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Voluntarios de Cruz Roja atienden a un 'sintecho' en un cajero. :: J. V. A.
Más de veinte personas en Badajoz pasan el invierno en cajeros o fumaderos

Más de veinte personas en Badajoz pasan el invierno en cajeros o fumaderos

Cruz Roja mantiene su programa de asistencia, en el que una veintena de voluntarios sale cada jueves a buscarlos para repartir comida o ropa

A. GILGADO

BADAJOZ.

Domingo, 10 de diciembre 2017, 08:36

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En este programa, confiesa Larisa Pacheco, te das cuenta de lo fácil que resulta caer del otro lado. Larisa coordina la atención a las personas sin hogar de Badajoz en Cruz Roja y ha conocido muchas situaciones límites que se deterioraron tras una vida como la de cualquiera.

Cada jueves, varios voluntarios -hay una veintena que van rotando- salen a las nueve de la noche y recorren los cajeros y los fumaderos de droga para repartir comida, abrigo o material de higiene. Sucursales de Fernando Calzadilla, Condes de Barcelona, Valdepasillas o las chabolas entre el casino y el parque del río conforman ahora la ruta. Van a sitios donde saben de antemano que van a encontrar gente y cambian el itinerario según los movimientos de los destinatarios. «Algunos permanecen hasta varios meses en un mismo cajero».

Puerta de Palmas es parada fija. La entrada en vigor de la ordenanza municipal que sanciona la prostitución en la calle ahuyentó a las prostitutas, pero con el tiempo la vigilancia se ha relajado y de nuevo hay varias chicas que se ofrecen en el entorno de la rotonda. «Aquí estamos bastante tiempo porque ellas saben que venimos cada jueves y, antes o después, se acercan».

La ruta suele terminar en la Plaza Alta. En este caso acuden los toxicómanos que se refugian en los fumaderos del Campillo.

En total, los voluntarios de Cruz Roja asisten a una veintena de usuarios en cada salida. No son los mismos siempre. De hecho, hay mucha movilidad, pero el número fluctúa poco.

Entre los beneficiarios, Larisa distingue varios perfiles. En primer lugar están los cinco o seis que duermen siempre en la calle. Se trata de gente muy dependiente del alcohol o de las drogas. «Ahora en invierno tratamos de convencerles de que se resguarden. Los que pasan la noche a la intemperie acaban enfermando». Hay otro grupo de entre trece y quince que no duermen en los parques o en los cajeros, pero pasan la mayor parte del tiempo en la calle y se resguardan en fumaderos o viviendas en ruinas sin luz ni agua.

Desde Cruz Roja buscan que esta primera toma de contacto de los jueves sea el paso previo para seguimientos posteriores y acaben en albergues, acudan a los servicios sociales o se pasen por los centros de salud. «No todos están preparados para convivir en un centro de acogida. Aunque sean mínimas, hay que respetar unas normas y unas pautas de comportamiento imposibles para ellos por sus adicciones».

Algunos incluso reciben una pensión o cuentan con ingresos mensuales fijos con los que podrían vivir mejor, pero se los gastan en poco tiempo.

A pesar de la desconexión social tan honda, en Cruz Roja creen que hay esperanza para la reincorporación. El estímulo, muchas veces está en mantener un mínimo de arraigo familiar, cuenta Larisa. «La mayoría tienen hijos que no pueden educar, pero les anima mucho visitarlos con cierta frecuencia y quieren mejorar su situación para no perder el contacto con ellos».

Este paso adelante no siempre resulta tan sencillo. Larisa habla de los esclavos del mundo actual. De toxicómanos que trabajan como aguadores para camellos, con miedo de moverse de una misma esquina. O de prostitutas controladas por proxenetas agresivos. «Son el eslabón más débil de un mundo del que solo vemos la punta del iceberg», sentencia la técnico responsable de Cruz Roja.

Seguimiento

En esta salidas de los jueves hacen un seguimiento para identificar a quienes pudieran beneficiarse de la asistencia sanitaria, de los centros de rehabilitación o de los programas de empleo. «Son los menos, pero algunos lo han conseguido. Incluso hemos tenido gente a los que hemos ayudado con el alquiler de un piso». En este reparto semanal, los voluntarios entablan una relación de confianza con los usuarios. «Hacemos esto para que en un futuro sean ellos los que vengan a nosotros, que se preocupen de mejorar su situación. Ese es el primer paso». Algo tan cotidiano como regularizar la tarjeta sanitaria supone todo un logro.

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