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Don Juan Vitórica Casuso, el 'compravotos'. :: s.e.
El diputado millonario que compraba los votos a los cacereños

El diputado millonario que compraba los votos a los cacereños

El político que más votos compró para ser diputado a Cortes por Cáceres, fue Juan Vitórica Casuso

Sergio Lorenzo

Domingo, 26 de junio 2016, 08:37

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La sorprendente frase la escribió en 1953 Miguel Muñoz de San Pedro, en su libro 'La ciudad de Cáceres'. Lo hizo al relatar lo ocurrido en esta ciudad en las elecciones municipales de 1920: «Por primera vez, vióse en aquellas elecciones el caso, hasta entonces insólito, de que los obreros se negaran a vender su voto».

En ese mismo libro figura que el político que más votos compró para ser diputado a Cortes por Cáceres, fue Juan Vitórica Casuso. En 1918 el liberal Andrés Sánchez de la Rosa y el maurista Juan Vitórica lucharon en las urnas por el sillón de diputado nacional por Cáceres. «Fue una reñida lucha a base de dinero, pues la compra de votos estaba a la orden del día - explicó Muñoz de San Pedro -. A Vitórica, hombre inmensamente rico, el triunfo le costó la entonces fabulosísima cifra de cien mil duros».

Un día antes de las elecciones, el sábado, 23 de febrero, el diario de Cáceres La Montaña, publicó una primera pagina de loas a Vitórica. Había un texto dirigido a las mujeres, que no podían votar (no lo hicieron hasta 1933): «Haced, cacereñas, que vuestros maridos, vuestros padres, vuestros hermanos, vuestros novios, voten a don Juan Vitórica, porque, tened la seguridad de que su triunfo será beneficioso para Cáceres y el pueblo cacereño».

En el libro 'El poder de la influencia: geografía del caciquismo en España (1875-1923)', el historiador Fernando Sánchez Marroyo señala que en Extremadura, a partir del 1914, aparecieron políticos cuneros, acaudalados personajes venidos de otros rincones de España que lograban llegar a las Cortes al representar a los votantes extremeños. En Valencia de Alcántara apareció Antonio Garay Vitórica, hijo de un banquero de Madrid, y en Cáceres su primo Juan Vitórica.

Juan Vitórica, amigo del dictador Primo de Rivera, era un importante financiero y agente de cambio y bolsa. Fue propietario de 657 hectáreas y le nombraron en 1916 comendador de la Orden de Carlos III. Conservador, del partido maurista, fue miembro del Congreso de los Diputados de España, por el distrito de Cáceres, durante cuatro legislaturas. Según los datos del Congreso, en 1918 fue elegido diputado a Cortes al obtener 10.714 votos de un total de 12.568 emitidos. Volvió a ser elegido en 1919 por 6.532 votos, y en 1920 por 8.490 votos.

Era tal su influencia que se creó un título nobiliario para él. El 15 de julio de 1921 Alfonso XIII le concedió ser Conde de los Moriles, título que han heredado sus descendientes. En 1923 fue proclamado diputado por Cáceres sin elección y en 1924 le dieron la Grandeza de España.

Estaba entusiasmado con la lucha del hombre por volar, y en 1920 ayudó económicamente al inventor Juan de la Cierva (1895-1936) a construir el prototipo del autogiro, el precursor del helicóptero. En 1919, la campechana infanta Isabel, La Chata, volvió a venir a Cáceres, en donde se durmió en público. Cuando la infanta, que entonces tenía 68 años, fue a ver a la Virgen de la Montaña, Vitórica sobrevoló el santuario con un avión.

Gracias a sus influencias hizo que por fin en Cáceres hubiera un destacamento militar fijo; al crearse el regimiento de Infantería de Segovia, número 75, regimiento al que mimaba. En las Ferias de Cáceres de 1920, invitó a todos los soldados de regimiento a los toros, para ver a Angelete y Sánchez Mejías. Fue en ese año, en junio, cuando las cacereñas organizaron una manifestación para protestar por los elevados precios. Fueron al campo de tenis y obligaron a las mujeres de clase alta de la ciudad a acompañarlas, también a cuantas mujeres encontraron por la calle. La armaron buena contra un vendedor de tejidos que había dicho a una mujer que si no tenía dinero para comprar ropa, que se pusiera una hoja de parra. Las mujeres llenaron la tienda de insultos y de hojas de parra. Varias fueron condenadas, pero Vitórica gestionó que las indultaran.

Cuando terminó su aventura política en Cáceres se dedicó a sus negocios en Madrid, en donde tuvo peor suerte. Hemos podido encontrar un ejemplar del ABC del 28 de junio de 1932, en el que se relata que cuando el exdiputado cacereño salió de su domicilio, en el número 41 del Paseo de la Castellana, un hombre le abordó, le arrebató su bastón y lo usó para golpearle varias veces en la cabeza. El agresor era Nazario Gómez López, de 38 años, que al parecer hirió de gravedad al conde de los Moriles, al negarse éste a darle dinero para hacer una publicación política.

Luego llegó la Guerra Civil y al conde lo mató, en Madrid, una partida del bando republicano, el 6 de septiembre de 1936.

Hay un lector con algo de malaleche (alguno hay no tan amable como tú), que se queja de que contemos en esta sección «cosas del pasado que no interesan a nadie», preguntándonos «si ya no tenemos de qué escribir». Nosotros nos defendemos diciendo que muchas veces se repiten los errores del pasado al desconocerlos. Viene esto a cuento de que, no hace mucho, representantes de un partido político nos aseguraron que en un pueblo de Cáceres se compraron votos. El sistema era el siguiente: al abrir la urna se descubrían papeletas con votos para el alcalde, que tenían extrañas dobleces. Igual había cuatro papeletas dobladas en triángulos hasta lo imposible y entonces el interventor del alcalde, que estaba en la mesa electoral, ya sabía que les había votado un trabajador municipal recién enchufado, su mujer y sus dos hijos mayores de edad. Aparecían dos votos para el alcalde con las cuatro esquinas dobladas, y ya sabía el 'propio' del alcalde, que les había votado la señora Petra y su hija, la que habían contratado para la residencia del pueblo. Decían que era como cosa de magia, ver como de la urna salían papeletas del alcalde con forma de aviones, de barcos... hasta pajaritas que movían las alas.

No sé. La verdad es que puede que sea una pena que, «por no tener de qué escribir», vengamos a contar aquí «cosas del pasado que no interesan a nadie». No sé, igual hay que dedicarse a otra cosa. Mientras lo decidimos, hoy por lo menos intentaremos no votar como nuestros antepasados o como en ese pueblo de aficionados a la papiroflexia.

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