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La coordinadora de Accem en Cáceres, María Fernández de Soria, junto a parte del equipo. :: jorge rey
Un lugar seguro para los refugiados

Un lugar seguro para los refugiados

La oenegé Accem gestiona ocho pisos en los que asiste a demandantes de asilo

Cristina Núñez

Cáceres

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Domingo, 10 de junio 2018, 09:01

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cáceres. Trasiego intenso en la oficina de Accem en Cáceres. El timbre no da tregua, entra y sale gente y otras personas esperan sentadas. Resuenan en el aire varios idiomas y la actividad refleja vida, asuntos por resolver, cierta prisa en el ambiente.

Accem es una organización no gubernamental que trabaja desde octubre del año 2015 en la comunidad extremeña con refugiados de distintas nacionalidades que se acogen a sus programas de apoyo. En Cáceres se encuentra la sede de la región, una de las 33 de 12 comunidades autónomas.

Católica en sus orígenes aunque independiente actualmente (sus siglas respondían a Asociación Católica Española de Migraciones), esta entidad apoya a un colectivo muy concreto. No son migrantes económicos sino personas que han emprendido viaje por el riesgo a persecución por razones de etnia, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social u opiniones políticas, tal y como define Naciones Unidas.

Accem ayuda principalmente a personas que sufren persecución en sus países de origen«Aquí también deben tener momentos para divertirse, para gozar de la vida», afirma la coordinadora

La trabajadora social María Fernández de Soria Alonso (Huelva, 1982) es actualmente la coordinadora de Accem en Cáceres. Ella está al frente de un equipo compuesto por 15 personas que abarca muchas áreas y que saca adelante todas las iniciativas que se ensamblan desde esta organización, cuyo responsable regional es Fernando Arjona.

Accem centra su acción en dos fases. En la primera se brindan centros donde pueden alojarse y un itinerario para que comiencen a reiniciar su vida. La asociación ofrece ocho pisos donde pueden alojarse durante seis meses estas personas, que llegan acosadas por la guerra, presionadas por sus implicaciones políticas o perseguidas por su orientación sexual.

En la segunda fase 69 personas siguen recibiendo ayudas durante otro periodo de tiempo.

«En ese momento lo que se pretende es que vayan cogiendo autonomía, que se integren en la sociedad de acogida. Tras el primer periodo adquieren el permiso de trabajo e intentan hacer un itinerario de integración laboral. «Llegan en una situación compleja», explica María. Uno de los servicios que requieren es el de aprender la lengua española, necesaria para empezar a rodar. «Es emocionante, porque vas viendo la evolución de las personas y te das cuenta de cómo gente que al principio no se podía expresar, cada vez habla mejor», cuenta María. Los traductores ayudan también a que la información fluya.

Apoyo psicológico

Hay también un servicio para asesorarles en el empleo y el jurídico, para apoyarles en el numeroso papeleo que suele acarrear su situación.

Tal y como destaca María uno de los aspectos más importantes es el del apoyo psicológico. «Llegan con bastantes traumas y uno de los objetivos es que ellos consigan estabilidad emocional».

Accem trabaja con el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, que es el que subvenciona este programa de protección social. Las personas llegan a través de este ministerio o derivadas de otras asociaciones que tengan primera acogida.

«Cuando llegan su situación no está resuelta, ellos piden la protección internacional, pero esta protección no está resuelta».

Primero obtienen una tarjeta (que coloquialmente se llama tarjeta blanca) que es el trámite de admisión. Después, cuando se admite a trámite su petición obtienen una cartulina de color rojo. Después se legaliza o no. «Cuando se les comunica que se les ha denegado la protección les den un plazo de 15 días para que abandonen el país».

Accem, que cuenta con subvenciones locales, autonómicas y estatales además de aportaciones de socios ha brindado sus servicios a refugiados sirios, que han centrado la atención de los medios por su dramática situación y por la lentitud de los gobiernos europeos a la hora de darles cobijo legal. «Han llegado algunas familias y otros individuales, pero son muchas nacionalidades, también han llegado muchos de Venezuela».

Empleos

La segunda fase es en la que estas personas adquieren su independencia. Algunos logran trabajar en la región, principalmente en la agricultura o en el servicio doméstico. Otros salen fuera. La campaña de la cereza ha dado este año 11 puestos de trabajo para refugiados atendidos por Accem. Son 20 los que actualmente están trabajado.

Una vez que su situación legal se resuelve optan por otras comunidades si ven mejores opciones, como la recogida de la naranja en Valencia.

Los refugiados llegan con distinta formación, y en muchas ocasiones tienen que hacer trabajos que no se corresponden con su nivel de estudios. «Hay que homologar las titulaciones para que puedan trabajar, es otro problema. Vienen personas muy formadas, desde economistas a médicos, empresarios y también personas que no han tenido la posibilidad de estudiar, los refugiados muestran la realidad de sus países».

Más allá del empleo y los papeles otro objetivo de Accem es hacerle la vida agradable a los refugiados, alejarles de las preocupaciones, que se rían y disfruten. «Que también tengan momentos para divertirse, para gozar de la vida», describe María. Para ello cuentan con voluntariado que les acompañan para conocer distintas partes de la ciudad. Han formado un equipo de fútbol.

El contacto con estas personas, apunta María, dejan huella. Reconoce que es muy difícil no implicarse emocionalmente. «A veces te invitan a su casa a comer, los musulmanes son tan hospitalarios que te vas comido para dos días», asegura esta trabajadora social.

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