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Raquel Rodríguez, responsable de servicios analíticos de los proyectos de Ctaex, realiza la caracterización de uno de los vinos. :: pakopí
Residuos de bodega para fortalecer viñas y uvas de manera natural

Residuos de bodega para fortalecer viñas y uvas de manera natural

Una investigación busca obtener extractos de los subproductos vitivinícolas con los que elaborar compost y agua de riego

JOSÉ M. MARTÍN

Jueves, 16 de junio 2016, 00:32

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Vinos más saludables gracias a la aplicación de nuevos tratamiento en campo derivados de los subproductos de la actividad vitivinícola transformados en compost y en agua de riego. «Un proyecto muy ambicioso», reconoce Eva Monago, directora del mismo, cuyo objetivo es crear un ciclo ecológico biosostenible. Es decir, un proceso en el que los residuos de la bodega y del campo -como son los restos de poda, los orujos y los raspones- se puedan utilizar de nuevo en la explotación y pasen de ser un desperdicio que no genera ningún beneficio a convertirse en un valor añadido que contribuya a aumentar la cantidad polifenólica y antociánica -los compuestos fenólicos- de los vinos de forma natural. Además, estos tratamientos pretenden hacer a las viñas más resistentes frente a plagas y enfermedades.

Los compuestos fenólicos le aportan a la uva su capacidad antioxidante y beneficiosa para la salud, así como el color y varias de las características sensoriales que tiene el vino. «Buscamos tratamientos que logren que esas cantidades crezcan sin necesidad de añadir productos al mosto», añade Monago, que realiza su labor investigadora en el Centro Tecnológico Agroalimentario de Extremadura (Ctaex).

Los beneficios de este proceso se sitúan en dos vertientes. La resistencia de las viñas y las uvas frente a plagas y enfermedades se logra mediante la aplicación de tratamientos fitosanitarios todos los años. «Si se consigue agregar un producto biocida natural a través del compost o del agua de riego, los tratamientos fitosanitarios deberían ser menores», indica Monago, para explicar el beneficio ecológico, sostenible y económico, ya que se reduciría el gasto en productos tanto en campo como en compuestos que se utilizan para proteger el mosto ya en la bodega. «Para nuestra salud, todo aquello que sea natural va a ser mucho mejor», concluye la directora del proyecto, que es licenciada en Enología, en relación a la segunda de las vertientes beneficiosas del proceso.

La idea de desarrollar este proyecto y quien costea la investigación es la empresa Bodegas García de la Peña. Su propietario, Miguel García de la Peña, se puso en contacto con el Ctaex y entre ambas entidades plantearon la forma de mejorar los vinos, las características del proyecto y los objetivos del mismo. «Le dimos muchas vueltas hasta llegar a la decisión definitiva, en la que nos decantamos por el intento de hacer una cadena cerrada de aprovechamiento dentro del viñedo», señala el bodeguero. «Tenían claro que eran una bodega pequeña y que tenían que hacer algo para ser más competitivos en el sector, por lo que se dejaron asesorar por nosotros», añade Monago como el inicio de la investigación.

No era el primer proyecto innovador en el que se embarcaba García de la Peña, de hecho en sus viñedos tiene varios campos de ensayo en los que hay abiertos otros proyectos similares. Él tiene claro que la innovación es fundamental a la hora de mejorar su producción y ser más competitivo. «Ahora mismo, los restos de poda se queman. No aportan nada, aunque el gasto es muy reducido. Haciendo un compost podríamos obtener un beneficio, bien reduciendo el gasto en abono o mejorando la producción final», asegura el propietario de la bodega.

Fases

El proyecto comenzó con la elección de las líneas de viñas sobre las que se iban a aplicar los tratamientos y después se realizó la caracterización en el laboratorio de Ctaex de los subproductos del campo y de la bodega. En este paso de la investigación se analizaron los restos de poda, como son los sarmientos y las hojas; los raspones, el esqueleto del racimo que se elimina al llegar a la bodega, y los orujos, que son las madres y las pepitas de la uva una vez que han pasado por el proceso de fermentación y se ha extraído de ellos el vino. «Cogimos las muestras en las variedades Tempranillo y Syrah, que se analizaron para tener una base de los resultados analíticos que daba la actividad normal de la empresa y así poder comparar si los resultados habían mejorado o no una vez que hiciéramos el tratamiento», indica Monago.

Los resultados se cuantificaron en base a una serie de parámetros. «Principalmente, la presencia de polifenoles y antocianos», reseña Raquel Rodríguez, responsable de servicios analíticos de los proyectos en el centro tecnológico.

También se hizo la caracterización de las uvas de los mostos obtenidos a partir de ellas y de los vinos finales. «Esto sirve para ver los parámetros de los que parte la fermentación», según Rodríguez. En primer lugar se analizaron los parámetros de madurez fenólica de las uvas y los parámetros enológicos y fenólicos de los mostos y vinos obtenidos a partir de esas uvas.

Una vez terminada la caracterización, con los orujos, los raspones, las hojas y los sarmientos, que contienen compuestos de bondad se hicieron extractos naturales. «Con ellos elaboramos agua de riego y compost de abonado, que se aplicaron en el campo al año siguiente en primavera, antes de la vendimia», dice Monago, añadiendo que, desde su punto de vista como enóloga y perito agrícola, el proyecto es muy bonito para una bodega pequeña. «Tienes tus propias viñas, las tienes cerca de la bodega, puedes hacer todos los tratamientos y aplicaciones que quieras». Además, en esta empresa «cada depósito destinado para el vino es como una pequeña bodega y está completamente aislado», puntualiza García de la Peña, por lo que se puede hacer un seguimiento muy detallado del proceso de elaboración del vino. «Poco a poco fue creciendo el proyecto y se presentó a la convocatoria de Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), que está abierta todo el año y que consiste en una ayuda con un tramo reembolsable, pero a interés muy bajo», continúa la directora del la investigación.

Preparación

La preparación del compost se hizo mediante abono animal, con el que se crea una cama en la que se controla la temperatura y la humedad y donde e se agregan los extractos preparados. «También se caracterizó el compost previamente y después de añadirle los extractos según se iba desarrollando, para ver cómo iba el contenido y controlar que no se produjera ningún efecto microbiano que pudiera perjudicar a la planta», certifican desde Ctaex.

Al mismo tiempo, se hizo un agua de riego. Esto es agua normal a la que se añadieron distintas concentraciones de los extractos y se fueron analizando. Además, antes de aplicarlo en campo se hizo una prueba con ambos productos en lechugas para ver que eran beneficiosos para la planta. «Una vez que tuvimos claro que no había ningún problema, se decidió aplicarlo en campo con compost un mes antes de la campaña y al llegar la vendimia hicimos lo mismo que el año anterior, pero analizando por separado muestras que habían sido tratadas con las que no lo habían sido», apostilla Monago.

La aplicación en el viñedo se efectuó de manera artesanal, ya que las líneas de viñas elegidas permitían invertir poco tiempo en este proceso. Sin embargo, la explotación de Bodegas García de la Peña ofrece la posibilidad de automatizar ese proceso. El riego está controlado por un ordenador y la finca está sectorizada. «Después de una analítica de suelo y foliar, con el ordenador manejamos las bombas de riego y los depósitos de abono, de forma que programamos las horas de riego para cada sector, los litros de agua que necesita cada cepa y los componentes que se añaden. El agua es subterránea y con una bomba dosificadora se selecciona el caudal de abono o de los extractos que consideramos beneficiosos para las plantas», apunta el dueño de la explotación.

Resultados

Al analizar los primeros resultados del proyecto, desde el centro investigador concluyen que ninguno de los tratamientos fue perjudicial para las viñas y hubo parámetros que mejoraron con respecto al primer año y en relación a las viñas que en la misma campaña no fueron tratadas con los compuestos elaborados. «Mejoraron los parámetros que tienen que ver con los antocianos totales y polifenoles totales», resume Monago.

Ahora, el proyecto necesita una segunda parte en la que puedan analizarse más campañas para tener resultados más exactos y así poder tener una receta de los extractos que esté optimizada al máximo. «Para hacer los extractos es necesario un laboratorio, pero con ellos elaborar el compost y el agua de riego es relativamente sencillo», asegura Rodríguez, haciendo hincapié en que otra solución es comprar un compost hecho y enriquecerlo con los extractos.

El proyecto puede tener más aplicaciones ya que «los extractos obtenidos se pueden utilizar para hacer cremas o cualquier otro producto. Ahora está muy de moda enriquecer los productos lácteos, lo que puede ser otra opción», entiende Monago, que considera muy interesante para el sector del vino extremeño que empresas pequeñas se aventuren a hacer investigaciones utilizando sus propios recursos para mejorar su actividad y ser más competitivas en el mercado.

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