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Directo Directo | Espera en el interior de San Agustín para ver qué decide esta hermandad de Badajoz
Equipo que trabaja analizando el agua de las depuradoras de Promedio. :: j.v. arnelas

Promedio detecta más de cien vertidos problemáticos en la red de aguas

Las almazaras, las cooperativas agrícolas o las industrias cárnicas suelen ser los principales emisores

A. GILGADO

BADAJOZ.

Domingo, 20 de agosto 2017

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El agua es una de las sustancias químicas más investigadas, pero sigue siendo la menos entendida. La cita corresponde a John Emsley y preside una de las paredes del laboratorio de agua que tiene Promedio en su sede de Pardaleras, frente a la plaza de toros.

Allí trabaja un equipo de siete técnicos gracias a un convenio entre el organismo de la Diputación y la Universidad de Extremadura (UEx). Pedro Martín de la Vega es el responsable del grupo. Empezó como docente en la UEx, pero el volumen de trabajo que ha asumido el laboratorio en los últimos años le ha llevado a dedicarse por completo a mejorar la calidad de agua que vierten al Guadiana los pueblos de la provincia adscritos al consorcio.

Hasta su sala de trabajo llegan cada semana muestras de agua de las cincuenta depuradoras de la provincia que gestiona Promedio. Cada prueba lleva tres botes distintos. No hace falta ser un experto para intuir que el bote con el agua más oscura y maloliente pertenece al momento previo, la turbia a la depuración y la limpia corresponde a la que sale ya hacia el Guadiana.

Cada registro se estudia según los parámetros y en función de los resultados se determina el índice de peligrosidad. En total, el laboratorio de Promedio hace más de 1.600 análisis al año y localiza los vertidos que se hacen en la red de agua en los cincuenta pueblos. De media, cada semana detectan entre cinco y diez incidencias distintas, pero con las campañas agrícolas se multiplican. Cada año, calcula el responsable del laboratorio, detectan casi dos mil vertidos. La mayoría son asimilables por las depuradoras, aunque el verdadero problema reside en los más de cien que se consideran problemáticos porque su nivel de contaminación es muy alto. La dispersión geográfica de Badajoz se traduce también en la gestión del agua. En cada pueblo funciona un secadero de jamón, una cooperativa donde se transforma lo que se recoge del campo o una almazara donde se muele. En el entorno rural, explica Martín de la Vega, la depuración es muy complicada.

Afortunadamente, aclara, no se trata de vertidos peligrosos. «No es un metal pesado que se acumula en el ambiente por los siglos de los siglos. Lo agroalimentario es muy directo. Se aprecia enseguida porque huele mal pero en una semana se puede eliminar. No vamos a tener problemas por estos vertidos de aquí a cuarenta años».

Las pequeñas industrias agrícolas trabajan enganchadas a la red de saneamiento y no todas hacen una depuración previa. No extraña, por ejemplo, que a las depuradoras llegue el agua roja de los mataderos o se reviente algún colector por el tapón que se forma al acumularse la grasa animal. El pico de incidencias en las campañas agrícolas se explica porque muchos de los agricultores limpian los remolques con la manguera y el agua se va por el desagüe.

En el laboratorio no se limitan solo a detectar los vertidos y emitir un informe. Van más allá.

Avisan a los ayuntamientos -son los titulares de las depuradoras- y a los responsables de los vertidos. «La filosofía nuestra no es sancionar o castigar, sino concienciar. Le explicamos que los niveles de contaminación de sus aguas no pueden depurarse en la planta y al final acabará el agua sucia en el río. Antes de que eso ocurra hay que poner una solución». Las empresas agroalimentarias están obligadas a verter a la red con los mismos parámetros que una vivienda, por lo tanto, tienen que dotarse de un sistema previo para tratar primero sus aguas. El problema es que no todos lo hacen, aunque el nivel de resolución es muy alto. Martín de la Vega calcula que el 90% de esos vertidos problemáticos se solucionan. El otro diez por ciento se mantiene por la falta de voluntad de la otra parte. Hay empresarios que se niegan a colaborar y solo cambian de opinión cuando llegan las sanciones o directamente se les cierra el acceso a la red.

«El modelo de trabajo de Promedio -explica- lo conocen muy bien en Bruselas y nos felicitan. Pero todavía les cuesta creer que sean las depuradoras urbanas las que se encarguen de los vertidos industriales. Eso en otros países no ocurre».

Desde el consorcio creen que el único camino pasa por formar a técnicos expertos en tratamiento de aguas a los que puedan acudir empresarios y agricultores. Por eso han formado un grupo de trabajo en el que participan técnicos de todos los organismos relacionados con el agua: Diputación, Junta de Extremadura y Confederación Hidrográfica del Guadiana. Este equipo de trabajo promueve campañas de sensibilización y cursos de especialización.

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