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El arzobispo, feliz, junto a las religiosas y a las voluntarias del comedor de las Hijas de la Caridad. :: pakopí
El arzobispo sale al encuentro

El arzobispo sale al encuentro

Ya ha estado en los comedores sociales y ha subido a pie a los Colorines para palpar la realidad social que se vive en la zona

Evaristo Fernandez

Lunes, 1 de febrero 2016, 07:11

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Vivir 27 años en El Vaticano debe dejar una huella profunda. Pero quizá no tanta como un paseo a pie por los Colorines. Claro está que la plaza Toto Estirado, con su aspecto de patio carcelario, tiene pocas similitudes con la majestuosa plaza de San Pedro. Pero no era monumentalidad lo que buscaba el arzobispo de Mérida-Badajoz cuando a mediados de enero quedó una mañana con el párroco del Gurugú para subir a los Colorines.

Allí se ubica el gran 'hipermercado' de la droga de Extremadura, el único 'negocio' que deja beneficios en una barriada de viviendas sociales maltratada por el paro, la marginación y la delincuencia. «Tuve la sensación de que esas personas están viviendo en unas condiciones que no son plenamente humanas», reflexionaba monseñor Celso Morga en una entrevista concedida a HOY a finales de la pasada semana.

Ese día, visitaba por segunda vez el comedor social de la calle Martín Cansado, un servicio social promovido por las Hijas de la Caridad que alimenta a 40 personas y proporciona bolsas de comida a otras muchas familias que también lo necesitan.

Morga llegó sin avisar, preguntó por la superiora y entró en la cocina para saludar al grupo de voluntarios que preparaba los platos. «Nos da mucha alegría verlo aquí, no estamos acostumbradas a recibir este tipo de visitas», confesaba radiante una de las voluntarias.

Al otro lado de la puerta, quince personas apuraban la comida que les habían servido en unas bandejas metálicas similares a las que se utilizan en los campamentos juveniles. «Para mí estas visitas no son algo nuevo, en Roma también tenía costumbre de acercarme a una parroquia en la que había familias que lo pasaban mal», afirma el arzobispo.

Tal vez Celso Morga vea estas visitas como algo habitual, pero en Badajoz no es costumbre que las primeras autoridades visiten las barriadas marginales. Y los Colorines lo es, con el problema que eso supone para cualquier visitante.

Pero eso no fue inconveniente en la visita del arzobispo, que estuvo acompañado por dos sacerdotes que conocen bien el lugar: Paco Maya y Vicente Martín. El primero es ahora vicario de la ciudad de Badajoz pero hace muchos años fue párroco de las Cuestas de Orinaza, la barriada marginal que desapareció para dar lugar a los Colorines; el segundo acompañante del arzobispo era Vicente Martín, el sacerdote que se hizo cargo de la parroquia del Gurugú hace una década.

«Lo que más me llamó la atención es la cantidad de gente que se acercaba a Vicente para saludarlo. Iban con los recibos de la luz y el agua en la mano para pedirle que se los pagara, es lo que acostumbran a hacer cuando se acercan a su parroquia», describe Juan José Montes, el periodista padre de familia que dirige la delegación episcopal para Medios de Comunicación.

«Nos dio mucha alegría»

Joaquina Venero también tuvo ese día la oportunidad de conocer al arzobispo. Casada, ella es voluntaria de Cáritas en la parroquia de la Asunción y colabora con un proyecto de promoción de la mujer en la barriada de Los Colorines. «Nos dio mucha alegría que don Celso fuera al barrio. Necesitábamos la presencia del señor obispo, ver que se preocupa de estas mujeres».

Monseñor Celso Morga también estuvo ese día en el centro social del Gurugú, un bastión de la lucha vecinal con cuatro décadas de historia desde el que se intenta devolver la dignidad a quienes lo están pasando mal. «Nos gustó verlo por allí, se reunió con los jóvenes que están en uno de los cursos de formación y escuchó sus inquietudes», destaca Ricardo Cabezas, que es presidente de la asociación de vecinos y voluntario en la cárcel, además de padre del candidato socialista al Ayuntamiento de Badajoz. «Lo curioso es que no era la primera vez que lo veía, ya lo había saludado otras dos veces en la cárcel. Alegra saber que el representante de la Iglesia se preocupa de la gente que más lo necesita».

El interés del arzobispo por empaparse de la realidad de los lugares donde viven las personas con más dificultades no ha sido pasado por alto por quienes conocen la realidad de la Iglesia diocesana. La última etapa del anterior arzobispo, Santiago García Aracil, estuvo marcada por un fuerte choque del arzobispo con una parte de la curia, pero la llegada de Celso Morga ha tranquilizado los ánimos.

Ahora no se habla de obras y reformas, sino del empeño en acercarse a la gente sencilla. «La Iglesia como tal no puede instaurar la justicia social, porque eso depende de las estructuras civiles, pero sí puede ayudar a despertar conciencias», afirma Celso Morga.

Justo eso es lo que intentaba el Papa Francisco cuando a principios de diciembre abrió la Puerta de la Misericordia. Pocos días después, el arzobispo de Mérida-Badajoz imitó el gesto en la catedral de Badajoz y anunció que la diócesis trataría de poner en valor las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, visitar al preso...

«Yo quería ir como pastor de la diócesis a conocer estas realidades -concluye Morga- y hay cosas que me han impactado, como una mujer con cinco o seis hijos a la que le han quitado la renta básica porque vendía fruta. Cierto es que yo también animé a sus hijos a buscar trabajo, porque algunos eran mayores, pero debo reconocer que hay familias que lo están pasando mal».

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