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Un lote de cerdos esperando en un corral antes de comer. :: j. rey
Un menú a la carta para el cerdo

Un menú a la carta para el cerdo

Antonio Costa, un emprendedor extremeño, ha implantado en la región un sistema de alimentación líquida controlado por ordenador que permite elegir la cantidad de comida que se da a cada ejemplar

Álvaro Rubio

Viernes, 25 de noviembre 2016, 23:31

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Cuando a Diego Párraga le contaron que podía dar de comer a sus 1.500 cerdos a través un ordenador, no se lo creía. Impensable para un ganadero de Zalamea de la Serena que desde pequeño había visto a su padre cómo alimentaba a los ejemplares porcinos del modo tradicional: de la tolva al saco, pasando por un caldero con agua y de ahí al corral. Hoy ese proceso ha cambiado para él y se resume en darle a un botón. El resto del trabajo ya lo hace un autómata que se encarga de elegir el menú del día para los distintos animales de esta explotación que lleva en funcionamiento dos años.

«Desde el principio opté por este sistema basado en la alimentación líquida y ahora estoy pensando en montarlo en la otra finca que tenemos la familia», reconoce Párraga. Él se levanta a eso de las siete de la mañana y a las ocho abre las puertas de su explotación, enciende el generador eléctrico y accede a la sala en la que se encuentra el ordenador que se encarga de distribuir el alimento a todos los comederos.

Es ahí donde selecciona el lote (grupos de ejemplares) y la receta con los ingredientes que comerán sus animales. Pero es el propio sistema tecnológico el que determina el menú. Lo hace según una tabla que detalla la cantidad que corresponde a cada cerdo en función de su peso. Es lo que se denomina la curva.

«Si el día uno partes con animales de 22 kilos, tomarán 750 gramos. Según vayan avanzando las jornadas, esos ejemplares tomarán más comida. El ordenador, con los datos que tiene, especifica el punto de la curva en el que se encuentra el cerdo y eso lo transforma en cantidad de materia seca. Seguidamente, elegirá la receta, y siempre por lotes, determinará los litros de agua de recuperación (cuando el sistema termina, los restos de pienso se utilizan para el siguiente menú), de agua limpia, de cebo y de pienso de crecimiento. Se podrían añadir hasta 20 ingredientes», explica Antonio Costa, Ingeniero Técnico Agrícola y licenciado en Ciencia y Tecnología de los Alimentos por la Universidad de Extremadura, que está implantando este sistema en la región extremeña.

Se trata de preparar y distribuir el alimento de forma totalmente automatizada e informatizada. Para ello se diluyen las materias primas o pienso en agua. Se hace en una bomba con capacidad para 2.000 litros y que dispone de una báscula con tres células que equilibran la carga y miden mejor el peso. A su vez, esa bomba envía el alimento a los sinfines para que lo distribuyan a los comederos.

«Tenemos calculado el espacio para que ningún animal coma más que otro. Por eso una vez que entran los ejemplares en el comedor, desde arriba sólo se ven cabezas porcinas. No queda ni un solo hueco», apunta Diego.

Este sistema puede aplicarse en cualquiera de las secciones de una granja (gestación, partos, lechones destetados y cebo, así como en explotaciones de ciclo cerrado) gracias a las técnicas que utiliza. Se basa en ordenadores para dosificación, control y gestión con tecnología CMOS, una de las familias lógicas empleadas en la fabricación de circuitos integrados cuya principal característica consiste en la utilización de transistores configurados para que, en estado de reposo, el consumo de energía sea el adecuado.

Además, este sistema realiza análisis estadísticos de costos, stocks de productos, consumos e índices productivos. También cuenta con una tecnología automática de detección, parada y alarma en caso de averías. Avisa de atascos, roturas, y fallos de suministro, y cuenta con una ejecución de copias de seguridad de datos y diversos modos para calcular la receta. Si se elige, también dispone de programaciones específicas para gestación, lechones y cebo.

«El sistema se puede programar para que salte a una hora determinada, aunque sólo lo recomiendo en las granjas que son muy grandes. En las demás es mejor observar a los ejemplares», explica Costa, quien añade que «esta tecnología no sirve de nada si no tienes animales con una buena genética, si no dispones de un buen control sanitario y si no sabes manejar el sistema. Hay sitios donde se ha instalado y no ha funcionado porque no contaban con esos tres elementos».

Con él coincide Párraga, quien confiesa que en su caso esa transformación digital está siendo positiva. «Ahorro entre 85 y 100 kilos aproximadamente por animal al año, aunque esa cantidad puede variar según la genética y la temperatura. Además, con este sistema puedo ver más rápidamente si un ejemplar cae enfermo. En el momento que no salga de su corral y no se dirija al comedero, sé que está malo. Esa ventaja es muy buena porque te permite actuar con más antelación y no enfrentarse a grandes pérdidas. Si hay baja de un animal a las 14 arrobas, eso puede suponer 500 euros más el tiempo de trabajo».

El aspecto negativo es el desembolso económico inicial. Un sistema de estas características ronda los 40.000 euros, aunque la cantidad varía en función del diseño. «Si se adecua a la explotación y a las características de los animales, sí merece la pena. En mi caso, he podido amortizar la inversión en un año. Si un kilo de pienso ronda los 30 céntimos, a 100 kilos por cochino, te ahorras unos 45.000 euros anuales», detalla este ganadero de 30 años que se ha enfrentado a una gran inversión. También a un cambio de mentalidad. Ahora parece que sí se cree eso de que los cerdos puedan comer a través de un ordenador.

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