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¿Qué ha pasado hoy, 17 de abril, en Extremadura?

Sobre el Museo de Ciencia y Tecnología de Badajoz

Alfredo Álvarez García

Martes, 21 de noviembre 2017, 00:12

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'Gaudeamus igitur', que se está gestando, por fin, el deseado Museo de Ciencia y Tecnología de Badajoz. Ha costado mucho tiempo dar forma, aún de borrador pero ya con rasgos bien perfilados, a un proyecto cuyos beneficios a medio y largo plazo no ofrecen ninguna duda ni a los que han venido proclamando la necesidad de tal entidad a lo largo de dos décadas, ni a las decenas de instituciones públicas y privadas que se han mostrado favorables a su instalación (incluyendo a aquellas de las que ha dependido hacerlo), ni a las asociaciones que han apoyado la idea e incluso colaborado en su fomento. La Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País tiene contabilizadas, en un libro abierto a tal efecto, alrededor de un centenar de firmas de apoyo de entidades de todo tipo, así como de muchos particulares que se han sumado a la idea y que han llenado los aforos (lo demuestran las mediatecas) allí donde se han realizado actividades científicas promocionales.

Una demanda social tan patente supone sin duda el respaldo necesario a la inversión inicial del proyecto que, por otro lado, no es tan alta como pudiera parecer si se buscan las colaboraciones y sinergias contempladas en el mismo. De todos modos las inversiones son eso, inversiones, capitales que se emplean para recoger un beneficio y, en este caso, el beneficio es, a poco que se piense, tan necesario como previsiblemente llamativo: se trata de ayudar a construir nuestro futuro despertando el interés en la ciencia y la tecnología. Hemos luchado durante mucho tiempo contra el poso social que asigna el concepto de cultura a las humanidades y lo excluye de las ciencias y la tecnología. Nadie es culto sin leer a Lorca, pero no importa no haber leído a Hawking, por dar dos nombres mediáticos.

Este lastre, como otros, es más notable en sociedades rurales, poco densas y poco comunicadas, y nuestra región es, en buena medida, un claro ejemplo de ello. La consecuencia es una falta de competitividad apreciable ya desde los niveles escolares. En efecto, como ya se ha comentado anteriormente, el último informe PISA, que es una medida comparativa del nivel de competencia de los estudiantes de 15 años en el entorno de la OCDE, pone a Extremadura en los últimos lugares de las listas tanto en Comprensión Lectora, como en Matemáticas y Ciencias. Y como no creemos que nuestros alumnos, nuestros docentes o nuestro sistema sean peores que los de Castilla y León, Navarra o Madrid, que son los primeros en las listas a mucha distancia de nosotros, hemos de buscar las causas de nuestros resultados en la ausencia de motivación asociada a nuestro particular entorno rural, poco denso y mal comunicado.

Parece que el cerebro aprende con menos dificultad si se apoya en emociones. Es un refuerzo innegable a la motivación. El que escribe estas líneas sigue recordando con viva emoción aquél verano de 1969 en el que el primer ser humano pisaba la luna. En Baños de Montemayor, en donde estaba veraneando, no había otra conversación aquellos días, ya fuera en las termas romanas en donde se aliviaban los dolores o en los talleres artesanos en donde se trabajaba el castaño. No sé si los estudios de Ingeniería y Ciencias Físicas que aquel niño extremeño emocionado acabó realizando fueron consecuencia de aquellos mimbres, pero en la actualidad mi emoción no es menor al recibir la noticia del descubrimiento de un nuevo planeta fuera del sistema solar.

¿Qué pasó el verano del 69 en aquél pueblo pequeño y de difícil acceso? Pues simplemente que los medios de comunicación hicieron posible que la emoción llegara a la gente y que un logro tecnológico de la NASA se convirtiera en un logro tecnológico del ser humano. ¡De cada uno de nosotros!

El proyecto del Museo de Ciencia y Tecnología de Badajoz pretende exactamente eso: llevar la emoción de estas disciplinas al hábitat de donde emergerá la sociedad extremeña de un futuro no muy lejano. La esencia del proyecto es provocar una vascularización del tejido social que lo mantenga permanentemente irrigado tanto de interés como de actitud científica, lo que va a ayudar, además, a despertar otras actitudes deseables en cualquier sociedad madura. Estos objetivos así planteados son similares a los que inspiran a los museos de ciencia actuales, tan alejados ya de aquellos decimonónicos gabinetes de arqueología tecnológica. La arqueología en los museos modernos son secciones ligadas en cierta forma al entorno en el que se expone. En nuestro entorno tenemos, como posibles candidatas a la sección arqueológica, las extraordinarias colecciones de instrumentos del Instituto Zurbarán y Bárbara de Braganza, las de medidas de la Asociación Ventura Reyes Prósper o las de la Asociación Benito Mahedero, entre otros.

Pero la esencia del Museo de Ciencia y Tecnología de Badajoz va a ser su carácter abierto. Se pretende hacer que el museo ‘sea la propia ciudad de Badajoz’. Se está tratando de implicar a las instituciones competentes para ir desarrollando los objetivos de expansión iniciales del museo como son, por ejemplo, que se articulen los ríos como eje de difusión en los campos biológico (catalogando su biodiversidad) y energético (rehabilitando los molinos o la central hidráulica, cuyo estudio se está realizando ya en la Escuela de Ingenierías Industriales de la UEx), que se coloquen en determinados lugares geometrías curiosas o imposibles siguiendo rutas estratégicas en la ciudad, que se instale un parque de relojes de sol, etc.

Sin desatender, por supuesto, la difusión recreativa de la ciencia, misión fundamental de cara a los más pequeños y a sus familias, desde el Museo de Badajoz se pretende por un lado difundir la actualidad científica y tecnológica, promoviendo conferencias cuando aquella lo demande o dando sede a congresos especializados, y por otro lado hacer pública la ciencia y la tecnología que se hace en Badajoz y en Extremadura favoreciendo encuentros entre los grupos de investigación y la sociedad, dando visibilidad a empresas de desarrollo tecnológico u organizando visitas guiadas a instalaciones científicas o industriales.

En fin, hablamos de un ente tan vivo como lo son la ciencia y la tecnología, y que evolucionará en la medida en que lo hagan éstas. Hablamos de un ente que merezca la pena visitar seis meses después de haberlo visitado, porque ya no será el mismo y nos abrirá expectativas nuevas. Hablamos de un ente que nos mantenga socialmente alerta en estas cuestiones y lleve un mínimo de lucidez a quienes pudieran preguntarse qué tiene que ver la sociedad, las formas de vida, la cultura en suma de cualquier sociedad con el desarrollo científico y el progreso tecnológico (¿alguien se puede preguntar esto en serio?).

Alegrémonos, pues, que construir futuro, además de una obligación, es siempre una apuesta segura.

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