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Tomás Martín Tamayo en su despacho con su última novela, 'El secreto del agua'. :: J. V. Arnelas
«La opinión pública está ahora más manipulada que hace quinientos años»

«La opinión pública está ahora más manipulada que hace quinientos años»

retrata en su última novela, 'El secreto del agua', la Extremadura rural del franquismo, el caciquismo y la corrupción que esconde el fondo de un pantano

Antonio Gilgado

Martes, 27 de diciembre 2016, 08:32

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Antes se movía en bici. Llegaba hasta Guadalupe o Don Benito a pleno pulmón. En su despacho tiene visible el trofeo de ganador de la Clásica Cáceres-Badajoz. Ahora lo hace en moto. En una de esas excursiones, Tomás Martín Tamayo (Campillo de Llerena, 1947) llegó hasta el pantano de Alange una tarde donde el sol caía vertical y se veían los restos de Pajar de los Encinares, el pueblo inundado por la presa. En Extremadura hay más de 20 pueblos sumergidos en los pantanos y de ese dolor enterrado que no cicatriza nunca se nutre ahora su última novela, 'El secreto del agua', editada por la Diputación de Badajoz. En el relato argumental se teje un recorrido histórico desde la Extremadura rural del franquismo hasta la época actual, en la que no faltan los abusos caciquiles, la corrupción y el deseo de justicia.

En Antonio Godoy uno reconoce a muchos maestros de pueblo que ejercieron de resorte cultural en el franquismo.

Mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuela... Todos fueron maestros. Yo fui maestro. Viví eso muy de cerca. Hoy en día es una figura que se ha diluido. El maestro de Zalamea puede que viva en Don Benito. Van, dan sus clases y se vuelven. Pero entonces se integraban y eran la voz del pueblo. Mantenían cierta rebeldía y se oponían a las cacicadas.

Combatió con vehemencia. Llama la atención que en esa época alguien creyera en la justicia.

Era un idealista. La justicia entonces estaba muy mediatizada. Hoy tampoco ha cambiado mucho. Al lado de jueces buenos tenemos al Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional, que son órganos de políticos nombrados por políticos.

A uno le dan ganas de tirar el pantano cuando lee el libro por la cantidad de vidas que se traga. Es insaciable.

En toda mi obra hay mucha agua. Campillo de Llerena es un pueblo muy amarillo, de trigo y de cebada. No había agua y esa añoranza hace que en todos mis libros tenga presencia. Yo quiero animar al lector a que derribe conmigo el pantano. Que vea que no debe estar ahí.

Más allá de Antonio el maestro, Eulogio, su amigo el capitán falangista, es un personaje fascinante.

Empieza siendo uno más y acaba siendo clave. Yo conocí a un falangista al que José Antonio Primo de Rivera le entregó su camisa azul en un mitin de Cáceres. Con Vera pasó algo parecido. Una multimillonaria que ha recorrido el mundo que acaba en un cortijo. Se aclimata a la perfección. Es el único personaje no extremeño, aunque también vive en Extremadura.

'El secreto del agua' es también una historia de corrupción. Lo triste es que a veces, para repararla, también haya que transitar por caminos sin asfaltar. Un contrasentido.

Se puede cambiar la opinión de la gente con falacias. Eso está demostrado. Mitterrand aprovechó que había barrios en París que estaban contra él y se encargó de montar su propia contrapropaganda. Organizó pintadas contra él mismo para que la gente que le apoyaba se indignara.

Toda corrupción empieza por la manipulación y la información contaminada. Igual que se vende un refresco se puede vender el miedo a un pantano. ¿Tan fácil ve usted la manipulación de la opinión pública?

Sí. Todos estamos manipulados. Nadie puede escapar. En las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos hay una prueba clara. Se han vertido mentiras en las redes sociales y hay expertos que han dibujado un perfil falso de Hillary Clinton. Son falacias, pero han calado. Hoy la opinión pública está más manipulada que hace quinientos años. Somos más vulnerables porque recibimos información de gente más diversa. A veces se dice que Goebbels era un genio, pero solo cogió lo más relevante de cada disciplina para explicar la propaganda.

La Justicia

Los atajos, por tanto, son inevitables en nuestro tiempo. Antonio, el maestro de la escuela franquista, creía en la justicia; su hijo, treinta años después, no.

Al hijo le frena hacer algo que pudiera repugnar a su padre. A veces, el precio importa menos que el fin. Sin llegar a matar. En la época del padre se daban paseíllos y había desaparecidos. Ahora no, aunque también se acaba con la vida de alguien cuando lo amenazas, le robas el honor o le quitas el entorno familiar. Yo pretendo que el lector intuya cómo el poder político puede hacer quebrar los riscos más fuertes y cómo con dinero se puede manipular todo. Después de Antonio Reyes Huertas, es la primera novela con personajes y trama netamente extremeña.

Aunque se ubica cerca de Mérida, Encinares podría ser la historia de cualquier pueblo sumergido.

En Extremadura creo que hay más de veinte pueblos que quedaron en el fondo de los pantanos y en España, más de cien. Ninguno se ha rescatado. Querer sacarlo es todo un ejercicio de fe. Aunque claro, también hay que tener tiempo y dinero.

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