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Antonio Rodríguez-Moñino durante su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1968, dos años antes de morir. :: hoy
Rodríguez-Moñino en la Hispanic Society

Rodríguez-Moñino en la Hispanic Society

El bibliófilo y bibliógrafo llegó a ser vicepresidente de la institución que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional

MIRIAM F. RUA

Domingo, 28 de mayo 2017, 09:57

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El bibliófilo y bibliógrafo pacense Antonio Rodríguez-Moñino ingresó en la Hispanic Society of America en 1949, la institución neoyorkina que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional.

Siete años después pasó a ser miembro de número del que se considera el escaparate de la cultura española en Manhattan, dedicado a coleccionar, conservar, estudiar y mostrar el arte, la historia y la literatura de España, Portugal y de los países de ámbito hispano.

Para la institución americana, Moñino realizó un estudio sobre los manuscritos españoles que fue publicado en 1965 bajo el título de 'Catálogos de los manuscritos poéticos castellanos existentes en la biblioteca de The Hispanic Society of America (siglos XV, XVI y XVII)'.

El nombramiento de Moñino en la Hispanic Society, donde llegó a ser vicepresidente, se produjo en medio de la España de Franco, en la que pagó caro su identificación con el bando republicano. «No fue un hombre que se significase políticamente nunca pero firmó el Manifiesto de la alianza de escritores antifascistas para la defensa de la cultura», relata Alberto González, cronista oficial de Badajoz. Al término de la Guerra Civil, esta adhesión dejó a Moñino en el lado de los perdedores.

Este hecho lo pone de relieve también el profesor y actual decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura (UEx), José Luis Bernal Salgado, en el libro que la Editora Regional publicó en 2010 con motivo del centenario del nacimiento de Moñino. «Se inicia contra él un expediente de depuración política como catedrático que le inhabilitaría durante más de veinte años para el ejercicio de la docencia [...]. Por entonces Moñino era una figura internacional en el hispanismo, autoridad reconocida y respetada en el extranjero hasta cotas inusitadas, amén de, entre otras cosas, catedrático en la Universidad de Berkeley y vicepresidente de la Hispanic Society of America».

Precocidad intelectual

Aquella España pilló a Moñino en plena madurez intelectual y aunque efectivamente la dictadura le decretó su muerte civil, y fue apartado de sus ejercicios profesionales hasta el final de su vida, González pone de relieve dos hechos. El primero es su precocidad intelectual. Antes de cumplir la mayoría de edad, Moñino ya formaba parte del Centro de Estudios Extremeños, había firmado artículos y obras sobre el teatro y el folklore de la región, y era bibliotecario auxiliar de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz. «Era un hombre de gran talla y con inquietudes intelectuales desde muy joven», aprecia el cronista.

El otro hecho fue que pese al intento de ostracismo al que le condenó el franquismo, «no le afectó demasiado porque por entonces tenía ya una dimensión de prestigio entre los intelectuales de la época». De hecho, pese a los vetos del régimen, en 1968 -dos años antes de morir- ingresó en la Real Academia Española.

Antonio Rodríguez-Moñino es extremeño «casi por accidente», cuenta Alberto González. Nació en 1910 en Calzadilla de los Barros, porque su padre por entonces era el secretario y tesorero del ayuntamiento de este municipio pacense. Su infancia y juventud fue muy itinerante. De hecho, empezó el bachillerato en Jerez de la Frontera y lo terminó en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Badajoz.

Posteriormente, accedió a la Universidad, donde estudió Derecho y Filología. Opositó a catedrático de instituto y ejerció como profesor en diferentes ciudades.

Uno de los episodios más conocidos del que en sus años de juventud firmaba como 'bibliófilo extremeño' fue su trabajo para salvar y conservar el tesoro bibliográfico del país y de la región durante la Guerra Civil. En este sentido, formó parte de la Junta de Protección del Tesoro Artístico Nacional en Madrid, bajo la presidencia de otro extremeño, Timoteo Pérez Rubio. Y a iniciativa suya se creó la Junta de Protección del Tesoro Artístico Extremeño.

Capacidad de trabajo

Su matrimonio trascendió de la esfera personal porque su mujer, María Brey -emparentada con el actual presidente del Gobierno-, fue una gran intelectual con la que trabajó codo con codo hasta el final de sus días.

Sobre él, Alberto González destaca su enorme capacidad de trabajo así como su labor de recopilación y divulgación de documentos de Extremadura. Respecto de esto último, el cronista destaca su trabajo sobre el folklore extremeño o su obra 'Dictados tópicos extremeños', en la que recopila refranes, aforismos y del habla popular de la región.

«Fue reivindicado casi al final de su vida y murió muy joven, a los 60 años, pero su huella en el mundo intelectual extremeño fue insoslayable», afirma González, quien recuerda que para muchos estudiosos Moñino fue el intelectual extremeño más importante de los tres primeros cuartos del siglo XX.

Su legado ha trascendido a su muerte. Además de la ingente cantidad de artículos publicados, de su enorme biblioteca y de que hoy colegios, institutos, bibliotecas y calles llevan su nombre, «su proyección se mantiene porque es un referente de consulta y cita imprescindible en la cultura española», afirma González.

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