El taller de Ricardo Augusto Kantowitz inspira desde hace días un sentimiento de piedad. De sus paredes cuelgan varios óleos en proceso de restauración y en sus estanterías se acumulan pequeños frascos que contienen óleos y productos químicos de todo tipo. También hay una zona dedicada a las herramientas, pero lo que verdaderamente llama la atención no es el instrumental de trabajo, sino la mirada de un hombre que pierde la vista en el infinito. Su semblante es triste y en sus ojos, casi negros, parece leerse la resignación de quien ya se sabe condenado.
Esos ojos que tanto transmiten fueron colocados en la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y la Paciencia hace más de tres siglos por un artista de primer nivel, un escultor que Ricardo Augusto Kantowitz (Sao Paulo, Brasil, 1979) cree haber identificado. «La proporción anatómica es perfecta, cercana al realismo, yo estoy convencido de que fue tallada por Pedro Roldán o por alguien que trabajaba en su taller».
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