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Algunos de los alumnos del Bótoa en el campo de trabajo del instituto con el tractor. :: Pakopí
La cantera del campo sale del instituto

La cantera del campo sale del instituto

El Instituto de Formación Profesional de Badajoz forma a los jóvenes que quieren dedicarse a la agricultura y la ganadería

Antonio Gilgado

Lunes, 22 de mayo 2017, 07:42

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Abel Farrona. 20 años. De Los Santos de Maimona. Su futuro está en las casi dos mil hectáreas de viñas y olivos en la comarca de Tierra de Barros en las que hoy trabaja su padre.

El de José Antonio Pintado -17 años. De Hornachos- pasa por ampliar las 30 hectáreas de olivares de su padre y probar con otros cultivos a pesar de las limitaciones del secano. Carlos Aguilar es un ganadero en ciernes. Todavía no ha cumplido la mayoría de edad, pero no le da vértigo ponerse al frente de una empresa de mil cochinos, más de cien vacas y casi veinte mil pollos.

Antes de meterse de lleno en el campo, Carlos, José Antonio y Abel pasan por las aulas, los invernaderos y las fincas de cultivo del Instituto Nuestra Señora de Bótoa. Estudian el ciclo formativo de grado medio en producción agropecuaria. Dos cursos académicos en los que aprenden a manejar maquinaria, técnicas de cultivo o sanidad vegetal y terminan el segundo curso haciendo prácticas en explotaciones privadas y púbicas como el Censyra, la Cocosa o Valdesequera.

Aunque también tiene un componente teórico -como todos los módulos de FP-, se trata de una formación práctica y exigente. No todos los que empiezan en primero consiguen el título.

Joaquín León es el director del centro y habla del privilegio de tratar con chicos como los que forma el Bótoa. «Jóvenes muy motivados y muy maduros. Tienen vocación y aquí se trata de prepararlos para ejercer la profesión que han elegido».

El objetivo, explica el director, pasa por capacitarlos para trabajar en cualquier empresa agropecuaria o regentar una propia. El curso pasado recibieron más de cuarenta solicitudes, aunque el ratio solo les permite admitir a 25 alumnos por curso. En la mayoría de los casos se trata de hijos de agricultores que se preparan para el relevo generacional. «Teniendo en cuenta que la producción principal de Extremadura viene del sector primario, si hay chavales jóvenes dispuestos a quedarse en los pueblos nos viene bien para la economía regional y para el medio ambiente». El director recuerda que la mecanización del campo y los manejos fitosanitarios requieren de agricultores cada vez más formados para conseguir la rentabilidad. La formación, insiste, debe ser permanente, como en todos los sectores.

Y aunque muchos van casi directos al campo, otros deciden su itinerario por otra FP de la rama. Esa es la intención, por ejemplo, de Irene Chinarro. Tiene 17 años, es de Barcarrota y de pequeña ya pasaba mucho tiempo en el campo con su abuelo.

Su padre también trabaja en una finca de ovejas del pueblo y no le cuesta imaginarse su futuro como ganadera, aunque le gustaría seguir especializándose y estudiar auxiliar de veterinaria en Elvas. «Da igual que seas chico o chica, lo importante es que te guste el campo».

Irene es consciente de los sacrificios que acarrea el campo. Pocos días de descanso, dependencia climatológica, horarios muy exigentes... «No es como otra FP en la que estudias sin saber muy bien de qué va, aquí tienes que saber de qué va el campo». En eso coincide con su compañero Abel Farrona, que se desdobla entre los estudios y el trabajo. El sábado se levanta a las seis menos cuarto y el domingo, antes de partir de nuevo para Badajoz, se da una vuelta. El poco tiempo libre que le deja el instituto y la explotación familiar lo dedica a jugar al balonmano en el Villafranca de Primera División Nacional. «Mi padre dice que sabemos cuándo empezamos pero no cuándo acabamos. Nuestro horario lo marca las horas de sol». Fue precisamente su padre quien le animó a matricularse en el Bótoa a pesar de que ya ganaba dinero con la uva. «Aquí aprendemos todo tipo de cultivos, eso nos abre muchas puertas por si en un futuro quieres diversificar. Es muy recomendable».

Los chicos tampoco son ajenos a los problemas con los que lidian a diario los pequeños agricultores Hablan, por ejemplo, de las pequeñas explotaciones familiares. «Sin margen para aguantar los años malos de sequía o temporal», como bien sabe José Antonio Pintado.

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