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Quintilia Méndez y Marisol Díaz, directora y jefa de estudios del Virgen de Fátima. :: j. v. A.
Los colegios de atención preferente frenan el absentismo escolar

Los colegios de atención preferente frenan el absentismo escolar

En el Virgen de Fátima de las Ochocientas ya no hay casos destacables, hace siete años tenían un 40%

Antonio Gilgado

Jueves, 9 de febrero 2017, 07:14

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Lo primero que hace Marisol Díaz cuando llega al colegio Virgen de Fátima cada lunes es repasar el listado de faltas de la semana anterior. Alumno por alumno. Día por día.

Carmen Bravo ha rellenado muchas peticiones de Renta Básica para los padres de sus alumnos del Manuel Pacheco, en Suerte de Saavedra, y Raúl Hernández sabe que un insulto o un grito en el colegio del Cerro de Reyes no puede castigarse con vehemencia. Desgraciadamente, algunos niños traen esos insultos y gritos de casa.

La primera conclusión que se extrae cuando uno se acerca a la realidad social en la que trabajan estos tres docentes de la ciudad es que ellos no enseñan, educan.

En Badajoz funcionan seis centros de atención educativa preferente, según los criterios de la Junta de Extremadura.

El Cerro de Reyes, Leopoldo Pastor Sito (Cerro de Reyes), Manuel Pacheco (Suerte de Saavedra), Nuestra Señora de Fátima (las Ochocientas), Santa Engracia (la Luneta) y San Pedro de Alcántara (Casco Antiguo).

Aquí se trabaja con problemas casi inexistentes en otros sitios. El absentismo escolar, por ejemplo, es una prioridad. Aunque hay un protocolo marcado por la consejería hace muchos años, en cada centro tienen sus propias armas para corregir la desigualdad con la que parten sus alumnos.

Raúl Hernández, director del Cerro de Reyes cuenta que en el último año, a través de la inspección, están siendo mucho más rigurosos con las faltas reiteradas sin justificar y el resultado es más que evidente. «Aunque no hay un porcentaje claro, sí que hemos notado que ya no hay tanto como antes». En el Cerro de Reyes, cuando hay más de siete ausencias, el tutor del niño llama a los padres y si después de esta primera comunicación no se frena, es el jefe de estudios quien ya de forma oficial comunica a la familia que se ha abierto un proceso y también informan a los servicios sociales.

Más que por canales oficiales, la situación se consigue porque los maestros y el equipo directivo llevan muchos años en el barrio y conocen de cerca la realidad de las familias, lo que les permite hacerse una idea de los problemas domésticos de los niños.

El centro cuenta con 138 alumnos de entre tres y doce años y el absentismo no vienen porque la familia se niegue a la escolarización, sino por la realidad social tan compleja que tienen. Problemas serios con las drogas o el alcohol, ausencias prolongadas, paro crónico o escaso nivel cultural impiden a los padres llevar una vida lo suficiente ordenada como para madrugar y dejar en el colegio a las nueve de la mañana a su hijo. «Aquí es fácil detectar problemas porque somos una gran familia y nos conocemos todos».

La primera excusa siempre suele ser la misma, pero la reincidencia es lo que hace sospechar a los profesores. «Un niño puede estar malo una vez y faltar tres días a la semana, pero no cada semana». El director del Cerro de Reyes recuerda además que los centros de salud y los médicos no están obligados a firmar un justificante y tampoco es fácil saber si realmente hay un problema de salud porque las leyes del menor y la de protección de datos impiden acceder a esa información.

El paso a Secundaria es el otro gran problema al que tienen que hacer frente los directores. En el Cerro de Reyes, explica, conocen casos de niños que sacan buenas notas en Primaria y con capacidad de sobra para seguir, pero en Secundaria desciende su rendimiento y abandonan. «No es tanto un problema de recursos porque hay clases de apoyo y desdobles, sino del entorno social. Muchas veces el estudio no es una prioridad». Un ejemplo tipo es el caso de las alumnas gitanas que abandonan prematuramente los estudios a pesar del buen expediente que consiguieron en Primaria.

En estos centros influye mucho el perfil del profesorado. Más que docentes preocupados por enseñar, se necesitan con vocación de educar. En el grupo de trabajo que tienen los directores de los seis centros han pedido varias veces a la Junta que la selección de profesores se haga más por el perfil que por el mismo concurso de traslado que el resto.

En el Colegio Virgen de Fátima de las Ochocientas decidieron hace siete años constituirse como comunidad de aprendizaje. Entonces se enfrentaban a un 40% de absentismo y con habituales problemas de convivencia. Hoy, no tienen ningún caso registrado y la relación entre padres, alumnos y profesores es mucho más fluida. «Ahora los padres forman parte de la educación de sus hijos, vienen a clase, participan en actividades conjuntas y se motivan más, gracias a esa motivación vienen más», explica Marisol Díaz, la jefa de estudios.

Cada semana

El cambio más evidente con esta metodología es que antes muchos niños no querían asistir a clase, ahora, en cambio, son ellos mismos los que insisten para no quedarse en casa. Todos los lunes se reúne el equipo directivo con los maestros para hablar de cada alumno. El repaso habitual que se hace por trimestre, las famosas juntas de evaluación, en el Virgen de Fátima son semanales.

En la comunidad de aprendizaje se invita directamente a los padres a participar en la educación. Entran dentro de clase con los alumnos, ayudan a los maestros con los niños a vigilar el recreo o quedan en grupo para pintar entre todos alguna instalación del colegio o arreglar algún desperfecto. «Todo esto se hace para implicarlos en la educación, las familias participan directamente y se sienten muy vinculados al centro, no lo ven como ajeno y traen más a los niños». Esta metodología refuerza también la relación entre los padres y los profesores. En el Manuel Pacheco, su jefa de estudios, Carmen Bravo, habla también de la vocación que se necesita para trabajar en estos colegios.

Insiste en que más que el rendimiento académico preocupa la realidad social de los niños. «Poco a poco vamos consiguiendo que las familias se preocupen por traer los niños al colegio, pero es un trabajo de fondo que requiere trabajar mucho con ellos».

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