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Portada de un libro sobre la extremeña, publicado por el profesor peruano Jaime Ariansen Céspedes.
La historia desconocida de la extremeña que llevó el trigo y el olivo al Nuevo Mundo

La historia desconocida de la extremeña que llevó el trigo y el olivo al Nuevo Mundo

El escritor Jesús Sánchez Adalid ensalsó esta semana en Badajoz la apasionante vida de Inés Muñoz, la cuñada de Francisco Pizarro, que se embarcó en el viaje a la conquista de Perú

Ángela Murillo

Viernes, 23 de enero 2015, 13:07

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La Historia suele ser ingrata con esos personajes secundarios cuyas hazañas quedan ensombrecidas por las gestas de los grandes protagonistas. Le ocurrió a muchos extremeños que se aventuraron en el descubrimiento y colonización del nuevo mundo junto a los conquistadores de relumbrón.

El escritor Jesús Sánchez Adalid, defensor a ultranza de la novela histórica, es uno uno de los extremeños empeñados en bucear en la vida de quienes se aventuraron a lo desconocido en los primeros viajes a América. En sus relatos y conferencias ensalza con entusiasmo los logros y peripecias de aquellos extremeños maltratados por la historiografía, hasta el punto de ser "auténticos desconocidos en sus pueblos natales", que a veces ni siquiera les han dedicado una calle por pura ignorancia.

El autor de 'El Mozárabe' y 'El Cautivo' abrió esta semana en las Casas Consistoriales de Badajoz el ciclo de conferencias Aula Iberoamérica, organizado por la Universidad de Extremadura y el centro de estudios iberoamericanos CEXECI.

Bajo el título 'Extremeños en el Nuevo Mundo', el escritor y sacerdote aprovechó este foro para arrojar algo de luz sobre personajes destacados de la presencia extremeña al otro lado del océano. "Hemos olvidado lo obvio, como que en las tres carabelas de Colón viajaban muchos extremeños".

La historia de doña Inés Muñoz, cuñada de Francisco Pizarro, es una de las más interesantes de cuantas reseñó Sánchez Adaliz en su conferencia. Esta mujer "formó parte del contingente de rudos hombres" que viajaron junto a Francisco Pizarro" al país de los incas, recuerda el escritor peruano Rómulo Cúneo-Vidal en un texto sobre la extremeña con base en el Diccionario Histórico Geográfico de Manuel de Mendiburu. La extremeña, que llegó a Cajamarca en 1532, ha pasado a la historia por haber llevado a Perú la primera simiente de trigo y plantones de olivo al nuevo mundo, erigiéndose en una especie de Ceres peruana.

Casada con Martín de Alcántara, hermano de madre del conquistador trujillano, se embarcó entre hombres rumbo a las indias occidentales. La alcantarina demostró grandes conocimientos agrónomos y logísticos, pues junto a su marido formaría uno de los hogares más opulentos de Perú. Además de sus aportaciones a la alimentación de los habitantes del Nuevo Mundo, fundó Inés un obraje de tejer lanas, en el distrito de Jauja -cuyos excesos dieron fama a este lugar más allá de sus fronteras-contribuyendo así a una incipiente industria textil.

Uno de los episodios más dolorosos sufridos allende los mares por doña Inés fue la trágica muerte de su esposo y su cuñado. Las crónicas cuentan que Pizarro cenaba en casa de sus cuñados cuando un clérigo acudió para avisarles de que al día siguiente alguien atentaría contra su vida. Aviso que se cumplió con trágica puntualidad por parte de los partidarios del rival de Pizarro Diego de Almagro. Una vez muertos los dos hermanos, Inés dio muestras de entereza haciéndose cargo de los cadáveres, dando apresurada sepultada a los cuerpos ayudada de un español, un indio y un esclavo negro, en el patio de los naranjos de la iglesia mayor en construcción.

Década después, viuda por segunda vez, anciana y habiendo perdido a sus hijos, Inés consagró su cuantiosa fortuna a la Iglesia, llegando a tomar los hábitos al final de sus días. En 1573 fundó el monasterio de la Concepción de Lima, donde falleció ya ciega, rondando los noventa años de edad.

El director del Centro de Investigación de los Andes es seguramente la persona que mejor conoce las vivencias de la insigne extremeña. Jaime Ariansen Céspedes compró hace 40 años una serie de documentos de Inés Muñoz. Se trata de interesantes "manuscritos de sus días fragosos de la conquista". Con este interesante material en sus manos, Céspedes se dedicó a recolectar la información existente en archivos y biblioteca; y a partir de sus investigaciones vio la luz 'El Diario de Inés', donde recorre con exhaustiva cronología los hitos más relevantes de su existencia peruana.

En busca de sus restos

El convento donde vivió sus últimos años y fue enterrada, fue demolido para la ampliación de una de las principales avenidas del centro de Lima. Ahora Céspedes realiza una labor detectivesca para encontrar el lugar dónde fueron a parar sus restos y muchas de sus pertenencias, ardua tarea tras el derribo del templo.

Con igual pasión que él, tuvo que ser otro peruano, Rómulo Cúneo-Vidal, quien dedicara estas elogiosas palabras a Inés Muñoz: "Debe esta tierra a esta gran matrona el trabajo en la pacificación y población. A ella se debe el pan de trigo de que se mantienen, a su segundo marido la abundancia de olivares que goza, y a entreambos juntos otras muchas frutas y legumbres traídas de España".

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