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La madre superiora da las campanadas con la ayuda del obispo. :: marisa
Campanadas en las Hermanitas de los Pobres

Campanadas en las Hermanitas de los Pobres

Los residentes tomaron las uvas a golpe de campana tres horas antes de las doce

Sergio Lorenzo

Sábado, 2 de enero 2016, 08:50

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Cáceres. Seguramente fueron los primeros en Cáceres en tomar las uvas de la suerte.

Pasadas las nueve de la noche del 31 de diciembre, las monjas y una voluntaria comenzaron a repartir las uvas entre los cerca de cincuenta comensales que ocupaban las mesas del comedor de la residencia. La madre superiora, Sor María José de Notre Dame, tomó una campana que sujetó por un extremo el obispo Francisco Cerro, y la religiosa comenzó a dar las campanadas, dando tiempo entre campanada y campanada, para que nadie se atragantara. Tras los deseos de un feliz 2016, los aplausos y los licores sin alcohol, comenzaron a cantar villancicos, acompañados por las castañuelas que tocaba con soltura sor Hortensia, que tiene más de 80 años.

El obispo, micrófono en mano, animaba a los ancianos a cantar o recitar poesías. De esta forma no faltó ni el villancico de 'mira como beben los peces en el río', ni 'campana sobre campana', o una poesía que daba las gracias a las Hermanitas de los Pobres.

La labor de esta congregación fundada hace 175 años por la francesa Juana Jugan está muy vinculada a Cáceres, en donde atienden a ancianos en la residencia que tienen en pleno centro de la ciudad, en un edificio de cinco plantas de la avenida de España. El obispo Francisco Cerro explicaba así el objetivo de esta congregación: «La razón de ser de estas monjas es servir a los pobres, porque para ellas los pobres es la expresión de lo que dijo Jesús de amar a todas las personas que están necesitadas. Esa es su razón de ser: servir a los más necesitados. Lo llevan haciendo desde que su fundadora Juana Jugan en Francia tuvo esa intuición, al ver que muchos ancianos no estaban cuidados. Están haciendo una labor impresionante en Cáceres, sin lugar a dudas. Llevan más de 100 años en esta ciudad. Haciendo lo que tienen que hacer, porque si la Iglesia no sirve a los necesitados y a los pobres, no tiene sentido».

Tienen 100 residentes, la misma cifra que hace 25 años; pero si antes eran 15 las monjas, ahora son 12. Desde hace un año, la madre superiora es sor María José de Notre Dame, que nació en un pueblo de Vizcaya. Con 21 años se marchó a Colombia, luego a Francia, a Chile, a Argentina. Estuvo 17 años en Italia, luego en Cartagena (Murcia), Pamplona, Bilbao y Valladolid fue su último destino antes de venir a Cáceres. «Tenemos 100 ancianos que la mayoría cobran entre 400 a 600 euros de pensión. Algunos llevan aquí 20 ó 30 años, entre ellos está un sacerdote de 101 años», se refiere a Teodoro Fernández Sánchez que nació en Serradilla. La madre superiora afirma que hay cola para entrar, «no podemos coger a gente que no se puedan valer solos. Tienen que poder caminar y comer sin ayuda».

Lamenta que en Cáceres no tengan tantos voluntarios como en otros lugares. Durante la cena sólo había una voluntaria, Amparo Ruiz de Cooperación Misionera. La superiora dice que no tienen problema para conseguir comida para los ancianos, gracias al Banco de Alimentos, «pero tenemos el problema del gasto de la casa; por eso las hermanitas todos los días, llueva o no llueva, tenemos que ir de casa en casa pidiendo, los bienhechores aportan lo que pueden y eso es mucho para nosotras». Ahora consiguen algo de dinero con los ciudadanos que entran a ver su belén y dejan un donativo, y las personas que dan dinero por tener su calendario, uno de los más valorados.

Sor María José de Notre Dame tiene una vitalidad envidiable con sus más de setenta años, «soy vieja; pero los años no me quitan el ánimo, al contrario. Esto es lo que le da a uno ganas de darse a los demás. Nosotras no tenemos en los bolsillos ni una peseta nuestra. Lo que hacemos lo hacemos de voluntad, de corazón y con vocación. Nosotras no tenemos nómina en el banco, nuestra nónima esta arriba, en el cielo».

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