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El cementerio viejo, un paseo por la historia

El cementerio viejo, un paseo por la historia

La necrópolis romántica, la militar, la civil, los párvulos y la fosa común hablan del Badajoz de los dos últimos siglos

MIRIAM F. RUA

Miércoles, 2 de noviembre 2016, 07:57

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Turismo entre tumbas. Suena chocante, quizás macabro o morboso, pero las rutas turísticas por los cementerios o el tanatoturismo va abriéndose paso poco a poco. Aun así, España está todavía a la zaga de muchos países europeos, donde sus camposantos son visita obligada para los turistas.

El atractivo de los cementerios reside en el patrimonio histórico, artístico y cultural que atesoran. Las tumbas y lápidas hablan de la historia y los personajes de cada lugar. Por eso, HOY ha acompañado al historiador Álvaro Meléndez durante la jornada de Todos los Santos en una ruta por el cementerio de San Juan, el conocido como cementerio viejo. Meléndez ultima un trabajo de investigación sobre la necrópolis histórica, que abarca los cinco primeros bloques, es decir, la zona primitiva de enterramientos en el Cerro del Viento. Ahí descansan más de 8.000 muertos.

El cementerio histórico comienza en el bloque uno, al que se accede desde la entrada principal a mano derecha. «Constituye un patrimonio cultural por la gente que se ha enterrado, un patrimonio histórico por los acontecimientos que se han producido aquí y un patrimonio artístico por la belleza de muchas de las trazas de sus panteones, tumbas y lápidas», relata Meléndez, quien apuesta por la declaración histórico-artística de la necrópolis histórica y su puesta en valor.

La ruta arranca en el llamado cementerio romántico, porque en él se pueden ver los panteones y tumbas más bonitas e ilustres del camposanto. Destaca el monumento funerario gótico de Antonio Álvarez Ortiz, el historicista de Covarsí y los panteones de los arquitectos Ventura y Francisco Vaca.

Especialmente bella es la tumba de José Clavel Esteve, que fue alcalde de Badajoz en 1916, y curiosas son la de Carmen Albarrán García-Marqués, que tiene una cruz roja en su cabecera para recordar que presidió la institución benéfica del mismo nombre, y la del conde de la Torre del Fresno, Francisco Fernández Marqueta, un gran filántropo, cuyo sepulcro está rematado con un busto que representa a Dios.

Enterrados en nichos están nombres propios de la vida política, social y cultural como la escritora Carolina Coronado, la pedagoga Walda Lucenqui, Felipe Checa o el alcalde que inauguró el cementerio viejo en 1839, José María López y Rastrollo, que está enterrado en un nicho muy cerquita de la antigua puerta principal.

Tres tumbas imprescindibles

En esta zona hay además tres sepulcros especialmente significativos. El que conserva los restos de los antiguos cementerios de la Alcazaba y de la Luneta, que el Ayuntamiento trasladó al de San Juan en 1846.

El panteón más alto de todo el camposanto y el que guarda la leyenda más conocida es el del estudiante de minas Reinerio Marcos. Su tumba está junto a la de Covarsí y a la de los Vaca y destaca porque la escultura del muchacho, que falleció en 1885 cuando tenía 21 años, está encima de su panteón. Cuentan las crónicas de la época que era hijo único y su madre, viuda y sola en el mundo, encargó un monumento de altura para poder verlo desde su casa de la calle San Juan. En su interior, y como curiosidad, pueden verse dos candelabros de plata sujetos por esqueletos.

La tercera es una tumba entrañable en la que yace el cuerpo de 'El tío limones'. Detrás de ese apodo está Florentino Borrajo Calderita, un vendedor de fruta muy querido en Badajoz, cuyo enterramiento fue costeado por un grupo de intelectuales pacenses y en cuya cabecera tiene plantado, paradójicamente, un naranjo. El obituario que le dedicó Julio Cienfuegos en las páginas de HOY a su muerte en 1959 recuerda sus últimos años: «En su decadencia, ya viejino, solo ofrecía un trago de agua fresca en un botijo a los paseantes, muchachas, niños y soldados en San Francisco. El montoncito de calderilla le permitía pagar su cama, adquirir su parva comida y seguir viviendo».

Badajoz librepensadora

El paseo continúa por la necrópolis civil, originariamente fuera del recinto católico del cementerio e incorporado con posterioridad cuando pasó a ser secular. Lo que queda de este departamento es solo una pequeña muestra de los enterramientos que acogió entre finales del siglo XIX y los primeros años del XX, ya que muchas tumbas y lápidas no han sobrevivido al paso del tiempo y al abandono -este lugar se utilizó durante algún tiempo como almacén del cementerio-.

Este espacio -valora Meléndez- «revela que Badajoz siempre ha sido muy librepensadora». Allí están enterrados ateos, personas de otras confesiones, masones y también católicos a los que la Iglesia les negó la sepultura por haberse saltado las reglas de su moral.

Allí destacan los túmulos del abogado Rubén Landa, republicano e intelectual de renombre de finales del siglo XIX y principios del XX, de Isidoro Osorio, presidente del Liceo de Artesanos, periodista, escritor y ensayista, o de Narciso Vázquez Lemus, cirujano, republicano acérrimo y presidente de la mesa de edad de las Cortes a la II República.

El tercer lugar imprescindible de la ruta por el cementerio viejo es la fosa común, recientemente sellada y ajardinada, localizada también en la necrópolis histórica. Hoy en día es conocida, sobre todo, por ser el lugar en el que se quemaron y enterraron los cuerpos de los represaliados por el ejército sublevado, dirigido por Yagüe, que tomó la ciudad hace ochenta años. Allí fue donde René Brut tomó las terribles imágenes de aquellos días de agosto de 1936. Sin embargo, el memorial que se erigió en homenaje a las víctimas de la Guerra Civil está al otro lado del cementerio.

La fosa común también recuerda otros episodios terribles más antiguos de la ciudad, como la mortandad por epidemias que obligaban a las autoridades a enterramientos rápidos para evitar su propagación. Pero originalmente, la fosa sirvió para deshacerse de restos sanitarios como amputaciones de miembros o fetos malogrados y también para sepultar a pobres e indigentes.

El paseo por el cementerio viejo revela además la alta mortalidad infantil del siglo XIX, como atestiguan el cuadro y los nichos de los párvulos, y evoca el Badajoz más belicoso y castigado por las guerras con sus tres cuadros de enterramientos militares.

Este paseo descubre que el cementerio viejo, además de la historia personal de los que allí tienen enterrados a sus familiares, cuenta la historia de todos los pacenses de los dos últimos siglos.

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