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El testimonio de Joaquín Béjar no dejó indiferente a los alumnos de Los Glacis. :: j. v. arnelas
«Yo estoy bien si tú estás bien»

«Yo estoy bien si tú estás bien»

El misionero Joaquín Béjar habla en Badajoz de la realidad de los niños de Zimbabue

Evaristo Fernandez

Domingo, 13 de diciembre 2015, 08:30

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En Zimbabue están las Cataratas Victoria, consideradas por muchos la octava maravilla del mundo. Allí, miles de turistas quedan extasiados cada año con la caída de 6.000 litros de agua por segundo. Pero en ese mismo país, a muy pocos kilómetros, abundan las casas que carecen de agua corriente. «Lo primero que hacen los niños cuando se levantan es ir al pozo de la comunidad a recoger agua para lavarse. Luego recorren hasta dos horas a pie para llegar a colegio. ¿Cuánto andáis vosotros para llegar aquí?».

Esa es una de las preguntas que ha lanzado estos días Joaquín Béjar a los escolares de Badajoz. Misionero claretiano desde 1993, su lugar de trabajo está en Zimbabue, un país al que llegó en 2006 después de pasar nueve meses en Chicago familiarizándose con el inglés, la lengua que le abrió las puertas de África cuando aún no conocía el shona, uno de los nueve idiomas que se hablan en el país.

«No sabéis el bien que le ha hecho a nuestros alumnos el autobús que compramos con la ayuda de las ONG para trasladar a los chicos que vivían más lejos», explica Joaquín ante la atenta mirada de un grupo de escolares de Los Glacis.

Todos ellos participaron el pasado curso en una tómbola donde sortearon juguetes donados por ellos mismos para ayudar a los niños que se forman en el colegio que dirige Joaquín Béjar. «La cuarta parte de la población tiene sida, incluso hubo una época en la que el porcentaje superó el 40%. Eso ha hecho que el 50% de los zimbabueses tenga menos de 18 años».

Afortunadamente, el país costea ahora la medicación con retrovirales de forma gratuita, pero los enfermos tienen que pagar una cantidad para que los vea el médico o el enfermero que analiza el nivel de glóbulos en su sangre. «Todas las diócesis del país tienen un departamento de salud para acompañar y visitar a los enfermos. A mí me ayuda mucho la imagen de Jesús que se acerca al leproso o a la viuda: él solo veía a un hijo al que se acercaba para devolverle la dignidad».

Futuro

Béjar está convencido de que la vida tiene valor en toda circunstancia, por eso trabaja con chicos y chicas huérfanos a los que anima a seguir adelante. «Yo les digo que su pasado no puede condicionar su futuro, tú no puedes cambiar que has nacido con sida, pero puedes decidir si te formas o no, si estudias o no, o te puedes quedar sentado esperando a morirte. Nuestra misión es acompañarlos».

La esperanza de vida en Zimbabue hoy ronda los 50 años, pero hace muy poco tiempo apenas pasaba de los 30. «Las farmacéuticas europeas y americanas no querían que los retrovirales llegaran allí, pero ahora tenemos los genéricos de India y Sudáfrica: no son tan efectivos como los europeos pero llegan a todos».

La situación ha mejorado, pero cuenta este sacerdote que el nivel de vida podría dar un vuelco si las riquezas naturales que atesora el país permitieran el desarrollo de la sociedad. «Zimbabue es una población muy escasa de trece millones y medio de habitantes, sería fácil que el país evolucionara. Allí hay minas de diamantes, de oro, de platino, acaban de encontrar reservas de gas natural... Pero con todos esos bienes sólo hay 900 familias que se están haciendo ricas. Tú puedes ver en la capital un coche Hammer de esos enormes que cuestan 3 millones de euros y a 25 kilómetros encontrarte una comunidad donde no llega el agua ni la luz».

Eso ha provocado que cinco millones de zimbabueses hayan emigrado a países de lengua inglesa. «Cuando me preguntan por la inmigración yo siempre respondo que en España y en la Unión Europea hay que crear unas normas más flexibles. Yo entiendo que haya normas, porque en los países de frontera se crea un grave problema, pero el problema no es de racismo sino de pobreza. A los europeos no nos dan miedo los extranjeros, la prueba está en lo bien que acogemos a los jeques árabes que viven en Málaga. Los que nos dan miedo son los pobres y eso es un asunto que debe mover nuestras conciencias».

Joaquín Béjar sabe que su mensaje no va a calar de un día para otro, pero ha querido aprovechar su visita a España para visitar Badajoz y Almendralejo, dos ciudades de las que recibe fondos a través de la ONG Proclade Bética. «¿Veis la cara de felicidad de estos niños? Pues una parte de su felicidad depende de vosotros», explica Joaquín Béjar a un grupo de alumnos del colegio Luis de Morales.

Este centro dedicó la recaudación de su carrera solidaria a financiar un proyecto en la misión donde trabaja Joaquín. «En Zimbabue, cuando tú le preguntas a alguien cómo está, te responde que está bien si tú estás bien. Pues precisamente eso es lo que deberíamos intentar todos: que los demás estén bien para que nosotros así estemos bien».

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