Borrar
A la izquierda, el gigante extremeño, que midió 2,35 m. vivo, y a la derecha, sus restos en el museo. En la imagen de arriba (centro), Fermín Arrudi, el gigante aragonés, y abajo (centro), fotograma de 'Handía', película sobre el gigante de Altzo.

Ver fotos

A la izquierda, el gigante extremeño, que midió 2,35 m. vivo, y a la derecha, sus restos en el museo. En la imagen de arriba (centro), Fermín Arrudi, el gigante aragonés, y abajo (centro), fotograma de 'Handía', película sobre el gigante de Altzo.

La mentira de la venta del gigante extremeño

Desde la moto de papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 25 de marzo 2018, 09:27

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El fotógrafo Salvador Guinea la ha tomado ahora por las historias de los gigantes de carne y hueso. Todo empezó cuando el pasado 3 de febrero de 2018 vio la 32ª edición de los Premios Goya, y se quedó sorprendido al comprobar que consiguió 10 estatuillas la película Handia ('grande' en vasco). Vio la película, que se basa en la historia real de Miguel Joaquín Eleizegui Arteaga, el gigante de Altzo, que murió en 1861 con 43 años. Le gustó y comenzó a quejarse de que en Extremadura no se hiciera lo mismo con su gigante.

–Aquí tenemos a Agustín Luengo Capilla; pero no hacemos nada porque no tenemos dinero para nada. – Se lamentaba.

–Bueno. Tienes razón de que aquí no le hemos hecho una película a nuestro gigante. – Le respondió Manuel Caridad, el periodista del HOY digital, – Pero también es cierto que en su localidad, en Puebla de Alcocer, llevan unos años haciendo un hermoso museo dedicado a él; hace cuatro años Luis Folgado de Torres noveló su vida en ‘El Hombre que compraba gigantes’; se ha hecho un cuento: ‘El Gigante de la Puebla’ y Samarkanda Teatro hace poco puso en escena la obra ‘El gigante que quería ser pequeño’. Pero sí... falta una buena película.

El fotógrafo y el periodista empezaron a buscar información sobre los gigantes reales, viendo que el hombre más alto de la historia nació en Estados Unidos, y se llamó Robert Pershing Wadlow. Murió a los 22 años, en 1940, cuando medía 2,72 metros. Fue enterrado en una cripta de cemento sólido, ya que su familia tenía miedo de que robaran su cadáver, como le ocurrió al gigante vasco.

Vieron que en el ranking de los más altos, el protagonista de ‘Handía’ ocupa el puesto número 20, con sus 2,42 m. Empezó a crecer a partir de los 20 años y fue exhibido por Europa, intentando el organizador del espectáculo que se casara con una inglesa que le llegaba por la barbilla, con la idea de ver si de esa unión podía salir un nuevo gigante; pero el vasco rechazó la oferta, volviéndose a su pueblo.

Descubrieron que el jugador de baloncesto profesional más alto de la historia ha sido Aleksandr Sizonenko, que murió en 2012, con 52 años. Él midió 2,39 m. El jugador de baloncesto español más alto ha sido Roberto Dueñas, con 2,21 metros. Miden 2,17 los jugadores retirados Antonio Ramos y Miguel Tarín, que es un centímetro más de lo que mide Marc Gasol. Su hermano Pau alcanza 2,13, igual que Fernando Romay.

El gigante extremeño, con 2,35 m., es el segundo español más alto después del vasco. El tercero, con 2,33 m. es Jaime Clemente Izquierdo, que nació en un pueblo de Castellón, y se murió en 2005, con 44 años.

El que ocupa el cuarto puesto es Fermín Arrudi, el gigante aragonés, que medía 2,29 m. cuando se murió en 1913 a los 43 años. Tenía facilidad para la música y llegó a tocar la guitarra, la bandurria y formó un conjunto musical conocido como ‘El cuarteto del gigante’. Le llevaron a la Exposición Universal de París, y allí conoció a una parisina con la que se casó.

Los dos compañeros, Salvador Guinea y Manuel Caridad, volvieron a llenar la Redacción de sus charlas de gigantes, cuando vieron hace unas semanas el programa de Iker Jiménez, ‘Cuarto Milenio’ , en el que se habló del gigante vasco y del extremeño.

Estuvieron buscando información sobre Agustín Luengo Capilla, que nació en 1849. Se murió muy joven, a los 26 años, y según se ha venido publicando, su esqueleto es el único de un gigante expuesto en un museo, en el Nacional de Antropología de Madrid, porque lo vendió en vida al fundador del museo, al cirujano Pedro González de Velasco. Se aseguraba que le daba cada día dos pesetas y media y que se dio a la mala vida, llegando el doctor Velasco a avisarle que de seguir por el camino del vicio se iba a morir pronto, respondiéndole el gigante que sería mejor para él, porque así se ahorraría dinero.

Los compañeros siguieron investigando, y a medida que más sabían, más creían que esa historia del contrato de la venta del cuerpo del gigante… es mentira. Vieron que Agustín tenía mala salud desde pequeño y que debió de dejar el mundo del circo para volver a su casa a que lo cuidara su madre, y que ella, que debió ser una madre coraje, hizo todo lo posible para calmar sus dolores. Le llevó a Los baños de Fuensanta, en Ciudad Real, y luego fue a pedir ayuda al rey Alfonso XII. Se sabe que llegaron a Madrid el 28 de agosto de 1875 (el año de su muerte), y que según recogió el 3 octubre la publicación La Correspondencia, el Rey le recibió en audiencia.

Sólo hay una foto del gigante extremeño. Puede que se la hicieran en Madrid. Aparece con un bastón, lo que demuestra que ya tenía dificultad para andar, junto a su decidida madre y un hombre, que no parece que sea Alfonso XII como dicen algunos.

Estando en Madrid, en una pensión de la calle de Toledo que al parecer se llamaba El parador de Cádiz, Agustín empeoró. Tenía problemas para ver y andar y el 18 de octubre es asistido por un médico de beneficencia. Hay periódicos que contaron que el gigante y su madre lo estaban pasando mal económicamente, pidiendo a los lectores que les ayudarán.

Es ahí cuando aparece un siniestro personaje, el doctor Velasco, que entonces tenía 60 años, y que el 29 de abril de ese mismo año acababa de abrir en su casa un museo de curiosidades y extrañezas, logradas algunas con su pericia como embalsamador. Sin duda vio la posibilidad de incorporar a su museo los restos del gigante.

Agustín murió el último día del año 1875, el 31 de diciembre, y seguramente su madre, sin dinero, no sabía qué hacer ni con ella ni con el cadáver de su hijo... hasta que llegó el doctor Velasco, que quizá le ofreció algo de dinero para que volviera a Extremadura a cambio de donar el cuerpo de su hijo. El doctor dejó escrito sobre el cadáver del gigante extremeño: «su madre me lo cedió para bien de la ciencia y en su virtud las autoridades respetaron la voluntad de dicha señora». No habla de contrato alguno. De la misma opinión es Luis Ángel Sánchez Gómez, doctor en Historia y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que en mayo de 2017 ha publicado el libro ‘La niña. Tragedia y leyenda de la hija del doctor Velasco’. En este libro narra unos hechos verídicos y alucinantes que convierten a Velasco en un personaje de película de terror. Su única hija, Conchita, enferma de tifus se muere a los 15 años y él la embalsama y la entierra; pero 11 años después el doctor exhuma su cadáver, lo traslada a su casa-museo y exhibe el cuerpo momificado vestido de novia. Empieza entonces la leyenda, diciendo algunos que por las noches el padre y la hija muerta paseaban por El Retiro en un coche de caballos.

Mis compañeros se revolucionaron el pasado 24 de febrero cuando en el programa de Radio Nacional de España ‘No es un día cualquiera’, la experta en muertes y enterramientos Nieves Concostrina, habló del gigante extremeño. Ella tampoco se cree la historia del contrato entre el gigante y el fundador del museo de los horrores, en donde la estrella era el esqueleto del gigante y sobre todo una figura espeluznante: un maniquí que reproducía al gigante y estaba cubierto con la auténtica piel del pobre Agustín. Eso debió de remover alguna conciencia de la época y el Museo empezó a hablar, para justificarse, de que el gigante vendió su cuerpo en un contrato con el doctor Velasco, que murió en 1882.

El pasado martes Salvador caldeó el ambiente en la Redacción, tras descubrir que el gigante vasco firmó en 1843 un contrato con la persona que le exhibía, con José Antonio Arzadun, en donde se estipulaba que le tenían que pagar todo el tabaco que quisiera y dejarle ir a misa todos los días.

–Ese contrato existe. Y si ese contrato de 1843 existe aún. ¡¿Dónde está el que el doctor Velasco firmó con nuestro Agustín en 1875?! ¡¿Dónde está?! - Bramó el fotógrafo- Igual en alguna parte del museo está la piel arrancada a tiras a nuestro Agustín.

Salvador y Caridad están hablando de empezar a recoger firmas para que los restos del pobre gigante extremeño sean enterrados en su pueblo.

Si es así... yo firmo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios