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¿Qué ha pasado hoy, 15 de abril, en Extremadura?

El enfado del diablo en Cáceres y los Cristos decapitados

DESDE LA MOTO DE PAPEL ·

En la plazuela de Santiago algún desalmado tiró el hermoso crucero que está junto a la iglesia. También quedó decapitado el Cristo de piedra que hay en la Plaza de San Pablo, frente al Palacio de las Cigüeñas

Sergio Lorenzo

Cáceres

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Domingo, 17 de junio 2018, 09:14

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Al recordado periodista SanJosé le dolía la Ciudad Monumental como si fuera su propio cuerpo. Una vez me confesó que lloró cuando salió de su casa, en la plazuela de Santiago, y vio que algún desalmado había tirado el hermoso crucero que está junto a la iglesia. También me dijo que le dolió el cuerpo como si le hubieran dado una paliza, el día que vio decapitado el Cristo de piedra que hay en la Plaza de San Pablo, frente al Palacio de las Cigüeñas. Cuando había algún destrozo en la Ciudad Monumental solía decir: «El género humano está dividido en dos: los que construyen y los que no sabiendo construir... destruyen».

Me acordé de él cuando, dos años después de su muerte, el 6 de noviembre de 2010, apareció tirado en el suelo el crucero de la Plazuela de Santa Clara. Del crucero sólo quedaba en pie un pequeño trozo de la columna y la base en la que se indica que el año en que se levantó fue en 1605. El domingo 7 de noviembre de ese 2010 estaba con el fotógrafo Lorenzo Cordero, haciendo un reportaje del acto de vandalismo. Muchas personas rodeaban las piezas diseminadas por el suelo, no comprendiendo cómo se podía haber hecho tamaño destrozo, hasta que un hombre mayor, con un sombrero en la cabeza, sentenció mirando el desastre: «¡Hay que ver la fuerza que da el whisky!».

El Ayuntamiento llegó a denunciar el acto vandálico en la Comisaría, ya que el crucero está declarado bien de interés cultural, por lo que se había cometido un delito contra el patrimonio.

Cinco meses después, en el mes de abril de 2011, trabajadores de la Universidad Popular dirigidos por Fátima Gibello (restauradora del Ayuntamiento), reconstruyeron el crucero de Santa Clara.

Lo que a mucha gente le extraña es que se lleve décadas sin restaurar el Cristo de la Plaza de San Pablo, cuando sí se ha restaurado el crucero de la Iglesia de Santiago derribado en 1981 y, como acabamos de contar, el de Santa Clara.

Lo cierto es que el Cristo decapitado de Cáceres llama mucho la atención a los turistas, que piensan que lleva siglos sin rostro, y hasta ha originado una leyenda, como cuenta José Luis Hinojal en su blog Cáceres en sus piedras:

«Tiempo atrás, cierta noche en que se hallaba ocioso de su oscuro oficio, el demonio deseó pasear por las calles y callejuelas bellas y tortuosas de la antigua Cáceres. Por entonces no había luces ni de faroles siquiera, y cuando llegaba la hora todo era oscuridad entre los muros centenarios, solo rota por los débiles reflejos plateados de la Luna.

Llegado su camino a lo alto de la villa, en la plaza de San Pablo se dio de bruces, sin esperarlo, con el Cristo de piedra, que frenó su avance y trocó el sosiego con que iba.

Sintió la fuerza de su mirada y no puso soportarla, por lo que, furioso, la emprendió con la estatuilla, arrancándole la cabeza y lanzándola tan lejos que nadie pudo nunca encontrarla».

Buscando en la documentación del Diario HOY se descubre que ese furibundo enfado del diablo o el acto vandálico (como tú quieras), se produjo en los primeros meses de 1981. El compañero Fernando García Morales en su sección Ventanas a la ciudad, el 26 de enero de 1982, se quejó de que aún no se supiera quién decapitó al Cristo y dónde estaba la cabeza. Decía que el crucifijo de piedra era una pieza notable:

«Se encontró hace unos años – escribió –, en un pozo del Santuario de la Virgen de la Montaña, cuando se hacía una de sus últimas restauraciones. Sucedió esto siendo alcalde don Alfonso Díaz de Bustamante, que decidió ponerlo en el lugar que ahora ocupa, dotándole de un tejadillo de protección y una luz, ocurriendo un caso muy curioso, por lo que se le comenzó a llamar Nuestro Señor de las Aguas, ya que desde el momento que se instaló donde está comenzaron a caer unas intensas lluvias sobre Cáceres, y a alguien se le ocurrió decir que era porque el Cristo echaba de menos las aguas que, durante siglos, le habían cubierto en el pozo donde estuvo».

Este no es el único caso de un Cristo decapitado en Extremadura. Existe en Almendral, localidad de unos 1.250 habitantes situada al sur de la ciudad de Badajoz, un singular museo que su propietario, José Joaquín Pérez, llama Museo de la Cultura Popular de Almendral. Hace unos meses, en enero, las hermanas María y Antonia Carmona Bravo le entregaron la cabeza de un Cristo de madera que había sido decapitado, para que sea mostrada en el Museo.

La historia de la cabeza del Cristo la han contado Nogales Muñoz y Pérez Guedejo. Formaba parte de un crucifijo de madera, probablemente del siglo XVIII, que se encontraba en la iglesia de San Pedro de Almendral. En los días siguiente al alzamiento militar de 1936 entraron en la iglesia un grupo de extremistas y destrozaron todo lo que pudieron, a golpe de culata, sobre todo las imágenes religiosas. Al crucifijo, que no debía de medir más de 70 centímetros, lo golpearon hasta arrancarle la cabeza, que tiraron a la calle contigua a donde se encuentra la iglesia.

La cabeza fue recogida por un vecino de Almendral, aún a riesgo de posibles represalias en esta localidad en donde parte de la población fue fusilada durante la Guerra Civil. Fue Anacleto Carmona Laso, que ocultó la cabeza en su casa.

Con el tiempo Anacleto Carmona se casó y fijó su residencia en la cercana localidad de Alconchel, donde fue veterinario. Cuidó la cabeza del Cristo hasta que él falleció. Una vez muerto es cuando sus dos sobrinas la han donado al Museo de Almendral.

Tenía razón Sanjosé: el género humano es tan complejo, tan raro, que en él conviven los que destruyen y los que construyen; conviven los desalmados que lo único que saben hacer es el mal y los que intenta salvar lo que otros destrozan, aún a riesgo de sus vidas.

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