».

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