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Peligros Folgado posa consultando varios libros sobre Sierra Leona. :: josé vicente arnelas
«Ya no se habla del ébola, pero sigue existiendo y hace mucho daño»

«Ya no se habla del ébola, pero sigue existiendo y hace mucho daño»

Peligros Folgado Presidenta de la Fundación Atabal

Tania Agúndez

Domingo, 22 de marzo 2015, 08:25

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badajoz. En mayo de 2014 Sierra Leona declaró el país en situación de epidemia por el ébola. Casi un año después sólo unos pocos recuerdan la emergencia sanitaria que vivió el país. Son muchos menos los que continúan hablando del tema o tratando de ayudar a una población devorada por esta enfermedad.

Peligros Folgado, presidenta de la Fundación Atabal de Badajoz, reclama mayor atención de los ciudadanos y administraciones hacia el país. Esta organización, que lleva once años trabajando en Sierra Leona, sigue ayudando a una población muy afectada por la enfermedad y la pobreza. Folgado visitó por última vez la zona en abril del año pasado y regresará en breve para analizar los nuevos proyectos de cooperación que quieren poner en marcha.

El ébola se ha llevado por delante la vida de miles de personas de diferentes países del África Occidental como Sierra Leona, Liberia o Guinea-Conakri, entre otros. Ahora las víctimas, además de luchar contra el virus y sus graves consecuencias, tienen que hacer frente al olvido y la indiferencia que muestran los países desarrollados.

-¿Les preocupa que ya no se hable del tema?

-Nuestro miedo es que se olvide, porque sería muy complicado volver a poner el problema encima de la mesa y que las administraciones atendiesen las necesidades que existen. Aunque no hablemos del ébola, la enfermedad sigue existiendo y hace mucho daño. Aún no ha desaparecido y sus consecuencias son muy graves. Hasta que el país no se declare libre de ébola hay riesgo de que se produzca nuevos rebrotes. Hay verdaderas urgencias. Queremos que los ciudadanos, administraciones y otras entidades vuelvan a mirar hacia allí.

-Con la perspectiva del tiempo, ¿cómo recuerda los meses más graves de la epidemia?

-Con indignación e impotencia. La fundación trabaja colaborando con asociaciones locales que son las que identifican los problemas y necesidades más urgentes. En aquellos momentos, cuando les preguntábamos cómo podíamos ayudar casi no sabían hacer frente a la situación. Era muy duro. Además, el diagnóstico se hizo muy tarde. En diciembre de 2013 apareció el primer caso en Guinea-Conakri. Aquel país y Liberia declararon la epidemia en enero de 2014. Sierra Leona no lo hizo hasta mayo, aunque numerosas organizaciones que estábamos sobre el terreno sospechábamos que se habían producido muertes por ébola con anterioridad. La Organización Mundial de la Salud no declaró la situación de emergencia internacional hasta el 8 agosto.

-¿Cómo se siente alguien tan vinculado al país y a su gente?

-Con cierto nivel de miedo y con la sensación de que aquí no se hacía lo suficiente y con la celeridad que se tenía que hacer. Sufría por la lentitud con la que se actuaba. Nosotros nos pusimos en marcha y nos movilizamos para conseguir recursos y mandar alimentos, material sanitario, entre otras cosas. Todo se empezó a acelerar cuando aparecieron casos en Europa y América. Es cuando realmente las instituciones y la sociedad de estos países comenzaron a hablar del tema, a preocuparse y a actuar.

-Además de las muertes, ¿qué otras consecuencias ha tenido la epidemia para la población local?

-Se paralizó todo. Se cerraron escuelas que aún permanecen clausuradas. Se suspendieron los mercados y se interrumpieron los transportes públicos. Se impidió que la gente se moviera libremente. Nadie podía ir a trabajar al campo y recoger su cosecha, con lo que perdieron gran parte de su sustento de vida. La mayoría de la gente tuvo que superar el periodo de cuarentena, lo que suponía para las aldeas permanecer 21 días aisladas. Se agravó la miseria en un país muy lastimado por la pobreza. Los niños no podían ni jugar, para no tocarse y evitar el contagio. Desde allí nos hablaban de la tristeza que esto producía a los chavales. A nadie le preocupa cómo se encuentra psicológicamente la población.

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