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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?

El apareamiento de la Pacaliente

Las periódicas revisiones de la Política Agraria Común (PAC) siempre dan mucho que hablar y las filtraciones y globos sonda son prácticas habituales, con intención o no. La futura PAC se enfrenta a dos amenazas: la reducción presupuestaria y la renacionalización de parte de la gestión, con claro riesgo de pérdida de homogeneidad y unidad de mercado, aunque también puede permitir una mayor eficacia de los fondos invertidos

ANÁLISIS AGRARIO JUAN QUINTANA

Lunes, 5 de marzo 2018, 08:30

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Se equivoca quien busque en estas líneas una descripción del ritual del cortejo y cópula de una extraña ave. Aunque quizás algo de eso sí que hay. Primero, porque la Política Agrícola Común (PAC) es una rara avis que algunos ya ven en peligro de extinción. En segundo lugar, porque también se asemeja a la forma en que interactúa la Comisión con el sector agrario, en un tira y afloja lleno de insinuaciones y rechazos, con el fin de establecer una relación de pareja de la que renazca una nueva PAC. En este ocasión el cortejo ya ha empezado, con la particularidad de que todo lo que gira alrededor la futura PAC, está muy, muy caliente.

Agroerotismo a un lado, las periódicas revisiones de la PAC siempre dan mucho que hablar. Los globos sonda de la Comisión con declaraciones y filtraciones de borradores, es una práctica bastante habitual, intencionada o no. Forma parte de una liturgia de negociación entre la Comisión, los Estados y los sectores. La Comisión ya ha dejado caer, en este caso sin filtración consentida, sino de forma directa, que o bien los Estados aumentan un 10-20% su aportación a los presupuestos de la Unión Europea, o algunas políticas como la PAC sufrirán un recorte muy sustancial. Hay que recordar que actualmente cada país miembro aporta un 1% de su PIB, por lo que pasar al 1,2% puede parecer insignificante; por supuesto, no lo es. Por ejemplo, un aumento de esta magnitud en el caso español supondría incrementar nuestra contribución en 1.912 millones de euros, calculado con el PIB de 2016 como referencia. Se trata de una cantidad importante, pero quizás no inabordable, dado que en ese mismo año España recibió 2.389 euros más de lo que aportó. De hecho, Mariano Rajoy se ha unido a la tesis de Alemania y Francia defendiendo que será necesario incrementar nuestras cuotas para cubrir la salida de Reino Unido.

Lo que hay que tener claro es que este incremento de un 20% planteado por el comisario europeo de presupuesto, Günther Oettinger, es un globo sonda y que las cifras serán negociadas a la baja, probablemente de forma significativa.

En este momento, el COPA-COGECA, que representa a todas las cooperativas europeas, ya ha definido claramente su postura y apuesta por un incremento de las aportaciones de todos los países, para así mitigar una probable reducción de los presupuestos para el sector agrario.

Por tanto, la futura PAC se enfrenta a dos amenazas: la reducción presupuestaria y la renacionalización de parte de la gestión, delegando decisiones en los gobiernos nacionales, dentro de los marcos estratégicos aprobados por la Comisión. En este caso existe un claro riesgo de pérdida de homogeneidad y unidad de mercado, con los consiguientes agravios que se pueden producir entre unas zonas productoras y otras. Sin embargo, también puede permitir, si se gestiona adecuadamente, una mejor eficacia de los fondos invertidos.

En otro orden de cosas, continúa la polémica visita de los inspectores estadounidenses al sector de la aceituna de mesa española para constatar las justificaciones documentales presentadas. Son dos meses intensos con un alto nivel de exigencia, en que están generando una intensa carga de trabajo. No hay que olvidar que ellos defienden los intereses de su sector, por lo que, desde la perspectiva de sus administrados, todo esfuerzo es poco. Lo malo es que los aranceles ya están siendo aplicados y que, aunque el litigio sea ganado por la Unión Europea y se devuelva lo cobrado, el daño en la pérdida de mercado no se puede restituir.

Hay que recordar que para algunas grandes empresas, Estados Unidos representa hasta un 20% de su mercado. En este contexto, los movimientos para mantener la fidelidad de sus clientes han tenido éxito, a costa de asumir en la cuenta de resultados el sobrecoste arancelario, y frenar internamente las posibles reestructuraciones empresariales; al menos hasta conocer cómo finaliza el proceso. Eso sí, algunas de las grandes ya han tenido que avisar a sus comités de empresa de que existen riesgos laborales reales, en caso de que la resolución obligue a mantener los aranceles.

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