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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Vicente de la Hoz, en su frutería de Carolina Coronado. :: J. V. Arnelas
La crisis del calabacín por las heladas deja sin venta a los pequeños fruteros

La crisis del calabacín por las heladas deja sin venta a los pequeños fruteros

Las exportaciones de Almería en Europa desabastecen a los intermediarios locales

A. GILGADO

Domingo, 19 de febrero 2017, 11:52

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Martín Oxrley no ha perdido el acento uruguayo aunque lleva media vida en España. En el almacén de su frutería de Carolina Coronado repasa la tabla de precios una y otra vez. Como a muchos fruteros de barrio, la crisis del calabacín, un fenómeno mitad mediático mitad climatológico, le ha cogido con el pie cambiado. Ahora respira aliviado porque por fin los calabacines se acercan a un precio razonable. Aclara que más de dos euros el kilo sigue siendo un despropósito, pero casi los cuatro de hace unos días era obsceno. «A veces tienes que perder dinero porque no puedes pedir eso a la gente. Dejan de venir». El problema es que si uno no sigue arrimando el hombro mucho tiempo al final se esfuman las ganancias. Y con ese miedo anda estos días.

Con la iceberg, esa lechuga que sabe a corcho, le ocurre algo parecido. Sus clientes están acostumbrados a comprarla por menos de un euro. De momento, no las ha encontrado por menos de 1,40 en Mercabadajoz. «¿A cuánto se la tengo que poner al público?». Como no quiere que se le pudran en el mostrador busca otras variedades más exóticas.

Con esos precios, no extraña que estos días se haya hablado tanto de las verduras y de lo que muchos llaman ya como la crisis del calabacín. «Si algo vale mucho es porque hay poco y si vale poco es porque hay mucho. Tan viejo como la ley de la oferta y la demanda. Yo no gano más ahora». Con esta clase improvisada de Economía sale del paso Vicente de la Hoz, veterano frutero de San Fernando. Ya sabe que el culpable a este desbarajuste en las fruterías hay que buscarlo en las fuertes heladas que afectaron a las zonas productoras como Almería y Murcia. Con la merma de las cosechas y el tirón de las exportaciones, muchos mayoristas han tenido problemas para encontrar género. Pero hay quien no termina de creerse del todo esta tormenta perfecta. Martín sospecha que los grandes distribuidores han aprovechado también la coyuntura para retener mercancía en las cámaras y agudizar la escasez. «Se ha dado mucho bombo en los medios y hay quien ha querido refugiarse para encarecer el producto».

Enero, coinciden Vicente y Martín, es tradicionalmente el peor mes del año para las fruterías. Cuesta encontrar género barato, poca fruta de temporada y la economía doméstica se contrae. Pero este año, insiste, todo se ha estirado demasiado.

Los pequeños fruteros de barrio trabajan al día. Cargan en Mercabadajoz y lo que pagan hoy no saben si lo pagarán mañana. En coyunturas como las de las últimas semanas, con verduras que duplican su precio habitual y bajan casi tres euros el kilo en dos días, es mucho más complicado salir ileso de las oscilaciones de precios. Las grandes superficies amortiguan los cambios porque suelen firmar contratos anuales con productores que sirven la mercancía a un precio cerrado para todo el año. «Cuando bajan mucho los precios, nosotros podemos vender género fresco barato, pero cuando suben nos quedamos en desventaja», se lamenta Martín.

A esta incertidumbre hay que sumar las limitaciones de manejar material perecedero. O lo vendes en tres días o acaba en el contenedor y lo pierdes todo. Con estos precios, aclaran los fruteros, arriesgas mucho más. Miguel Ángel Sánchez lleva también muchos años vendiendo calabacines en San Fernando. Es de los escépticos. Cada cierto tiempo, bromea, surge alguna crisis con apellido hortofrutícola. «Casi todo se produce en Almería, se vende en Mercamadrid y se distribuye por el resto de España, si consigues saltarte algunos pasos de esta cadena ganas en precios. En verano, con la fruta y las huertas de aquí es más fácil, pero en invierno es imposible. Estamos ahogados».

Aunque proveerse de productores locales también entraña sus riesgos. De la Hoz recuerda que no todos los hortelanos garantizan la trazabilidad exigida y casi siempre venden en negro. Sin factura, sin rastro alguno de lo que llevan y, por tanto, sin responsabilidad ante cualquier intoxicación. «Es un riesgo. Nadie en su sano juicio lo asume».

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