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Miércoles, 27 de septiembre 2017, 23:28
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La industria frutícola de Gévora que acaba de entrar en concurso de acreedores acumula una deuda de unos 20 millones de euros, según los datos proporcionados por el abogado y asesor financiero de la compañía, José Luis Medina. El 90 por ciento del dinero se debe a los bancos.
El procedimiento afecta a dos sociedades distintas, Fruvaygo SL y Machuca Fruits SL. Ambos se tramitan de forma conjunta, dado que ambas firmas comparten instalaciones y están relacionadas.
El abogado insiste en que la compañía intenta llegar a un acuerdo con los acreedores con el fin de mantener la empresa y los puestos de trabajo, así como pagar a las entidades financieras. «Se está haciendo todo lo posible», afirma. La empresa entró en preconcurso en marzo con ese objetivo.
Fruvaygo cuenta con una plantilla formada por 280 fijos discontinuos y 40 fijos, aunque la cifra se dispara en periodos puntuales hasta picos que rozan el millar. El abogado admite que este verano se han producido retrasos en el pago de las nóminas, pero insiste en que actualmente todos los empleados han cobrado. Explica que la campaña de este verano ha salido adelante gracias a los trabajadores porque la compañía no contaba ya con financiación bancaria. A eso se le une que «la campaña ha sido especialmente mala, con precios bajos», explica José Luis Medina. La facturación anual máxima en ejercicios anteriores ha llegado a los 20 millones de euros, aunque la última ha sido bastante más baja y están a la espera de cerrar la cifra en las próximas semanas.
La fábrica tiene actualmente una capacidad de 30 millones de kilos de fruta al año. La mitad de su producción es propia, dado que los propietarios gestionan varias fincas. La otra mitad procede de distintos productores que, según el abogado, suponen una docena de firmas. José Luis Medina asegura que hay interés en el sector para quedarse con las instalaciones. Según el abogado de IHS Consulting, distintos industriales creen que la empresa es viable. Aunque de momento no hay nada concreto. «Estamos haciendo todo lo posible por mantener la empresa y el empleo», certifica.
Fruvaygo comenzó a funcionar en el año 1975 como empresa familiar y es la segunda generación de la familia la que se encuentra ahora al frente de la compañía, una de las referentes en la región. Es uno de los pilares de trabajo de la localidad y también ha empleado a vecinos de otras poblaciones cercanas.
Ayer se apreciaba cierta actividad en las instalaciones. Una máquina limpiaba la zona de recepción de descargas, había varios coches aparcados dentro de la fábrica y los palés se apilaban en varias columnas.
En el pueblo, la noticia del concurso de acreedores se vive entre la sorpresa de unos y el «se veía venir» de otros. Para entender lo que supone esta compañía hay que tener en cuenta el número de empleados (320 entre indefinidos y fijos discontinuos) y la población de la localidad, que según el INE es de 2.471 personas. Al calor de esta compañía y de otras también grandes, como la de transportes Copttraba, la planta de reciclaje de ripios o Marle, dedicada a las explotaciones forestales, subsisten negocios pequeños de todo tipo.
La mayoría de los vecinos consultados hablan con HOY, pero prefieren no dar su nombre porque o bien han trabajado en la compañía o tienen a algún familiar empleado en ella o no descartan tener que pedirle trabajo en el futuro. «He trabajado muchísimo allí y esto no se esperaba. Conmigo no se han portado mal, pero eran jornadas muy largas. Ahora, que gracias a eso hemos comido en mi casa durante muchos años y hemos pagado la hipoteca».
En una de las cafeterías explican que el declive de la compañía durante este verano se ha notado en la feria y en la caja de los bares. El retraso en el pago de las nóminas en la mayor empresa del pueblo ha hecho que los trabajadores extremaran el celo a la hora de gastar. Muchos de los vecinos son fijos discontinuos y cuentan con las campañas del verano para después cobrar las peonadas. De ahí que el miedo se multiplicara ante la posibilidad de no alcanzar las jornadas necesarias. En el pueblo han notado, también, menos trasiego de camiones extranjeros.
Un grupo de ancianos pasaba la mañana de este miércoles cerca del Ayuntamiento, al sol de la plaza. «Ahí trabaja muchísima gente del pueblo. Este año no ha habido los trabajadores de otros veranos, que venían de localidades de fuera, y solo han cogido su fruta. Había días en que llegaban más de 20 trailers, pero este año solo han cogido la suya», comentan en un grupo donde están Manuel Antúnez y Antonio Lozano.
«Esto no se esperaba, no sé lo que habrá pasado. Imagino que habrá sido la mala dirección. Torres más altas han caído». Así lo ve Francisco Moreno, apodado el Cola.
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