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Esquina 12. Javier Vera, responsable del único bar del Junquillo, atiende a tres clientes en la terraza
«Casi salgo a un robo por mes»

«Casi salgo a un robo por mes»

Los residentes se han solidarizado con el hostelero y algunos incluso han propuesto donarle el dinero de las fiestas del barrio

Manuel M. Núñez

Domingo, 22 de junio 2014, 00:52

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«Casi salgo a un robo por mes. Abrí el local hace poco más de dos meses y ésta ya es la segunda vez que se llevan algo». La voz de Javier Vera suena a medio camino entre la resignación y el temor a una nueva visita inesperada de los cacos a Esquina 12. Así se llama su bar. De momento, es el único negocio de cualquier tipo que funciona en el Junquillo.

Las primeras viviendas se entregaron en octubre de 2012 pero hubo que esperar hasta que este cacereño de 44 años se decidiese a montar Esquina 12 para encontrar un espacio en el que tomar un refresco o disfrutar de una terraza. Lo que parece normal en tantas otras barriadas de la capital, en el Junquillo era, hasta que llegó Javier, una misión imposible.

Sin embargo, la experiencia no está siendo todo lo positiva que quisiera para este veterano hostelero que ha pasado «por lo menos 30 años» de su vida detrás de la barra. «Me ofrecieron esto, con el local prácticamente listo y me decidí. La respuesta de los vecinos ha sido estupenda. Con lo que no contaba es con que los robos se iban a convertir en un dolor de cabeza para mí», reflexiona.

A media mañana en Esquina 12 no falta movimiento. Tres jóvenes en la terraza toman un aperitivo. Dentro hay otro hombre de mediana edad que supervisa las instalaciones tras aparcar su vehículo en la puerta. Luce el anagrama de una empresa de seguridad. Javier está dispuesto a poner todos los medios a su alcance para que no se vuelva a repetir lo que ocurrió en la madrugada del sábado al domingo, hace una semana.

«Había estado trabajando hasta las dos de la mañana y poco después de cerrar me avisaron. Habían vuelto a robar. No fue mucho, pero el disgusto no te lo quita nadie», confiesa mientras muestra el doble acristalamiento que los ladrones destrozaron «con una maza o una herramienta similar». Desde la propia ventana, y para evitar ser captados por las cámaras de vigilancia, arrastraron la máquina tragaperras y la desvalijaron. Más tarde apareció la Policía y estuvo tomando huellas.

Semanas antes Javier ya se llevó otro sofocón similar. De la misma puerta de su establecimiento desaparecieron 16 sillas y cuatro mesas. La terraza quedó desmontada en cuestión de minutos. «Metieron el material en un vehículo y no volvimos a saber nada», se queja.

Los vecinos se han solidarizado con él. Llevaban más de un año pidiendo que junto a sus casas abriese algún negocio. En realidad, ese deseo casi aparecía a continuación de tantas otras reivindicaciones como la conexión con autobús o, hasta hace poco, el acceso peatonal a la barriada.

Javier dio el paso y los residentes se lo agradecen. Algunos incluso han propuesto donarle el dinero que se recaude con las fiestas vecinales. «Lo he leído en el foro de Internet y estoy agradecido, pero no hace falta. Yo tengo mi seguro y además de denunciar, ya he dado el parte correspondiente. Lo que espero es que no se vuelva a repetir la situación y si es posible que haya más vigilancia de la policía», destaca.

Coincide en la petición con la asociación vecinal. Su presidente, Carlos Luengo, prefiere ser cauto y pide «no caer en el alarmismo». «Éste es un barrio tranquilo, de gente joven. Cada vez somos más vecinos y en general estamos satisfechos. La desconexión que hemos tenido y en parte seguimos teniendo con Cáceres en cuestiones como el acceso peatonal o el autobús, creo que llevan a este tipo de situaciones porque se nos ve como el extrarradio», sugiere.

Luengo admite que han mantenido conversaciones con la Subdelegación del Gobierno para que haya «mas presencia policial» en las calles de la urbanización. De hecho, él mismo confirma que los agentes hacen su trabajo. No obstante, ello no ha sido suficiente.

Casi todos los consultados están convencidos de que los autores no residen en el Junquillo. En los garajes algunos vehículos ya han sufrido desperfectos y también algún turismo estacionado fuera. Pese a todo, el propio Javier Vera insisten en destacar que el barrio no es ni más ni menos peligroso que cualquier otro de Cáceres.

«Qué mala racha lleva». «Mi total apoyo». Son algunas opiniones de los propios vecinos en la red social que comparten en Internet. Temen que Javier se canse y abandone. Ya hace bastante esfuerzo para cubrir gastos, entre otros, los 1.100 euros que le cuesta el alquiler del local. La idea de la retirada, con todo, no ronda por su cabeza.

Guarda de seguridad

Al contrario. Además de sensores de presencia, colocará verjas en los ventanales. Incluso anima a sus vecinos y clientes a dar un paso más: «Deberíamos evitar problemas y contar con un guarda de seguridad. No sería tan costoso pero su presencia ahuyentaría a muchos delincuentes», vaticina.

«Está preocupado y es normal. Pero yo vivo aquí y debemos tener calma». Es el punto de vista de otro residente y a la vez empresario. Álvaro Ropero, madrileño instalado en Cáceres, abrirá a lo largo del verano el que será el segundo negocio del barrio. Es la multitienda que todos estaban esperando.

Ofrecerá lo típico de este tipo de establecimientos: pan, bebidas, pollos asados, pizzas e incluso se propone habilitar una terraza. Ya cuenta con el proyecto. Eso sí, pide un deseo. Que los cacos pasen de largo.

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