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El poeta José María Cumbreño presentó hace unos días su último poemario. :: jorge rey
«No creo en las listas de libros para alumnos, hay que contagiar pasión»

«No creo en las listas de libros para alumnos, hay que contagiar pasión»

El artífice de Ediciones Liliputienses publica su décimo poemario, 'Hablar Solo', un texto donde hibrida géneros y aborda temas familiares José María Cumbreño Poeta y profesor

Cristina Núñez

Cáceres

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Lunes, 25 de junio 2018, 08:06

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José María Cumbreño (Cáceres, 1972) encuentra en la intimidad del automóvil un ecosistema en el que se siente como pez en el agua. «Reconozco que lo que de verdad me gusta del hecho de ir solo en el coche es que en el coche puedo hablar solo. Sin testigos, mentir vale tanto como decir la verdad» escribe en su último libro, su décimo poemario, 'Hablar solo' (Calambur poesía) que presentó recientemente en la nueva librería El Pájaro Azul. Cumbreño, profesor de Instituto de Lengua y Literatura en Secundaria, es el artífice de Ediciones Liliputienses, un proyecto que trata de acercar a poetas contemporáneos españoles y latinoamericanos. Es también organizador de 'Centrifugados', una cita divulgativa en torno a la poesía. En los últimos cuatro años se ha celebrado en Plasencia, pero el próximo volará a Cleveland. Sin miedo a desagradar por sus opiniones, con tendencia a la crítica a pecho descubierto, se pone los guantes de boxeo para la foto voluntariamente, como para hacer una metáfora visual. Poesía es él.

-Es un hombre lleno de ocupaciones y muchas de ellas literarias. ¿Cómo saca el tiempo para su propio libro tras editar los de tantos otros?

-No lo sé. Me considero una persona con suerte, porque el hecho de tener una editorial de poesía me permite estar en contacto con lo mejorcito de la poesía hispanoamericana, estamos hablando de un continente entero. Autores que dentro de unas décadas serán clásicos aunque aquí no les conozcamos. El hecho de estar en contacto con gente que hace tres cosas a la vez espero que se contagie. Cuando se tienen niños se aprende a practicar el malabarismo.

«Hay personas que crecen pensando que tuvieron una infancia feliz y luego se dan cuenta de que no la tuvieron»

-¿Cómo es 'Hablar solo'? Hay una mezcolanza de géneros.

-Creo que es lo que he hecho casi siempre. A mí los géneros literarios me generan mucho respeto, no me considero nadie para romperlos, pero precisamente por eso creo que hay que jugar con ellos y combinarlos. Es un libro híbrido, es extraño. En el fondo es un solo texto, pero un texto que va y viene, que vuela sobre sí mismo, del que entran y salen personajes, que habla de las nuevas tecnologías, en el que aparecen personajes. Nunca me imaginé que en uno de mis poemas iba a aparecer Mili Vanilli. Se intenta desdibujar los límites entre la literatura y la vida. Escribo sobre lo que tengo más cerca, como la familia. Creo, como Dostoievski, que si quieres hablar de lo universal, tienes que hablar de lo local. Yo hablo de la infancia, de los padres que tuviste, del padre que quieres ser... y todo con el hilo conductor de los discos, de ahí que la o del disco lleve un punto. Los sonidos repercuten directamente en la memoria.

-La familia inspira, es todo un género literario, cinematográfico. Pero las familias, incluso las «normales» tienen sus partes oscuras.

-¿Existe una familia normal?, es más ¿hay alguien normal? En este libro como en otros hay un ajuste de cuentas. En un momento se habla de un padre que ya es anciano y que no es un padre que cuida sino que necesita ser cuidado. Hay hijos que se ocupan y otros que miran para otro lado. Hay algunas personas que crecen pensando que tuvieron una infancia feliz, y luego se dan cuenta de que no la tuvieron. La memoria nos engaña, nos tiende trampas y el paso del tiempo termina encajando las piezas en su lugar.

-Es un luchador contra la poesía mediática que está conquistando a mucha gente. ¿No es una puerta de entrada a lectura para los jóvenes?

-Ojalá fuera así, yo tengo la perspectiva de que soy profesor de Instituto y veo lo que a los chavales les puede gustar. Es cierto que el fenómeno fan siempre ha estado allí, pero es muy efímero. Ojalá el hecho de que los chicos se acercaran a esa poesía fuera la llave que les abriera otras puertas. Con 15 o 16 años a la poesía hay que perderle el respeto y leer de todo, aunque sea los prospectos de los medicamentos. Yo tengo que enfrentarme a las listas de libros obligatorios, que cada vez me cuesta más creer en ellas, porque lo de obligar a leer es imposible, la literatura se contagia, es una pasión y o consigues que los chavales participen en esa emoción o dedícate a otra cosa.

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