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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Manto nº 92. Hecho por María Teresa a partir del vestido de dama que lució en los Festivales hispano-americanos.
«Me entusiasma ver a la Virgen de la Montaña con un manto mío»

«Me entusiasma ver a la Virgen de la Montaña con un manto mío»

María Teresa González Salgado ha regalado a la patrona la prenda que estrenará en el próximo besamanto; es la sexta que dona

María José Torrejón

Lunes, 30 de marzo 2015, 07:16

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El 'armario' de la Virgen de la Montaña crece. La cifra de mantos se incrementa cada año debido a las donaciones que recibe la patrona, que cuenta en la actualidad con 127 piezas. Una de los más recientes, la número 126, ha sido confeccionada y regalada por María Teresa González Salgado. Es de color rojo. La Virgen la estrenará durante su próximo besamanto, que tendrá lugar en el transcurso del Novenario de 2015 (se celebrará del 21 de abril al 3 de mayo en la Concatedral de Santa María).

No es el primer manto que esta cacereña, funcionaria de la Seguridad Social jubilada hace dos años, entrega a la Virgen de la Montaña. Ya lleva seis. Con este gesto, María Teresa no busca notoriedad, ni el cumplimento de una promesa. Solo quiere que el nombre de sus familiares fallecidos estén más cerca de la patrona. Es una manera de recordar a sus seres queridos. Cada manto que recibe la Virgen lleva en su interior, cosido al forro, una tela con el número identificativo de la pieza y la dedicatoria del donante.

María Teresa nació en la avenida Virgen de la Montaña y su familia, cuenta, siempre ha estado muy unida a la cofradía. Su padre, Juan González Luengo, fue tesorero y director de la revista de la hermandad. La idea de donar un manto a la Virgen, recuerda, se le ocurrió a su madre. «Ella tenía guardado el traje de boda. Y decidimos llevarlo a Madrid, a los talleres de Santa Rufina, para que hicieran el manto con el vestido. Ese fue el primero que regalamos», relata. Corría el año 1994. Se trata del manto número 88, confeccionado en raso blanco y bordado en hilo dorado, cuajado de flores y pedrería.

Fue el único manto confeccionado en un taller profesional. El resto los ha elaborado María Teresa. Primero junto a su madre y después en solitario. Ella no es modista pero admite que, teniendo un patrón, la tarea no resulta demasiado compleja. La segunda donación llegó dos años después, en 1996. En esta ocasión, el manto se elaboró a partir del vestido de dama que lució en la novena edición de los festivales hispano-americanos que durante años abarrotaron la Plaza de Toros. «Mi madre y yo dijimos: 'vamos a atrevernos a hacer un manto'. Y lo hicimos. Nos fuimos a Pontejos -emblemática mercería madrileña- y compramos los adornos». El resultado fue la pieza número 92, de brocado natural blanco, con aplicaciones en hilo dorado y de colores.

Diez años después

El tercero llegó diez años después, en 2006. Algo cambió en la vida de María Teresa. «Ese año necesitaba hacer algo. Había faltado mi madre y yo estaba hecha polvo. Necesitaba hacer algo y a la Virgen», cuenta con los ojos humedecidos. «A partir de entonces -prosigue- necesito hacer mantos. Siento satisfacción al pensar que los nombres de mis familiares están a los pies de la Virgen cada vez que lleva los mantos que yo hago». Aquel manto de 2006 era de color azul, salpicado de perlitas y confeccionado a partir de una colcha de la dote de su madre.

Un año después, en 2007, realizó una nueva donación. Esta vez el manto era de color salmón, también procedente de otra colcha. «Se lo pusieron durante el Novenario de 2008», evoca. A la hora de concebir el quinto manto, María Teresa pensó que lo haría de mayores dimensiones a los anteriores. «Pensé que la Virgen ya tenía muchos mantos cortos y que de besamanto tenía menos. Y me decidí por uno grande», cuenta. Las piezas que la Virgen luce durante el besamanto son más largas para permitir que los cacereños que se acercan hasta la patrona puedan llegar sin dificultad la tela.

Eligió una tela de damasco verde para este manto, el 122, que compró en Retales Manolo. A este establecimiento ha vuelto para comprar la tela con la que ha hecho la prenda que la Virgen estrenará en el besamanto de 2015, el número 126. Esta vez será rojo, confeccionado en brocado de satén y adamascado en oro y plata. «En memoria de mis familiares difuntos», reza en la dedicatoria que va cosida al forro. María Teresa suele invertir un mes en confeccionar cada manto.

La camarera de la Virgen, Pilar Murillo, cambia de manto a la patrona cada semana. La imagen luce, por tanto, en el Santuario todas las piezas que le regalan. Pero en el Novenario hay que elegir y seleccionar un manto por cada día que la patrona permanece en la ciudad. «A todos los que hacemos mantos a la Virgen nos entusiasma que le pongan el nuestro. Y, sobre todo, en el Novenario. Es una emoción especial. No por mí, sino por mi gente», resume. María Teresa ya sabe cómo será el séptimo manto que regalará a la Virgen de la Montaña. Esta vez será de color azul. La elección del color no es caprichosa. Se trata de la tonalidad favorita de su madre.

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