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Juan Manuel Palomo continúa atendiendo a los clientes en su bar, ubicado en Valdepasillas. :: j. v. arnelas
«Estoy enamorado del oficio porque el sector de la hostelería es precioso»

«Estoy enamorado del oficio porque el sector de la hostelería es precioso»

Este pacense, que ha dedicado toda su vida al mundo de la restauración, se jubila a finales de este año

Tania Agúndez

Domingo, 15 de marzo 2015, 09:46

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Sólo tenía 12 años cuando, subido a unas cuantas cajas de refrescos, servía vino y tapas en el bar que regentaba su padre en la calle Zurbarán. La barra era entonces demasiado alta para alguien de su edad, pero a Juan Manuel Palomo no le importaba realizar cuantos esfuerzos fuesen necesarios. «Fueron tiempos muy bonitos», dice cuando echa la vista atrás. Rememora sus inicios ahora que está a punto de jubilarse tras estar 53 años trabajando en la hostelería. O lo que es lo mismo: aguantar más de medio siglo detrás de la barra del bar.

Este pacense ha dedicado toda su vida al mundo de la restauración, para el que solo tiene palabras agradables. «Estoy enamorado de este oficio. A mí la hostelería me parece un sector precioso. Siempre he dicho que para trabajar en esto sólo hay que ser limpio y honrado, lo demás se aprende con el tiempo», afirma con sinceridad. Mientras pronuncia estas palabras no puede dejar de mirar de manera intermitente hacia la barra de su negocio, el bar Palomo, por si su hijo necesita que le eche una mano para atender a la clientela.

Será él quien se encargue de este establecimiento cuando su padre se jubile el próximo mes de noviembre al cumplir 65 años. Hasta entonces, Palomo continuará preparando mesas y sirviendo cañas como lo ha hecho hasta ahora.

Pasó su infancia entre el colegio y el negocio familiar, pero a los 14 años decidió dejar el bar porque no obtenía ingresos. «Mi padre no me pagaba, así que me fui a otro ubicado en la misma calle en el que me daban remuneración». Quizá por este motivo el empresario recuerda con asombrosa precisión que su primer sueldo fue de 750 pesetas. A los 17 años le ofrecieron formar parte de la plantilla de La Marina y no dudó en aceptar. Se había propuesto prosperar en la profesión que le había enganchado desde pequeño.

En este mítico bar, situado en la plaza San Francisco, estuvo hasta 1968. A partir de entonces fue dando saltos de un sitio a otro hasta que a los 20 años se estableció por su cuenta e inauguró su primera cervecería en el barrio de San Fernando, en la calle Cardenal Cisneros. «Se trata de tener vocación. Todo el mundo se plantea progresar en su trabajo y mi manera de hacerlo era creando mi propio negocio».

Tras 14 años trabajando en esta zona de la Margen Derecha del Guadiana, apostó por pegar el salto a Valdepasillas. Aquí en 1985 abrió el bar Palomo. «Me vine sin dinero a un sitio en el que sólo había dos bloques de pisos. El resto era un desierto. Cuando se lo enseñé a mi padre me dijo que estaba loco», recuerda 30 años después.

La crisis

Ahora su establecimiento está rodeado por oficinas, organismos oficiales y comercios. «Hoy en día mantener un negocio de este tipo es muy difícil. No he conocido una crisis tan dura como esta en mi vida. Sin público no se puede sobrevivir. Afortunadamente yo he tenido mucha suerte», destaca. En su éxito también ha tenido mucho que ver el esfuerzo y los sacrificios que ha hecho para sacar adelante su sueño. Detalla que no cerró ni un solo día el bar de San Fernando durante los tres primeros años de funcionamiento. «Lo hacía para poder pagar los préstamos que había pedido».

Las vacaciones para él fueron un misterio hasta que cumplió 33 años, después de llevar dos décadas trabajando. «El primer año me cogí 5 días libres, me fui a la playa con mi mujer y mis hijos y me di cuenta que me gustó. El año siguiente me fui diez días y al otro me cogí dos semanas. Ha sido lo máximo. Nunca he tenido un mes de descanso. En 53 años no he conocido el paro o una baja».

La profesión que tanto ama y defiende también le ha robado parte de su vida personal. Todo el tiempo que dedicaba a su oficio eran horas que restaba a su familia, amigos y aficiones. La abnegación y generosidad de quienes le han rodeado siempre ha sido fundamental en su trayectoria. «Un pilar fuerte del negocio ha sido mi mujer, que ha estado como cocinera en mi establecimiento», sostiene.

A ella, a sus cinco hijos y a sus tres nietos les dedicará buena parte del tiempo que tendrá libre a partir de noviembre. «Voy a hacer lo que siempre he deseado y nunca he podido hacer porque no he tenido tiempo. Nunca he estado mucho en casa, así que me buscaré actividades para entretenerme. No me jubilo porque esté cansado. El trabajo me da vitalidad, pero necesito liberarme un poco de la presión y la responsabilidad que esto conlleva», sentencia.

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