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Jueves, 25 de enero 2018, 07:51
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Es imposible que Mirela G. se cayese rodando por un terraplén hasta el pantano de Alange. Es la conclusión del guardia civil que inspeccionó el lugar del crimen en enero de 2016 cuando esta joven de nacionalidad rumana apareció muerta en el agua. El agente declaró ayer en la segunda sesión del juicio en el que su expareja, Ginel P., también de nacionalidad rumana, se enfrenta a una condena por asesinato.
En este juicio la Fiscalía sostiene que Ginel P., que estaba condenado entonces por un Juzgado de Violencia de Género por amenazas a su expareja, Mirela G., se reunió con la joven el 6 de enero de 2016 en Badajoz y que, después de una discusión, se dirigió al pantano de Alange donde la golpeó durante más de una hora, la estranguló y la sostuvo bajo el agua hasta que falleció. La defensa mantiene, sin embargo, que no hubo maltrato previo, sino que fue un montaje de la pareja para cobrar una subvención y que la noche de los hechos Ginel la golpeó y ella se cayó al pantano por un terraplén, por lo que sufrió numerosas lesiones. Si el jurado popular acepta el relato del Ministerio Público, será condenado por asesinato a 26 años de cárcel. La defensa pide que sea homicidio y la pena se quede en 9 años.
El acusado presentó su versión de los hechos en la primera sesión del juicio, el martes. Ayer, sin embargo, los investigadores de la Guardia Civil que llevaron el caso contradijeron su relato. Uno de los momentos más destacados fue el testimonio del agente que inspeccionó el vehículo del acusado. Localizó manchas de sangre en la parte trasera, en el lado izquierdo. Entre ellas había proyecciones, es decir, salpicaduras del arma con el que golpearon a Mirela, una botella de whisky según reconoce su agresor.
Este testimonio puede ser clave porque demuestra que el primer golpe, que se produjo dentro del coche según reconoció Ginel P., fue muy fuerte. Las acusaciones consideran que este impacto, sumado al alcohol que había consumido la víctima, hicieron imposible que pudiese defenderse. En los términos jurídicos esto supone alevosía, una de las condiciones que deben demostrar para que sea condenado por asesinato y no por homicidio.
La otra clave es convencer al jurado de que hubo ensañamiento. Para ello será clave hoy el testimonio de los forenses que detallarán cómo murió la joven.
En la jornada de ayer también declaró el agente de la Guardia Civil que inspeccionó el lugar de los hechos. Mostró fotos al jurado de las manchas de sangre que localizaron en el terraplén que lleva del aparcamiento donde estaba el coche hasta el agua. El agente descartó, como defiende el acusado, que Mirela se cayese por este desnivel porque las manchas no seguían una línea, sino que estaban en zigzag. Su testimonio apoyó la tesis de la acusación que sostiene que Ginel P. fue golpeando a Mirela G. durante la bajada.
Ayer también testificaron conocidos de la pareja que aseguraron que ella le tenía miedo. Uno de las declaraciones clave fue la de un amigo de la joven, el último que la vio con vida. También habló el propietario de la casa de acogida donde vivía Mirela, que ratificó las amenazas por las que condenaron por violencia de género al joven rumano antes de los hechos, ya que fue testigo directo.
El momento más emotivo tuvo lugar cuando intervino el padre de la víctima. La madre entró en la sala, pero se emocionó y no fue capaz de hablar. Volverá a intentar testificar hoy. Los padres vivían en Rumanía cuando murió Mirela y hora están al cuidado de los dos hijos de la joven. Uno de ellos también es hijo del acusado.
El padre, con ayuda de una traductora, aseguró que su hija le contó que su pareja le había pegado dos meses antes de su muerte y que quería volver a Rumanía, pero no podía, porque Ginel P. se negaba a firmar los papeles para que el hijo de ambos pudiese abandonar España. La abogada defensora trató de desacreditar su testimonio al afirmar que no tenía relación con su hija. El padre, sin embargo, insistió en que hablaba por teléfono regularmente con ella. «Criaré a mis nietos como mis hijos. Todo el amor que le dábamos a mi hija, se lo daremos a ellos», dijo sobre la muerte de Mirela.
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