El Gurugú clausura el comedor con la ilusión de no tener que repetirlo

El presidente de la agrupación vecinal, Ricardo Cabezas, recuerda el deseo con que terminó la edición pasada. «Lo ideal es que no tengamos que repetirlo el año que viene porque significaría que la necesidad ha desaparecido».

Ricardo Cabezas destaca, orgulloso, la red de solidaridad que ha surgido en torno al proyecto, sobre todo, las aportaciones de particulares y entidades privadas. La fundación Caja de Badajoz ha corrido con el 80% de los gastos y la fundación catalana Educo, interesada en contribuir con la labor en el Gurugú, depositó el resto.

El Banco de Alimentos también ha colaborado en el suministro de víveres, al igual que una panadería y una central hortofrutícola de la zona. A esto se suman los alimentos procedentes del FEGA que gestiona Cruz Roja.

El número de niños asistentes a las actividades se ha incrementado en este 2014. De los 30 que habitualmente acudían, han pasado a ser 45, por lo que el presupuesto ha tenido que duplicarse: casi 14.000 euros han sido necesarios frente a los 7.000 del año pasado.

Ni el Ayuntamiento de Badajoz ni la administración regional han apoyado económicamente la iniciativa. Sin embargo, el presidente de la asociación de vecinos afirma que la Junta se beneficia de las actividades que organizan durante estos meses. «Desde hace años, algunos niños del centro de menores 'San Juan Bautista' asisten por las mañanas a lo programado en el Gurugú, salvo a las comidas. Estamos encantados porque así salen de un ambiente poco atractivo para ellos en esta época, pero no recibimos nada del Gobierno autonómico».

Para asistir al comedor del Gurugú no hay requisitos previos. «Conocemos a las familias porque los niños vienen durante todo el año a la asociación y los que se incorporan nuevos suelen ser familiares de los que acuden normalmente aquí», explica Ricardo Cabezas, quien añade que el vínculo también existe con las madres que visitan la asociación. En este caso, a través del Centro de Promoción de la Mujer, que sirve de contraprestación para recibir la renta básica.

Los organizadores creen que una de las principales peculiaridades del servicio de comida es que se integra en un programa de formación y ocio, una condición que estiman necesaria para que los niños acudan con naturalidad a esta iniciativa sin sentirse señalados ni estigmatizados por recibir la ayuda social. «No se trata de destacar cuántos menús repartimos a lo largo del verano, sino de cubrir una necesidad de forma integral», aclara Ricardo Cabezas.

Para cumplir con este objetivo, cada mañana trabajan en la sede de la asociación de vecinos del Gurugú diez personas entre personal contratado y voluntarios. A este último grupo pertenece Julio Rodríguez, que se ha criado en la barriada y, desde hace diez años, es monitor de la agrupación vecinal. «Me sentí en deuda y quería devolver lo que me han dado».

Este joven señala el valor que tienen las actividades que organizan para los niños de la zona. «Es una ventana que se les abre y les evita presenciar al menos durante unas horas la dura realidad que muchos viven». Julio Rodríguez coincide con el presidente del colectivo vecinal en que «el proceso educativo debe contener una motivación y necesita financiación para organizar visitas culturales y atractivas».

Miguel Ángel Martín tiene 17 años y decidió unirse al equipo después de conocer la iniciativa en el colegio Salesiano. Lleva todo el verano ayudando con las actividades formativas de la asociación. «No entiendes la problemática de estas zonas hasta que no convives en el barrio. Pierdes los prejuicios y la satisfacción personal es muy grande».

De lunes a viernes, en la asociación de vecinos del Gurugú no hay tiempo que perder. Después del desayuno, los niños se distribuyen en tres aulas, según la edad, para recibir durante una hora apoyo escolar. Y más tarde, el autobús les espera para salir hacia los talleres del parque de Castelar, la piscina de la Granadilla o realizar visitas culturales, por ejemplo, a la Alcazaba.

Los promotores afirman que los niños aprenden a convivir, compartir y ser conscientes de las normas. La asistencia a las actividades está muy controlada todos los días para fomentar en los niños valores como la responsabilidad y el compromiso. Estos conocimientos adquiridos en el verano los aprecian después los maestros en el periodo escolar.

Sin embargo, desde el Gurugú advierten de que queda mucho trabajo por realizar y critican la pasividad de la administración local cuando la asociación de vecinos informa sobre los actos vandálicos que se producen en la zona. «Los niños empiezan destrozando una papelera y lo siguiente puede ser arrancar una farola, pero la policía no puede hacer nada porque no existe denuncia del Ayuntamiento sobre los daños causados en el mobiliario público para investigar la situación. Si no hay castigo, los actos vuelven a repetirse», se queja Julio Rodríguez.

El último día de comedor será mañana y dos representantes de la Fundación de Caja de Badajoz estarán presentes para recoger las muestras de gratitud del equipo del Gurugú. «Se cocinará la comida con un poco más de amor si cabe y daremos helado de postre», concluye Ricardo Cabezas.