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La deuda de Badajoz con los bejaranos

MARCELINO DÍAZ GONZÁLEZ

Domingo, 21 de agosto 2016, 00:22

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DESDE que el Muladí emeritense Ibn Marwan al-Yilliqi fundara Badajoz en el año 875, la ciudad permanecería en poder de los árabes hasta que en 1230 la conquistaran las tropas de Alfonso IX de León. El ejército leonés estaba compuesto en su mayoría por aguerridos caballeros procedentes de Béjar y de ahí que desde que tomaran la ciudad y recibieran la porción de los repartimientos de los que se hicieron merecedores por su gran hazaña, se les diera en llamar bejaranos a los primeros pobladores de Badajoz tras su conquista.

Una vez liberada del dominio árabe, pronto se fue asentando en ella otra población procedente del reino vecino de Portugal conocida como portugaleses, una estirpe que, según dicen las crónicas, presumía de ser descendiente de sangre real, aunque ello fuera por la rama ilegítima, consecuencia de los desvaríos amorosos del monarca portugués Sancho IV. Entre ellas venía una tal Mafalda que se decía ser nieta del propio rey.

El carácter austero de los bejaranos chocaría con la soberbia de los portugaleses quienes además presumían estar protegidos en la corte del rey Alfonso X el Sabio como consecuencia de la presencia en la misma del portugalés más poderoso e influyente que jamás haya habido en cortes castellanas, Alfonso Godínez, hijo de Godino Godínez, acaudalado monedero de Coimbra, quien sería llamado por Alfonso X para qué le sirviera en sus asunto privados. Godino casaría con la bejarana Mayor Gutiérrez y vivirían durante años en la corte del Rey, educando a su hijo primogénito, Alfonso, junto al príncipe y futuro Rey Sancho IV, de quien sería el hombre fuerte durante todo su reinado. Como consecuencia de la lealtad al Rey y en pago de sus servicios, este le donaría, entre otras muchos bienes, las rentas de las haciendas de todos los castillos o atalayas árabes que miraban al río Anas, entre ellas la de Villalba de los Barros y la de Nogales, las cuales las compraría en 1395 el gran Maestre de la Orden de Santiago, Lorenzo Suárez de Figueroa, por cien mil maravedíes.

Poco a poco, los portugaleses fueron ocupando los cargos del concejo en detrimento y agravio de los bejaranos lo que dio lugar a un encono cada día mayor entre ambos bandos que acabaría en un enfrentamiento armado entre ellos. Los bejaranos, cansados de solicitar la mediación de Sancho IV y considerando que sus rivales estaban protegidos por el influyente Alfonso Godínez, acometieron una acción de guerra -por justicia y honor- contra los portugaleses y se hicieron fuertes en el castillo de la ciudad y mostrando su lealtad al rey Alfonso X, su señor, acataron los designios de este de coronar rey de Castilla a su nieto don Alfonso de la Cerda. Ello provocaría la ira de Sancho IV quien, tras la guerra de sucesión, acabaría coronándose rey de Castilla. Este daría órdenes a los maestres de Alcántara, Santiago, Calatrava y el Temple, así como al Prior de San Juan y a los concejos de Córdoba y Sevilla para que sitiaran a los bejaranos en el cerro de la Muela proponiéndoles la rendición a cambio de preservar sus vidas, hecho este que aceptarían tras resistir bravamente y una vez agotados los víveres.

El Rey Sancho IV no cumplió su promesa de indulto y degolló a cuatro mil y más, hombre y mujeres del linaje de los bejaranos en el año 1289, recibiendo por ello el sobre nombre de 'el bravo'. Los cadáveres serían amontonados sin respeto a sus cuerpos y a sus almas junto a la ermita de San Roque en lugar extramuros de la ciudad que después se conocería como el 'Osario'.

Entre las personas que sobrevivirían tan horribles hechos se encontraban dos mujeres excepcionales, María Domínguez, la mas brava bejarana. y Mayor Gutiérrez, hija de bejaranos que, por ser esposa y madre de portugaleses, se encontraría en el bando opuesto recibiendo de Sancho IV y a cargo de las alcabalas de la ciudad una donación de mil maravedíes anuales. Los Caballeros de Alcántara le pondrían su nombre a la calle que iba desde la iglesia de Alcántara a la puerta del Alpéndiz .

Esta historia, aunque poco conocida, fue cantada por poetas y juglares y por ilustres escritores de la ciudad y, sin embargo, sorprende la escasa o nula referencia en Badajoz al hecho de la conquista por los bravos soldados bejaranos a las ordenes de su rey Alfonso IX, al que solo le dedica una calle en el barrio de la Picuriña en San Roque. En cambio si rinde homenaje a su fundador Ibn Marwan erigiéndole un bello monumento y celebra la fiesta de la Almossassa evocadora de su pasado árabe. Lo cual podría ser interpretado como un deseo de querer ser más «mora que cristiana».

Esta falta de reconocimiento hacia quienes liberaron la ciudad y fueron los primeros pobladores cristianos se viene manteniendo a través de los siglos y ya sería hora de que los mandatarios pacenses saldaran la deuda con sus antepasados antes de que se cumplan el ochocientos aniversario de la reconquista.

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