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R. H.
Lunes, 1 de febrero 2010, 01:07
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José Antonio Gutiérrez alude a muchos personajes, como las rezadoras, y no menos enriquecedoras son sus crónicas alusivas a la matanza. Sin duda, Gutiérrez cuenta en sus libros una vida «tan sencilla, pero a la vez maravillosa. No cabe duda de que el progreso es el progreso, pero pongo un ejemplo. Un emigrante en Alemania me dijo un día: ¡Cuánto daría yo por un anochecer de primavera en el pozo de la Marcocha, aquel pozo en el que las mujeres iban a llenar los cántaros y nosotros a echar el cigarro».
Un pueblo sin apodos tampoco es un pueblo, indica Gutiérrez. De eso estaban bien informadas las encargadas de las centralitas telefónicas de antaño. «Para ellas era más fácil saber contactar con alguien por su apodo o por el gremio que por otra indicación de calle o número telefónico». En este sentido, este autor cuenta una divertidas anécdotas sucedidas a vecinos por los motes.
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