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¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
La fotografía que Maruja envió a su amante, a su «Pepe de mi alma» en 1933. :: archivo provincial/j. R.
Cacereñas adúlteras  y el curioso lenguaje de las macetas

Cacereñas adúlteras y el curioso lenguaje de las macetas

Sergio Lorenzo

Domingo, 24 de julio 2016, 09:14

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La carta, que está guardada en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres, está fechada en 1933 y la firma una tal Maruja. La reproducimos tal cual, con sus faltas de ortografía:

«Pepe: mi marido está hoy de guardia, pero yo no puedo ir a tu despacho por esperar bisita a las 7, así que si quieres puedes benir a mi casa a las 11 y media para hablar un rato, la puerta la tendre avierta, si por una casualidad no pudiera recivirte, como señal pondre los tiestos en el balcon de enmedio, asi que si tú los ves pasas de largo sin subir, y si ves que no están sube sin miedo, pues hasta las 12 te espero. Te quiere, Maruja. Rompe este papel en seguida ¿lo haras?».

Pepe no rompió está comprometedora carta, ni otras 12 que Maruja le envió desde febrero a junio de 1933. Funcionario de la Jefatura Provincial del Catastro Topográfico y Parcelario de Cáceres, Pepe guardó las cartas de amor de Maruja en su despacho, junto a una sugerente foto que ella le envió tumbada en su casa de Cáceres. Pasados los años, los fondos del Catastro pasaron al Archivo y aquí descubrieron las comprometedoras misivas.

En ellas, Maruja se muestra al principio modosa: «Aunque usted no lo crea, es la primera vez en mi vida que me veo en estos trances»; para luego ser bastante más atrevida: «Si tú supieras, nene de mi alma, lo que me acuerdo de la otra noche, lo que gocé a tu lado a pesar de ser más floja que tú. ¿Y tú, chiquillo, gozaste mucho con tu nena? No sigo poniéndote más cosas porque me estoy poniendo muy mala y no te tengo a ti».

Le explica en la primera carta la forma de recibir ella sus misivas. Las tenía que enviar dirigidas al padre de ella, pero poniendo una 'X' junto al nombre. Así ella sabía que eran de su amante, al que algunas veces llama «Pepe de mi alma», «nene», «chiquillo mío» o «vidita». En una carta se atreve a pedirle que le envíe 50 pesetas, explicándole que las perdió en la calle y si su marido lo sabe se la va a armar; y en otra le pide 100 pesetas de las de entonces, para pagar un vestido, porque «el imbécil de mi marido no me las quiere dar».

El «imbécil» de su marido debía de ser militar, oficial, porque el papel en el que ella escribía tiene el siguiente membrete: 'Regimiento de Infantería número 21. Ametralladoras del Primer Batallón. Oficiales'. Y no debía ser tan «imbécil» porque la descubrió. Así se lo comunica Maruja a su amante: «Pepe de mi alma: no puedes hacerte idea el disgusto que tengo por haber cogido mi marido la carta que me has escrito...». En esta misiva, la última que envía, comenta que su padre también se ha enterado y que no parece colar la triquiñuela de que la carta era para una amiga y no para ella. Le indica a su Pepe del alma que el marido asegura que se va a enterar de quién es el Don Juan, por lo que le vuelve a pedir que rompa todas sus cartas y también la foto que le envió, indicándole que durante un buen tiempo no podrán verse, «¡Ay vida mía, lo que te quiero! Pero hay que ser buena a la fuerza, pues veo que Dios es muy justo y castiga lo que no está bien».

Lo que también merecería estar en el Archivo Provincial son las diligencias judiciales de un curioso caso de adulterio que ocurrió en Cáceres hace sólo 15 años.

El sábado, 11 de agosto de 2001, un marroquí de 20 años pasó una noche de juerga en La Madrila. Pasadas las ocho de la mañana se marchó sin rumbo fijo de la zona de 'la movida' y comenzó a andar por la avenida de Hernán Cortés, en dirección a la Plaza de Toros y San Blas. Hacía calor, tenía sed y a las diez de la mañana se atrevió a llamar a una casa pequeña con la puerta entreabierta. Allí se encontró con un hombre de 90 años en silla de ruedas y su esposa, una mujer no muy agraciada de 45 años. Pidió agua y ella le hizo pasar al interior de la casa, sin hacer caso al marido que le dijo que no hacía falta que el marroquí entrara, que bastaba con llevarle el vaso de agua a la entrada.

Lo siguiente ya es el relato que figura en la sentencia de la Audiencia Provincial de Cáceres: Mientras el joven bebía, la mujer se quitó delante de él las bragas y le empujó a una habitación. Él le recordó que estaba allí su marido, pero ella le dijo que no se preocupara, empezando a hacer lo que las parejas han hecho desde que el mundo es mundo.

Lo hicieron hasta que fueron interrumpidos. Un vecino que vio entrar al marroquí en la casa del anciano discapacitado, avisó a la Policía Local de la posibilidad de que el hombre fuera un ladrón. Acudieron dos agentes que entraron en la vivienda, con el marido detrás. Llamaron a la habitación en la que se estaba consumando el adulterio, y abrió el joven medio desnudo. Cerró enseguida al ver a los policías y al marido, para volver a abrir ya vestido. Los agentes pidieron explicaciones. Vieron que la mujer se había orinado encima, seguramente de miedo, y a ella no se le ocurrió otra cosa que decir que la habían violado. El desdichado pasó la resaca en la cárcel, ese día y ocho meses y medio más hasta que fue el juicio en la Audiencia de Cáceres. Algún periodista aún recordamos la cara del pobre, al que el fiscal pedía 8 años de cárcel siendo inocente. Fue absuelto sin que nadie castigara a la mujer que le acusó falsamente.

Así es la vida de injusta.

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