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Lunes, 23 de octubre 2017, 07:47
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Rocío Martínez ha trabajado como dependienta en muchas tiendas. Más de una vez, algún compañero le avisó al entrar en el negocio una mujer gitana que la vigilara de cerca. Se mordía la lengua cada vez que le daban ese encargo.
Rocío es gitana, vive en Suerte de Saavedra, trabaja de forma eventual en el comercio y ahora que los niños son mayores trata de sacarse la ESO. Ha posado para los fotógrafos Blanca y Francisco González con su uniforme para demostrar que a la profesionalidad no viene marcada por la raza.
Blanca y Francisco González recibieron el encargo de la Asociación de Mujeres Romís Calís de retratar a 33 gitanas de Badajoz de distintas edades, barrios y ocupaciones para echar por tierra los estereotipos.
El resultado se puede ver hasta el próximo 15 de noviembre en las Casas Mudéjares, frente a la Alcazaba. Hay una monitora de gimnasio, cantantes como las Azúcar Moreno o la Kaita, autónomas o vendedoras de mercadillo. Pero, sobre todo, se ven muchas estudiantes. Y no es casualidad. Manuela Salazar, la presidenta de la Asociación de Mujeres Romís Calís desde el año 2006, se ha encargado de buscar los perfiles. Su empeño es que las niñas no abandonen los estudios al llegar el instituto y que se formen para aspirar a un empleo cualificado.
Los retratos se presentan en blanco y negro porque según la fotógrafa el color distrae demasiado al espectador y ellos buscan precisamente lo contrario .«La gente se detiene en la mirada, en la sonrisa, entra directamente en la foto».
'Gitanas de Badajoz' se enmarca dentro de las Jornadas Culturales Gitanas, de la que se han celebrado ya más de veinte ediciones.
Cristina Simarro trabaja como mediadora en la Romís Calís. El protagonismo de la mujer en este tipo de eventos, explica, tiene toda la intención. «Son el motor de la familia».
En la selección de las Casas Mudéjares hay ancianas, madres, abuelas o veinteañeras. El cambio generacional se aprecia en algo más que en la forma de vestir o en la comodidad con la que posan las más jóvenes. «Ese salto que hay entre nosotros y nuestras madres se ha dado también en la cultura gitana. Las nuevas generaciones han asumido más protagonismo».
Romís Calís tiene en marcha varios programas educativos en la ciudad. Se encargan, por ejemplo, de ofrecer refuerzo escolar en Suerte de Saavedra y el Gurugú o de organizar encuentros entre jóvenes estudiantes con escolares para que tengan desde pequeños una referencia positiva cercana. Poco a poco, cuenta, se han ido consiguiendo objetivos. El absentismo, tan extendido hace algunas décadas entre el colectivo, resulta hoy algo excepcional gracias al trabajo continuo con las familias y los colegios.
Isabel Suárez tiene 48 años y vive en las Moreras. Se apuntó a la sesión de fotos porque defiende con vehemencia todo lo referente a la cultura gitana. «Somos un pueblo con mucha tradición y no sentimos muy orgullosos. Tenemos que trabajar para que no se pierda».
En Badajoz viven cerca de 3.000 gitanos censados entre Suerte de Saavedra, Gurugú, Colorines y Casco Antiguo. Manuela Salazar explica que en Romís Calís mantienen un seguimiento de las mujeres más necesitadas. Les ayudan a resolver trámites burocráticos como solicitar becas, ayudas sociales o elaborar sus propios currículos.
Más allá de este tipo de cuestiones prácticas, lo más importante, aclara, es que ayudan a que sean ellas mismas.
Tienen el apoyo del Instituto Municipal de Servicios Sociales y de la Federación de Asociaciones Gitanas Extremeñas para que los mensajes de estas jornadas tengan cada vez más repercusión. «Se trata de avanzar pasito a pasito y derribar prejuicios». Algo tan cotidiano como posar para una foto ayuda en ese camino.
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