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Aumenta el número de personas que  viven en la calle o en casas sin luz ni agua

Aumenta el número de personas que viven en la calle o en casas sin luz ni agua

Las estadísticas de Cruz Roja revelan una subida y muestran que ha cambiado el perfil, ahora hay más familias que les piden ayuda para cenar

Natalia Reigadas

Domingo, 1 de junio 2014, 08:19

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Fabián Gallego tiene unos 50 años, pero aparenta bastantes más. Su cara y sus manos muestran las señales de quien pasa muchas horas en la calle. Son las diez de la noche y camina despacio bajo el Puente de la Universidad. Está muy serio, pero su rostro cambia al ver a Carmen Jurado. «¿Pero que haces con ese gorro?», le dice la voluntaria de Cruz Roja señalando el sombrero negro que este hombre se ha encontrado y colocado. Fabián sonríe, la da la mano y acepta el café que le ofrece. Luego recoge su cena, carne con verduras, y charla un rato con otra voluntaria a la que conoce desde hace años, Milagros Mangas. Se emociona al hablar con ella. «Casi es como familia. Si no fuese por ellos, hoy no cenaría». Finalmente se marcha. Milagros le despide con un abrazo y mientras se aleja le grita: «Cuídate, pero cuídate de verdad. Nos vemos la semana que viene».

Cada jueves un grupo de voluntarios de Cruz Roja recorre Badajoz para llevar una cena caliente y café a las personas sin hogar o que no tienen recursos suficientes para cocinar en sus casas, en muchos casos, porque carecen de luz o gas. La iniciativa surgió hace ocho años entre los propios voluntarios. Por aquel entonces, cada noche que salían, atendían a unas 25 personas. Ahora son entre 45 y 50 y este invierno llegaron a ser más de 75.

La crisis se nota en la calle y las personas que forman parte de esta Unidad de Emergencia Social (UES) de Cruz Roja lo saben. Ana Arias, psicóloga y jefa de grupo de esta iniciativa, resalta que ha subido el número de personas que acuden a pedirles ayuda y ante todo, ha cambiado el perfil. «Antes eran principalmente toxicómanos y prostitutas. Ahora es gente que solo ha perdido el trabajo y no tiene para pagar la luz o incluso el agua. Por eso también repartimos kits de higiene».

Arias destaca que su objetivo principal no es llevarles comida u otros productos para ayudarles. «Esa solo es la forma para acercarnos a ellos. Lo que intentamos es hablar un rato. Saber dónde comen, dónde viven, qué problemas tienen. Así, a veces, podemos derivarlos a otros servicios para que salgan de la calle o que vean a nuestra asistente social, ir a un centro de desintoxicación o lo que necesiten. A veces estas personas no hablan con nadie aparte de nosotros».

Gracias a esa labor de acercamiento, la Cruz Roja de Badajoz elabora un registro de personas sin hogar en la ciudad. Es la única entidad que realiza un seguimiento de los sintecho. Su memoria de 2013 revela que en la ciudad había unas 115 personas atendidas por la UES. Este estudio también destaca programas similares en otras ciudades de Extremadura. Por ejemplo en Cáceres se lleva a cabo el 'Protocolo contra el frío' del 1 de diciembre al 31 de marzo. En este tiempo atendían a unos 40 usuarios en cada salida.

Repartiendo café y más

La noche para la Unidad de Emergencia Social de Badajoz comienza el jueves a las nueve y media. Seis voluntarios de Cruz Roja se reúnen en la sede de la entidad en la calle Museo y se suben a una furgoneta. El cuentakilómetros marca 600.000.

José Luis Cordón conduce y lleva a Milagros y Carmen, dos de las voluntarias más veteranas, con otros tres jóvenes: Ana, la psicóloga, Yolanda Domínguez, que lleva un año en Cruz Roja, y Rubén Rodríguez, que guarda bajo su brazo la lista de personas que esperan encontrar y ayudar esa noche.

Se desplazan hasta el Cerro de Reyes, donde tienen un almacén. Recogen vasos, cubiertos de plástico, un termo, bolsas de basura y servilletas. «Me gusta hacer lo posible por los demás y esto es bonito. Da mucha satisfacción», explica Yolanda, cuyo trabajo como voluntaria la ha inspirado y espera, en el futuro, estudiar para auxiliar de enfermería.

La siguiente parada es la tienda Pollos Extremadura, donde compran las cenas y llenan el termo de café. El dueño les regala patatas para el camino y bromean porque Rubén se las lleva. «Hay que tener alegría», resume Carmen.

Mientras esperan las cenas, Montaña Durán, delegada provincial de los voluntarios en Cruz Roja, les acompaña y hablan de una de sus últimas alegrías. El día anterior un hombre que conocen de estar en la calle se presentó en la sede para ofrecerse ahora a ser voluntario y ayudar. «Se encuentra muy bien».

De vuelta a la furgoneta, los voluntarios dan vueltas despacio por Fernando Calzadilla. Aquí solían atender a un sintecho, pero no lo encuentran y están preocupados. «Quizá se ponga ahora en otro sitio así que lo buscamos», dice Ana.

Finalmente desisten. Hoy no está. Se marchan al Puente de la Univeridad. Debajo, en la Margen Derecha, les esperan una decena de personas. Algunos son indigentes que se buscan la vida en la zona y otros simplemente pasan un mal momento. Es el caso de Víctor María García, que recoge la cena para él, su pareja y la niña que tienen en casa. «Vamos al comedor social, pero para cenar te dan latas o bocadillos y los jueves es un alivio poder comer caliente. Además nos tratan genial».

Mientras van repartiendo las cenas, llega Juan Rendón, que lleva año y medio acudiendo los jueves a cenar. Abraza a Milagros y pide hacerse una foto con ella. «¡Qué guapos vamos a salir los dos!». La voluntaria le pregunta por su salud. No tiene buen aspecto. «No queremos depresión Juan», le dice. «No. Esa es la fea del barrio», contesta él y se ríen.

Una gran familia

«Llevo mucho tiempo y esto ya es una gran familia», dice Milagros Mangas. Lo mejor, los que se recuperan. «Como un chaval joven que estaba muy metido en droga, lo ayudamos a salir y está muy bien. Va a tener un bebé», dice esta voluntaria con orgullo.

La unidad termina en el Puente de la Universidad y sube a la Plaza Alta. En El Campillo esperan una docena de personas, entre ellas Ignacia Sánchez, que está saliendo de una pulmonía y abraza a las voluntarias al verlas llegar. Esta mujer vive en una casa, pero no tiene ningún ingreso. «Esperando a la Renta Básica», dice, y añade que cada vez son más en los comedores.

Ventura Pizarro también va al comedor. No tiene casa pero lleva un tiempo acogido por unos familiares. Pasa el día en los alrededores de San Andrés y admite que la visita el jueves de Cruz Roja «es una alegría grande en toda la semana».

El trabajo termina a medianoche con todas las cenas repartidas y el café terminado. Los voluntarios repasan la noche. Esperan poder comprar leche y repartirla en el futuro. No cuentan con un gran presupuesto, pero tienen claro que deben seguir. «Mientras yo pueda aquí estaré», concluye Milagros.

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