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Los participantes en la romería hacen cola para conseguir una ración de prueba con ponche. :: a. méndez
San Blas y sus devotos desafían a la lluvia

San Blas y sus devotos desafían a la lluvia

La tradicional romería, con 3.000 roscas de anís y mil raciones de prueba de cerdo, arrastra a los cacereños

Manuel M. Núñez

Domingo, 5 de febrero 2017, 10:32

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«¿Cómo va la cosa, Félix?», pregunta Antonio Pariente, el párroco de San Blas. Y Félix Parro, del colectivo vecinal del barrio, levanta la cabeza y señala una fila de personas que llega hasta más allá de la puerta del local. Es sábado, el cielo amenaza lluvia pero los cacereños se vuelcan con la tradicional romería del santo. A primera hora estuvo a punto de suspenderse el reparto de raciones en la asociación de vecinos. Sin embargo, Narciso Quintanilla, veterano en esas lides, explicó que decidieron tirar adelante. «Y no va a quedar nada», resumía Juan Antonio Hernández, presidente de la asociación. Un grupo de mujeres distribuía las más de mil raciones de prueba mientras los hombres cocinaban en el patio. 200 kilos de carne y 90 litros de ponche. La cola se alarga por la avenida mientras Luis Clemente, en el Bar El Paso, atiende con calma a su clientela. «El mal tiempo hace mucho, pero San Blas siempre tiene su público».

La animación fue creciendo a partir de mediodía, aunque las primeras gotas hicieron temer que se echase todo a perder, incluido el desfile infantil con trajes típicos que se programó para las dos de la tarde. Los niños lucieron sus chalecos pero la actuación de los grupos regionales de coros y danzas se suspendió.

En el interior de la ermita Nati Quintana apenas tenía un momento de respiro. «Siempre me toca vivir la fiesta desde el otro lado», detalla mientras mira el mostrador y los objetos que las voluntarias han puesto a la venta. El producto estrella, como cada año, son los cordones de San Blas, con 5.600 a la venta al precio de 60 céntimos: «También tenemos estampas, medallas del santo a dos euros y dedales, a tres. La gente está colaborando», reconoce. La cola corrobora las palabras de Nati. Los devotos desafían a la lluvia.

Antonio Pariente, el cura, admite que ese pronóstico de mal tiempo para el sábado ha llevado a reducir la cifra de roscas de anís. El año pasado fueron 6.000 y está vez se han quedado en la mitad. Eso sí, el ritmo de ventas fue intenso. A las 13 horas iban 1.600. Félix Parro era el encargado de la operativa. No quedó ninguna. A la entrada del recinto parroquial un cartel advertía: «Antes de comprar tus roscas, saca el ticket». Cada una de ellas costaba un euro. A pocos metros de allí, Cancesa Corchero se afanaba con la mesa de ofrendas. Una treintena de bandejas esperaban destino a las 12.46. «Cada uno aporta lo que puede. Algunos años hemos llegado a 70. Tenemos coquillos, floretas... hay variedad», relata esta mujer de 84 años que entró como colaboradora en la parroquia hace casi seis décadas. «Llegue en 1959 y no falto», recuerda con excelente memoria.

«Las expectativas no eran las mejores, pero nos damos por satisfechos. La gente ha venido y se mantiene la celebración», sugería con aire de alivio el cura. Antonio Pariente, pese a todo, asume que San Blas de hoy no tiene nada que ver con el de antes. «En los 70 se llegaron a vender 20.000 roscas», rememora. Ricarda Martín, vendedora de coquillos (6 euros la bandeja), da fe de los cambios. «Empecé en el año 75. La fiesta llegaba hasta la cárcel, en Héroes de Baler. Eso sí era romería», apunta esta maestra de los coquillos que aprendió de su familia: «Mis tatarabuelos los hacían en Talaván. Es una tradición».

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