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GLORIA CASARES
Domingo, 11 de marzo 2018, 09:23
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Las primeras doce hermanas clarisas que ocuparon el convento de Santa Clara de Almendralejo eran todas hijas de Almendralejo.
Sin embargo, el paso de los años, la pérdida de algunas por edad y la falta de novicias ha hecho que durante años el convento se haya visto mermado en cuanto al número de hermanas.
Sin embargo, un viaje a Méjico el año pasado de la que durante trece años ha sido hermana superiora del convento, sor Inmaculada de Jesús, para animar a hermanas de conventos de ese país a revitalizar el de Almendralejo ha permitido que, como ella asegura, «se obre el milagro».
Desde el pasado miércoles, un grupo de cinco monjas de Méjico han llenado de ilusión el convento de Santa Clara de Almendralejo. Con ellas son ya once las hermanas que residen en él.
Aún quedan dos hermanas mayores, que llevan toda la vida en el convento de la calle Ricardo Romero, sor Isabel y sor Josefa, de 87 y 88 años, pero ahora todo ha cambiado.
En estas primeras horas tras la llegada de esta «savia nueva en el convento», ya se nota que todo está más lleno de vida. Las risas se escuchan entre sus vetustos muros encalados y pronto se escucharán los sonidos de los instrumentos que estas jóvenes saben tocar, la flauta travesera, el órgano y la guitarra.
El entusiasmo se ve también en la sonrisa de sor Inmaculada, que se queda sin palabras para agradecer «el milagro de Dios». Lo considera fruto también de las cadenas de oración que precedieron a su viaje a Méjico el día de la virgen de Guadalupe y que se distribuyeron por grupos de Whatsapp entre familiares y amigos para rezar con el objetivo de «reforzar y revitalizar nuestra casa».
Y también en los devotos, que no dejan de entrar en la iglesia y que no dudan en mostrar su satisfacción cuando ven a estas jóvenes, la mayoría de entre 29 y 35 años, que han decidido saltar el charco para ayudar a sus hermanas.
Para agradecer juntos esta noticia, sor Inmaculada anuncia que el próximo día 17 de marzo se celebrará una misa de oración de gracia, a la que anima a que acuda mucha gente para agradecer la noticia de que el convento de Santa Clara tiene vida para rato.
Ella tiene claro que la misión principal de estas nuevas hermanas es la de unir sus voces con las que ya residen en el convento desde hace años es la oración al señor, pero reconoce que esa vitalidad les será de ayuda para «trabajar la pastoral vocacional entre los jóvenes de Almendralejo».
No en vano, unos 200, de entre 10 y 18 años, acuden semanalmente a los grupos franciscanos que imparten los talleres en una de las salas de esta gran casa.
Lo que se quiere, además, «es hacer crecer a esta gente en la fe y mostrar el camino a estas nuevas generaciones». Las hermanas tienen la confianza en que algún día al convento vuelvan a llegar residentes de la comunidad más cercana, Almendralejo y sus poblaciones próximas.
La falta de vocaciones religiosas en los conventos de Europa es lo que llevó en septiembre a sor Inmaculada y a dos hermanos franciscanos a visitar varios monasterios de Méjico. «Me llevé una gran sorpresa de ver que en todas las iglesias estaba el Santísimo expuesto todo el día para el rezo», como sucede en la iglesia de Santa Clara. «Allí pude ver la fe de un pueblo», un pueblo que, asegura, ha devuelto así la evangelización de los padres españoles hace siglos.
De esas visitas a monasterios mejicanos se logró fundar dos conventos de hermanas clarisas en Argentina y reforzar un convento en Venecia, expone orgullosa la joven hermana sor Inmaculada.
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