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Jueves, 14 de septiembre 2017
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De los grabados, el dibujo y la imprenta a la cría de lombrices. Luis Fernández Brugos se dedicó a ser jefe de artes gráficas hasta 2014, año en el que la crisis económica le obligó a reinventarse. Dejó los bocetos, las pinturas y el mundo de la imagen y la creatividad para vivir del campo. Al principio no lo tenía muy claro, pero su afición a la pesca le llevó hasta lo que hoy es su sustento, su modo de vida. Tiene una explotación de lombricultura para obtener humus en el término municipal de Peraleda de la Mata (Cáceres). Así llaman en el sector agroganadero al abono natural.
Su actividad consiste en la producción de humus de lombriz a partir de subproductos animales no destinados al consumo humano, como es el estiércol de origen ovino, bovino, caprino y equino. «Nuestra materia prima la produce el ganado de una finca cercana con 2.400 ovejas y 250 vacas. Además, actualmente contamos con 250 millones de lombrices», detalla este madrileño que conoce la zona norte de la provincia de Cáceres desde hace mucho tiempo porque su esposa es de Jarandilla de la Vera.
Lo cuenta mientras sus 'empleadas' trabajan. Lo hacen a pleno rendimiento. Las 24 horas. Sin descanso. «Lo bueno es que a final de mes no cobran», comenta Luis, entre risas, para referirse a sus lombrices.
Se trata de una variedad que se llama Roja Californiana. Dotada con cinco corazones y seis pares de riñones, procede del Cáucaso. «Simplemente tiene ese nombre porque fue en California donde se empezó a prestar atención a su efecto beneficioso para el abono», matiza Luis, quien explica el proceso.
Ellas se encargan de transformar la materia orgánica en descomposición. Una lombriz que pesa en estado adulto 1,2 gramos es capaz de convertir en humus el 60 por ciento de lo que ingesta. Ese proceso suele tardar unos cuatro meses. Para ello, su aparato digestivo desprende unas potentes bacterias que absorben la mayor cantidad posible de alimento. Una vez satisfecha su hambre, esas bacterias son desechadas a través de las heces, dando lugar a un humus mucho más rico en nutrientes que otros abonos naturales e incluso químicos.
Ya transformado, pasa a secarse al aire libre. El grado de humedad no puede superar el 40 por ciento. Tras ocho semanas aproximadamente se obtiene el denominado humus. «Con las lombrices que tenemos ahora, producimos unos 8.000 kilos al día de un abono natural que por cada centímetro cúbico tiene dos billones de materia beneficiosa para el suelo, que es la encargada de ir generando vida», afirma Fernández.
Además, detalla que este tipo de lombrices se encargan de transformar todo lo que sea materia orgánica en descomposición, es decir, papel, cáscaras de huevo y restos de fruta y cosecha, entre otros elementos. «Lo que pasa es que según lo que coman, las características de ese humus serán distintas», matiza.
Actualmente producen más de dos millones de kilos anuales y su intención es llegar a los tres porque, según destaca, «está habiendo mucha demanda». Es más, asegura que «todo lo que sean capaces de producir estará vendido».
«Lo más costoso de este negocio es la inversión inicial, pero luego el coste de producción y mantenimiento es poco», confiesa Luis, que destaca que al año utilizan unos cinco millones de kilos de estiércol. No obstante en la zona hay más de 20 explotaciones ganaderas, por lo cual no duda de que siempre contarán con materia prima.
Este humus ya lo conocen en explotaciones extremeñas dedicadas al cultivo de ajo, almendro, pistacho, arroz y productos hortofrutículas, entre otros. También en viñedos de la zona de Ribera del Duero y en huertos ecológicos. Por el momento no exportan al extranjero, aunque mantienen algunos contactos con comerciales de diferentes países y no descartan dar el salto a la internacionalización en los próximos años.
Y es que el humus de lombriz se cotiza ya en el mercado como el mejor abono natural para las plantas. Tanto es así que los expertos en lombricultura miran más allá, concretamente al valor de la carne de este invertebrado, comestible y de gran poder nutritivo.
En la actualidad, la carne de lombriz, con un 70 por ciento de proteínas, aminoácidos, oligoelementos y vitaminas, entre otros compuestos, sólo se usa como alimento para los animales, sobre todo de aves y peces. Sin embargo, sus características nutricionales se asemejan a las de los insectos que muchas culturas incluyen en su dieta diaria e incluso aprecian como un auténtico manjar.
De hecho, un informe de Naciones Unidas ya abogó por el consumo de insectos para mejorar la nutrición en el mundo, en lugar de aumentar la superficie dedicada a la agricultura en aras de atender la demanda alimenticia de más de 9.000 millones de personas que se esperan para 2030.
Brugos admite que «este animal se puede comer». En algunos países se utiliza lo que llaman harina de lombriz como complemento dietético o ingrediente de algunas recetas, porque «mejora la masa muscular, alivia fatigas y enriquece los tejidos».
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