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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Sebastían Díaz Iglesias imparte Música en el primer ciclo de Educación Secundaria en el IES El Brocense. :: marisa núñez
Un maestro que rompe moldes

Un maestro que rompe moldes

El galardón reconoce la carrera académica de investigación e innovación educativa de este docente cacereño

María José Torrejón

Domingo, 6 de diciembre 2015, 08:07

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«Sin mis muchachos no soy nada. Me gustaría salir en la foto con ellos». Sebastián Díaz Iglesias (Piornal, 1964) no quiere posar solo para la instantánea. Ni su trabajo ni su premio tienen sentido sin sus alumnos, admite. Este maestro con coleta, pendiente en la oreja izquierda y camiseta de Bob Marley acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Educación en la enseñanza no universitaria por su carrera académica de investigación e innovación educativa. El reconocimiento es del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y está dotado con 10.000 euros.

DATOS DE INTERÉS

  • u1988. Es el año en el que Sebastián Díaz Iglesias comenzó a ejercer de maestro. Primero trabajó en colegios de Primaria y, después, en institutos. Ha pasado por centros ubicados en Brozas, Rincón de Ballesteros, Plasencia, Serrejón, Talaván, Trujillo y Cáceres, donde trabaja en la actualidad en el IES El Brocense y en el Norba Caesarina.

  • uFormación. Además de la diplomatura en Magisterio, se ha licenciado en Psicología y Antrología. En 2004 se doctoró en la Universidad de Extremaudra. Ha impartido clases en la Facultad de Formación del Profesorado del campus cacereño.

  • uReconocimientos y otras facetas. Ha sido galardonado con el premio García Matos a la investigación en el Folclore de Extremadura. Además, ha dirigido programas radiofónicos sobre música y educación musical en Canal Extremadura. Y entre 2008 y 2014 ha sido codirector de la orquesta juvenil Esteban Sánchez.

Seba, como le conocen sus compañeros y estudiantes del IES El Brocense -centro donde trabaja como docente en el primer ciclo de Secundaria-, es un maestro que rompe moldes. No hace exámenes y ha escrito una novela para hacer más atractivo el contenido de su asignatura, Música, a los jóvenes. Casado y padre de dos hijos, procura no perderse un concierto, disfruta con el fútbol, compartiendo cañas con sus amigos y, sobre todo, con sus escapadas a su pueblo, Piornal.

No pudo contener las lágrimas, cuenta, cuando le comunicaron por teléfono la concesión del galardón. Se acordó entonces de los compañeros que ha ido dejando por el camino y de su padre. Nunca le reprochó, revela, que abandonara la carrera de Medicina por la de Magisterio, su verdadera vocación. «Lo aceptó perfectamente, pero le llovieron muchas críticas».

Cuando se le preguntan por los méritos que le han llevado a conseguir este premio, el único concedido en su categoría a escala nacional, Sebastián resume la respuesta en un par de frases. «Lo que he hecho ha sido formarme para ser mejor maestro cada día e intentar llegar mejor a mis alumnos. Quiero que ellos aprendan y que lo hagan de una manera agradable. Ese es mi objetivo», resuelve.

Con esta máxima como bandera, amplió su formación con las licenciaturas de Psicología y Antropología. «Creo que es un premio que merecen muchos maestros y que solo ganamos algunos. Con frecuencia aprendo de observar cosas que hacen otros compañeros, copiarlas y hacerlas mías. Hay muchos maestros que en silencio, sin tener notoriedad, hacen una labor increíble», apunta.

Su labor en las aulas, en cambio, sí ha tenido eco. «Lo mío tiene notoriedad porque se me ocurrió escribir artículos, compartir lo que yo hacía en clase con otros profesores a través de charlas y ponencias...», enumera. Una de sus últimas ocurrencias ha sido novelar la asignatura Música en Extremadura. «Veía que mis alumnos no leían los apuntes. Así que se me ocurrió escribir un híbrido entre una novela y esos apuntes. Se llama 'En clave de fa' y cuenta una historia amorosa de adolescentes. Los escenarios donde se mueven los personajes ofrecen un recorrido por la música de Extremadura en sus diferentes géneros. Tuve la suerte de que la Editora Regional lo publicó. Y ahora lo compran y lo leen», explica Sebastián. Durante el pasado verano también noveló la historia del rock. «Si me lo publican bien, y si no, haré copias».

Su intención no es otra que «utilizar cualquier herramienta para que mis niños estén motivados y aprendan». Ni más ni menos. «No me interesa, en absoluto, formar a chavales para que aprueben exámenes. Únicamente me interesa formar a chavales que aprendan. De hecho, yo no les pongo examen. No me hace falta. Son ellos quienes se autoevalúan. Quiero que ellos sean responsables de la nota y, sorprendentemente, se ponen siempre menos nota de la que yo les pongo. Son muy críticos con ellos mismos», describe el docente.

La propuesta partió de la Uex

Para optar a los premios que el Ministerio de Educación concede de forma anual hay que presentar previamente las candidaturas. La de Sebastián Díaz Iglesias partió de la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Extremadura. Seba se muestra agradecido por el gesto. Guarda una estrecha relación de colaboración con este centro, donde además ha trabajado como profesor asociado de Educación Social y Antropología. «Había dado clases en Infantil, EGB, Primaria y Secundaria. Me faltaba la etapa superior. Tenía curiosidad por saber cómo era la educación universitaria. Y una de las conclusiones a las que llegué es que los alumnos son alumnos siempre y necesitan al profesor como guía. Y el profesor debe ser siempre docente», resume.

Reivindica Sebastián Díaz la importancia de la trayectoria docente frente a la investigadora. «En la Universidad se privilegia la investigación frente a la docencia. Es muy importante investigar, pero también trasmitir los resultados de esas investigaciones a los alumnos. Se da por supuesto que el buen investigador es buen docente y muchas veces eso no ocurre. Cuando yo presenté mi currículum para dar clases en Magisterio mi experiencia docente de 20 años no se valoró. Sin embargo, un artículo que había publicado en una revista especializada de cierto prestigio valía un mundo. Yo no podía entender que mi experiencia como docente en Primaria y Secundaria no valiera para nada en una facultad donde se forman los futuros maestros», se queja.

Su día a día está lleno de pequeños retos para poder llegar a todos sus alumnos. Se emociona cuando ve que a los estudiantes les brillan los ojos al escuchar sus explicaciones. Es la prueba de que lo que cuenta interesa. Asiste a congresos, imparte charlas de forma desinteresada... «El premio viene a demostrarme que no he perdido el tiempo. Reconoce que lo que he estado haciendo ha merecido la pena», resuelve.

Con un expediente académico brillante, recuerda que durante sus años de instituto daba clases particulares a sus compañeros, incluso a los de cursos superiores. Fue ahí donde se dio cuenta de que la enseñanza era lo suyo. Y ahí sigue, en la brecha, a sus 51 años, dispuesto a seguir aprendiendo. «Cuando entré en Magisterio me convertí en el tío más feliz del mundo».

Hay ciertos aspectos del sistema que le duelen y que no dudaría en cambiar. Por un lado, están las reformas de las leyes educativas. «Se necesita un consenso importante entre todas las fuerzas políticas en materia de educación. Los políticos deben sentarse, ceder y contar con los profesionales de la educación. Las políticas educativas no pueden estar fundamentadas en la búsqueda de votos», se queja. También se muestra crítico con el modo de acceso a la Universidad y de que todo dependa, al final, de una nota. «De lo más triste que hay es que un alumno no pueda estudiar algo que quiere por unas décimas», lamenta Sebastián, un maestro de premio.

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